¡Ay, Dios mío! Esta historia te da un cosazo, fíjate. Empezó como un dolorcito en la boca, una varita que pensé que era cosa de no cepillarse bien, pero resultó ser un cáncer... ¡Un cáncer en un chamaco de tan poca edad!
La familia Adams, allá en Inglaterra, se llevó una macana tremenda. Su hijito Ethan, de apenas nuevecitos, empezó a sentirse raro en la mandíbula. La mamá, Tracey, pensando que era pura pereza para lavarse los dientecitos, ni se imaginó que se le venían encima cosas así.
Imagínate la sorpresa cuando fueron al dentista. Pensaron que era un absceso, una bolita normalcita por una infección. Pero el asunto fue creciendo, como mala hierba, y la preocupación se les fue haciendo más grande. Fueron corriendo al hospital de Sunderland para que le echaran un ojo más profundo y ahí… ¡boom!, el diagnóstico:
Rabdomiosarcoma. Un cáncer rarísimo que ataca los músculos, como si fuera un chunche travieso metiéndose en el cuerpo del pobre Ethan. El papá, Mark, contó que “se nos cayó el mundo”. ¡Pobreza! Imagínate recibir una noticia así, en cualquier lugar del planeta, pero aquí en Costa Rica también nos tocaría el corazón.
Durante nueve meses, lucharon como tigres, con quimio y radioterapia, tratando de darle una oportunidad al chamaco. Pero el cáncer ya se había esparcido como pólvora, llegando hasta la médula ósea, los pulmones y el cerebro. Y aunque dieron todo de sí, lamentablemente, Ethan perdió la batalla.
Pero la familia Adams no se quedó con los brazos cruzados. Decidieron convertir su tristeza en una vara para ayudar a otros. Ahora están peleando a fondo para que inviertan más en investigar el cáncer infantil, especialmente este rabdomiosarcoma que parece ser más complicado que el brete de construir la nueva carretera hacia el Pacífico.
Dicen que en Inglaterra todavía están usando medicinas de los años sesenta para tratar esto. ¡Qué sal! Así no vamos a avanzar nunca. El ministro de salud inglés prometió ponerle empeño, pero esperemos que cumpla lo que dice porque estos temas requieren atención urgente. Esto me recuerda a cuando el CCSS anda regañandote porque tienes que esperar tres meses para ver al especialista… ¡diay!
Esta historia nos hace pensar: ¿qué tanto estamos pendientes de esos detallitos que pueden ser señales de algo más grave? Seguro todos hemos pasado por alto alguna cosita, alguna molestia pasajera que luego resultó ser algo importante. Así que, mi gente, ¿creen que deberíamos tener campañas más fuertes para educar a los padres sobre cómo identificar temprano estas enfermedades y exigir a nuestros gobiernos mayor inversión en investigación médica?
La familia Adams, allá en Inglaterra, se llevó una macana tremenda. Su hijito Ethan, de apenas nuevecitos, empezó a sentirse raro en la mandíbula. La mamá, Tracey, pensando que era pura pereza para lavarse los dientecitos, ni se imaginó que se le venían encima cosas así.
Imagínate la sorpresa cuando fueron al dentista. Pensaron que era un absceso, una bolita normalcita por una infección. Pero el asunto fue creciendo, como mala hierba, y la preocupación se les fue haciendo más grande. Fueron corriendo al hospital de Sunderland para que le echaran un ojo más profundo y ahí… ¡boom!, el diagnóstico:
Rabdomiosarcoma. Un cáncer rarísimo que ataca los músculos, como si fuera un chunche travieso metiéndose en el cuerpo del pobre Ethan. El papá, Mark, contó que “se nos cayó el mundo”. ¡Pobreza! Imagínate recibir una noticia así, en cualquier lugar del planeta, pero aquí en Costa Rica también nos tocaría el corazón.
Durante nueve meses, lucharon como tigres, con quimio y radioterapia, tratando de darle una oportunidad al chamaco. Pero el cáncer ya se había esparcido como pólvora, llegando hasta la médula ósea, los pulmones y el cerebro. Y aunque dieron todo de sí, lamentablemente, Ethan perdió la batalla.
Pero la familia Adams no se quedó con los brazos cruzados. Decidieron convertir su tristeza en una vara para ayudar a otros. Ahora están peleando a fondo para que inviertan más en investigar el cáncer infantil, especialmente este rabdomiosarcoma que parece ser más complicado que el brete de construir la nueva carretera hacia el Pacífico.
Dicen que en Inglaterra todavía están usando medicinas de los años sesenta para tratar esto. ¡Qué sal! Así no vamos a avanzar nunca. El ministro de salud inglés prometió ponerle empeño, pero esperemos que cumpla lo que dice porque estos temas requieren atención urgente. Esto me recuerda a cuando el CCSS anda regañandote porque tienes que esperar tres meses para ver al especialista… ¡diay!
Esta historia nos hace pensar: ¿qué tanto estamos pendientes de esos detallitos que pueden ser señales de algo más grave? Seguro todos hemos pasado por alto alguna cosita, alguna molestia pasajera que luego resultó ser algo importante. Así que, mi gente, ¿creen que deberíamos tener campañas más fuertes para educar a los padres sobre cómo identificar temprano estas enfermedades y exigir a nuestros gobiernos mayor inversión en investigación médica?
