¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez, hablando de la educación pública… y parece que seguimos dando vueltas en círculo. El CIDE-UNA soltó un análisis que, pa’ ponerle pausa, es duro de digerir. Parece que estamos con más rezago que un carro ’78 intentando subir el Pacuare.
El estudio revela que cerramos 2025 con retrocesos en todo lado: los niños andan aprendiendo menos, las escuelas parecen sacadas de fotos antiguas, y los profes se van quemando a fuerza de tanto estrés. Y ni hablar de los resultados de PISA, ¡una pena! Pasamos de 402 a 385 puntos en matemáticas. Eso sí que da qué pensar, má’s si siempre nos hemos hinchado de estar a la vanguardia en estos temas.
Según el CIDE, esto no es novedad; es la culminación de varios problemas acumulados. Empezó con los rezagos de principios del siglo XXI, se complicó con las clases a distancia de 2018 a 2022 (ya saben, la pandemia), y luego le sumamos la falta de rumbo político de estos últimos años. Como dicen por ahí, ‘el que no aprende de la historia está condenado a repetirla’, y parece que estamos repetimos capítulos bien feos.
Lo peor de todo es la desconexión flagrante entre lo que dicen los políticos y lo que pasa en las aulas. Anuncian mil cosas, pero a ver, ¿dónde están esos anuncios convertidos en mejoras reales para los estudiantes? Uno se queda pensando si alguien realmente está escuchando a los maestros y a los alumnos, o si todo es pura campaña.
Y ahora, encima, quieren meterse con el programa de afectividad e integridad sexual, reemplazándolo con algo que suena a cliché. El CIDE, con toda la razón del mundo, dice que esto es un tecnicismo sin fundamento. Recordemos que la educación sexual integral es un derecho, avalada por la UNESCO y la Convención sobre los Derechos del Niño. Dejar que cada colegio decida cómo enseñar estos temas es abrir la puerta a la discriminación y a que algunos jóvenes queden totalmente desprotegidos, y eso, amigos mios, es inaceptable.
Además, los señores del MEP se están preocupando por los tatuajes y la ropa de los estudiantes, mientras que miles de escuelas siguen necesitando arreglos urgentes. ¿En serio creen que la apariencia de un estudiante va a mejorar sus notas? ¡Qué carga! Se distraen con tonterías mientras los verdaderos problemas, como la falta de libros, la conectividad deficiente y la capacitación docente insuficiente, siguen sin resolverse. Deberían ocuparse de poner las prioridades en el sitio correcto, diay.
Hablamos de unos 57% de los docentes que reciben menos de 10 horas de capacitación al año... ¡menos de 10 horas! Y algunos, directamente, ni siquiera tienen la suerte de recibir nada. Si queremos que nuestros hijos tengan una educación de calidad, necesitamos invertir en nuestros maestros, darles las herramientas necesarias para que puedan hacer bien su trabajo, y asegurarnos de que tengan condiciones laborales decentes. Ya basta de tratarlos como si fueran empleados de segunda clase.
Pa' cerrar con broche de oro, este estudio subraya la necesidad urgente de una política integral para mejorar las condiciones de las escuelas y garantizar el acceso a la tecnología. Y así, suma y resta, entre el papeleo y las promesas incumplidas, la educación costarricense sigue siendo un brete enorme. Entonces, me pregunto, ¿qué medidas concretas deberían tomar el gobierno y el MEP para revertir esta situación y asegurar un futuro educativo próspero para las nuevas generaciones?
El estudio revela que cerramos 2025 con retrocesos en todo lado: los niños andan aprendiendo menos, las escuelas parecen sacadas de fotos antiguas, y los profes se van quemando a fuerza de tanto estrés. Y ni hablar de los resultados de PISA, ¡una pena! Pasamos de 402 a 385 puntos en matemáticas. Eso sí que da qué pensar, má’s si siempre nos hemos hinchado de estar a la vanguardia en estos temas.
Según el CIDE, esto no es novedad; es la culminación de varios problemas acumulados. Empezó con los rezagos de principios del siglo XXI, se complicó con las clases a distancia de 2018 a 2022 (ya saben, la pandemia), y luego le sumamos la falta de rumbo político de estos últimos años. Como dicen por ahí, ‘el que no aprende de la historia está condenado a repetirla’, y parece que estamos repetimos capítulos bien feos.
Lo peor de todo es la desconexión flagrante entre lo que dicen los políticos y lo que pasa en las aulas. Anuncian mil cosas, pero a ver, ¿dónde están esos anuncios convertidos en mejoras reales para los estudiantes? Uno se queda pensando si alguien realmente está escuchando a los maestros y a los alumnos, o si todo es pura campaña.
Y ahora, encima, quieren meterse con el programa de afectividad e integridad sexual, reemplazándolo con algo que suena a cliché. El CIDE, con toda la razón del mundo, dice que esto es un tecnicismo sin fundamento. Recordemos que la educación sexual integral es un derecho, avalada por la UNESCO y la Convención sobre los Derechos del Niño. Dejar que cada colegio decida cómo enseñar estos temas es abrir la puerta a la discriminación y a que algunos jóvenes queden totalmente desprotegidos, y eso, amigos mios, es inaceptable.
Además, los señores del MEP se están preocupando por los tatuajes y la ropa de los estudiantes, mientras que miles de escuelas siguen necesitando arreglos urgentes. ¿En serio creen que la apariencia de un estudiante va a mejorar sus notas? ¡Qué carga! Se distraen con tonterías mientras los verdaderos problemas, como la falta de libros, la conectividad deficiente y la capacitación docente insuficiente, siguen sin resolverse. Deberían ocuparse de poner las prioridades en el sitio correcto, diay.
Hablamos de unos 57% de los docentes que reciben menos de 10 horas de capacitación al año... ¡menos de 10 horas! Y algunos, directamente, ni siquiera tienen la suerte de recibir nada. Si queremos que nuestros hijos tengan una educación de calidad, necesitamos invertir en nuestros maestros, darles las herramientas necesarias para que puedan hacer bien su trabajo, y asegurarnos de que tengan condiciones laborales decentes. Ya basta de tratarlos como si fueran empleados de segunda clase.
Pa' cerrar con broche de oro, este estudio subraya la necesidad urgente de una política integral para mejorar las condiciones de las escuelas y garantizar el acceso a la tecnología. Y así, suma y resta, entre el papeleo y las promesas incumplidas, la educación costarricense sigue siendo un brete enorme. Entonces, me pregunto, ¿qué medidas concretas deberían tomar el gobierno y el MEP para revertir esta situación y asegurar un futuro educativo próspero para las nuevas generaciones?
