¡Ay, Dios mío, qué historia más amarga! Resulta que una señora costarricense, doña Suzanne Rees, terminó muriendo solita en una isla remota en Australia después de que un crucero, el Coral Adventurer, se fuera sin ella. La pobre abuelita, de 80 añitos, iba disfrutando de un crucero de lujo por esas tierras australianas, y así se acabó su aventura… ¡una verdadera lástima!
Según cuentan los hechos, doña Suzanne formaba parte de un grupo de pasajeros que estaban explorando la Isla Lizard, dentro de la Gran Barrera de Coral. Era una parada turística para relajarse y disfrutar de la naturaleza, con opciones para hacer senderismo o bucear. Imagínense el ambiente, gente pagando fortunas para desconectarse... y resulta que esto pasa.
La hija de la señora, Katherine Rees, ha declarado estar devastada por la irresponsabilidad de la empresa crucero. Dice que su madre era una mujer activa, amante de la jardinería y las caminatas, en perfecto estado de salud. “Por lo poco que nos han dicho, parece que hubo una falta de cuidado y de sentido común tremenda,” expresó Katherine, visiblemente afectada. Efectivamente, ¡qué despiche!
Todo empezó cuando doña Suzanne decidió subir a Cook’s Look, el punto más alto de la isla, durante una caminata grupal. Al parecer, se sintió indispuesta debido al calor intenso y le pidieron que bajara. Lo peor vino después: según su hija, la enviaron sola a bajar y el barco se marchó sin siquiera verificar si todos los pasajeros estaban a bordo. ¡Imaginen el susto y la angustia de la señora!
Las autoridades australianas ya están investigando el incidente, pero la familia de doña Suzanne quiere saber exactamente qué pasó y cómo pudieron cometer semejante error. Según informan, el capitán del barco se percató de que la señora no había regresado a tiempo, pero las labores de búsqueda se suspendieron prematuramente antes de que finalmente encontraran su cuerpo al día siguiente. Una cadena de errores que llevó a esta tragedia.
Lo que más me preocupa es que, en pleno siglo XXI, con toda la tecnología disponible, una empresa de cruceros pueda dejar atrás a un pasajero. Se supone que estas compañías tienen protocolos estrictos para asegurarse de que nadie se quede atrás, incluyendo registros electrónicos y conteos periódicos. ¿Cómo es posible que falten a eso? Claramente, algo salió terriblemente mal.
Expertos en la industria de los cruceros aseguran que este tipo de incidentes son extremadamente raros, y que las navieras suelen tomar muy en serio la seguridad de sus pasajeros. Dicen que probablemente se trata de un caso aislado, producto de circunstancias excepcionales. Pero aun así, la muerte de doña Suzanne sirve como recordatorio de la importancia de la diligencia y la responsabilidad en la industria turística. Un descuido, por pequeño que parezca, puede tener consecuencias devastadoras.
Es realmente lamentable que una vida humana se haya perdido de esta manera tan incomprensible. Con todo lo que quedó pendiente, me pregunto: ¿Creen ustedes que la empresa Coral Expeditions asume toda la responsabilidad por lo sucedido y ofrece una compensación justa a la familia Rees, o simplemente intentarán minimizar el daño a su imagen?
Según cuentan los hechos, doña Suzanne formaba parte de un grupo de pasajeros que estaban explorando la Isla Lizard, dentro de la Gran Barrera de Coral. Era una parada turística para relajarse y disfrutar de la naturaleza, con opciones para hacer senderismo o bucear. Imagínense el ambiente, gente pagando fortunas para desconectarse... y resulta que esto pasa.
La hija de la señora, Katherine Rees, ha declarado estar devastada por la irresponsabilidad de la empresa crucero. Dice que su madre era una mujer activa, amante de la jardinería y las caminatas, en perfecto estado de salud. “Por lo poco que nos han dicho, parece que hubo una falta de cuidado y de sentido común tremenda,” expresó Katherine, visiblemente afectada. Efectivamente, ¡qué despiche!
Todo empezó cuando doña Suzanne decidió subir a Cook’s Look, el punto más alto de la isla, durante una caminata grupal. Al parecer, se sintió indispuesta debido al calor intenso y le pidieron que bajara. Lo peor vino después: según su hija, la enviaron sola a bajar y el barco se marchó sin siquiera verificar si todos los pasajeros estaban a bordo. ¡Imaginen el susto y la angustia de la señora!
Las autoridades australianas ya están investigando el incidente, pero la familia de doña Suzanne quiere saber exactamente qué pasó y cómo pudieron cometer semejante error. Según informan, el capitán del barco se percató de que la señora no había regresado a tiempo, pero las labores de búsqueda se suspendieron prematuramente antes de que finalmente encontraran su cuerpo al día siguiente. Una cadena de errores que llevó a esta tragedia.
Lo que más me preocupa es que, en pleno siglo XXI, con toda la tecnología disponible, una empresa de cruceros pueda dejar atrás a un pasajero. Se supone que estas compañías tienen protocolos estrictos para asegurarse de que nadie se quede atrás, incluyendo registros electrónicos y conteos periódicos. ¿Cómo es posible que falten a eso? Claramente, algo salió terriblemente mal.
Expertos en la industria de los cruceros aseguran que este tipo de incidentes son extremadamente raros, y que las navieras suelen tomar muy en serio la seguridad de sus pasajeros. Dicen que probablemente se trata de un caso aislado, producto de circunstancias excepcionales. Pero aun así, la muerte de doña Suzanne sirve como recordatorio de la importancia de la diligencia y la responsabilidad en la industria turística. Un descuido, por pequeño que parezca, puede tener consecuencias devastadoras.
Es realmente lamentable que una vida humana se haya perdido de esta manera tan incomprensible. Con todo lo que quedó pendiente, me pregunto: ¿Creen ustedes que la empresa Coral Expeditions asume toda la responsabilidad por lo sucedido y ofrece una compensación justa a la familia Rees, o simplemente intentarán minimizar el daño a su imagen?
