¡Ay, Dios mío, qué torta este caso!
Desde el miércoles pasado, la comunidad de Golfito, en Puntarenas, vive pegada al hilo de la desaparición de Neiby Marchena, una joven de 33 años que se extravió mientras caminaba por zonas montañosas cerca del kilómetro 20. La búsqueda, que involucra a cuerpos de emergencia y voluntarios, sigue siendo intensa, pero hasta ahora no hay señales claras de dónde pudo haber ido a parar. La preocupación es enorme, especialmente porque, según cuentan sus familiares, Neiby enfrenta desafíos de salud mental, lo que complica aún más la situación.
Imagínense la angustia de sus seres queridos, pasando noches enteras sin saber qué les pasó a la suya. Un hermano, tratando de hacerle corrección, intentó seguirla cuando vio que se internaba demasiado en la montaña, pero la oscuridad jugó en su contra y la perdió de vista. Desde ese momento, se activaron todos los protocolos de búsqueda y rescate, con equipos capacitados recorriendo terreno agreste y difícil acceso. ¡Qué brete!, la geografía de la zona, con sus lomas y quebradas, dificulta muchísimo el trabajo.
El operativo, diay, es a gran escala. La Cruz Roja, los Bomberos, el OIJ... todos metidos hasta el cuello. Hasta se trajeron voluntarios desde Pérez Zeledón, incluyendo el grupo ACOT, unos expertos en estas faenas. Como me comentaba Jorge Navarro, uno de los miembros de la brigada, “nos hemos dedicado a colaborar con los funcionarios; el principal problema es la extensión del terreno”. Han puesto perros rastreadores, esos chunches son pura vida para detectar olores, pero hasta ahora no han dado con nada concreto. ¡Qué sal!”, dicen los familiares, esperando una buena nueva.
La familia, desesperada, ha hecho un llamamiento urgente a la ciudadanía, rogándole a cualquiera que tenga alguna información, por mínima que sea, que se comunique con las autoridades. Han compartido fotos de Neiby en redes sociales, movilizando a amigos y conocidos para amplificar el mensaje y aumentar las posibilidades de encontrarla sana y salva. No importa si es una corazonada, un detalle aparentemente insignificante… ¡todo suma en estos momentos críticos!
Y hablando de redes sociales, la repercusión del caso ha sido inmediata. Facebook, Twitter, WhatsApp... todos inundados de mensajes de apoyo y esperanza para Neiby y su familia. Muchos vecinos ofrecen sus casas como puntos de encuentro para los buscadores, preparando café y comida para mantenerlos activos durante largas jornadas. La solidaridad tica, ¡qué carga!, siempre sale a flote en situaciones como esta. Uno siente orgullo de ser parte de un país donde la gente se une para ayudar a quien lo necesita.
Sin embargo, también hay críticas. Algunos señalan que la respuesta inicial pudo haber sido más rápida, cuestionando la coordinación entre los diferentes organismos de emergencia. Otros expresan preocupación por la seguridad de las personas con problemas de salud mental que deciden aventurarse solas en áreas remotas. El debate es sano y constructivo, pero lo importante ahora es enfocar todas las energías en encontrar a Neiby.
Este caso nos recuerda la importancia de cuidar nuestra salud mental y buscar ayuda profesional cuando la necesitamos. También nos muestra cómo la comunidad puede ser un refugio y una fuente de fortaleza en tiempos difíciles. La búsqueda continúa, y la esperanza, aunque tenue, todavía persiste. La selva guarda secretos, pero confiamos en que pronto revelará dónde se encuentra Neiby, permitiendo que su familia reciba la tan ansiada noticia.
Con tanta incertidumbre y angustia rondando Golfito, ¿creen ustedes que sería útil implementar programas de prevención y concientización sobre salud mental en comunidades rurales, o consideran que la prioridad actual debería ser fortalecer los operativos de búsqueda y rescate en terrenos complejos?
Desde el miércoles pasado, la comunidad de Golfito, en Puntarenas, vive pegada al hilo de la desaparición de Neiby Marchena, una joven de 33 años que se extravió mientras caminaba por zonas montañosas cerca del kilómetro 20. La búsqueda, que involucra a cuerpos de emergencia y voluntarios, sigue siendo intensa, pero hasta ahora no hay señales claras de dónde pudo haber ido a parar. La preocupación es enorme, especialmente porque, según cuentan sus familiares, Neiby enfrenta desafíos de salud mental, lo que complica aún más la situación.
Imagínense la angustia de sus seres queridos, pasando noches enteras sin saber qué les pasó a la suya. Un hermano, tratando de hacerle corrección, intentó seguirla cuando vio que se internaba demasiado en la montaña, pero la oscuridad jugó en su contra y la perdió de vista. Desde ese momento, se activaron todos los protocolos de búsqueda y rescate, con equipos capacitados recorriendo terreno agreste y difícil acceso. ¡Qué brete!, la geografía de la zona, con sus lomas y quebradas, dificulta muchísimo el trabajo.
El operativo, diay, es a gran escala. La Cruz Roja, los Bomberos, el OIJ... todos metidos hasta el cuello. Hasta se trajeron voluntarios desde Pérez Zeledón, incluyendo el grupo ACOT, unos expertos en estas faenas. Como me comentaba Jorge Navarro, uno de los miembros de la brigada, “nos hemos dedicado a colaborar con los funcionarios; el principal problema es la extensión del terreno”. Han puesto perros rastreadores, esos chunches son pura vida para detectar olores, pero hasta ahora no han dado con nada concreto. ¡Qué sal!”, dicen los familiares, esperando una buena nueva.
La familia, desesperada, ha hecho un llamamiento urgente a la ciudadanía, rogándole a cualquiera que tenga alguna información, por mínima que sea, que se comunique con las autoridades. Han compartido fotos de Neiby en redes sociales, movilizando a amigos y conocidos para amplificar el mensaje y aumentar las posibilidades de encontrarla sana y salva. No importa si es una corazonada, un detalle aparentemente insignificante… ¡todo suma en estos momentos críticos!
Y hablando de redes sociales, la repercusión del caso ha sido inmediata. Facebook, Twitter, WhatsApp... todos inundados de mensajes de apoyo y esperanza para Neiby y su familia. Muchos vecinos ofrecen sus casas como puntos de encuentro para los buscadores, preparando café y comida para mantenerlos activos durante largas jornadas. La solidaridad tica, ¡qué carga!, siempre sale a flote en situaciones como esta. Uno siente orgullo de ser parte de un país donde la gente se une para ayudar a quien lo necesita.
Sin embargo, también hay críticas. Algunos señalan que la respuesta inicial pudo haber sido más rápida, cuestionando la coordinación entre los diferentes organismos de emergencia. Otros expresan preocupación por la seguridad de las personas con problemas de salud mental que deciden aventurarse solas en áreas remotas. El debate es sano y constructivo, pero lo importante ahora es enfocar todas las energías en encontrar a Neiby.
Este caso nos recuerda la importancia de cuidar nuestra salud mental y buscar ayuda profesional cuando la necesitamos. También nos muestra cómo la comunidad puede ser un refugio y una fuente de fortaleza en tiempos difíciles. La búsqueda continúa, y la esperanza, aunque tenue, todavía persiste. La selva guarda secretos, pero confiamos en que pronto revelará dónde se encuentra Neiby, permitiendo que su familia reciba la tan ansiada noticia.
Con tanta incertidumbre y angustia rondando Golfito, ¿creen ustedes que sería útil implementar programas de prevención y concientización sobre salud mental en comunidades rurales, o consideran que la prioridad actual debería ser fortalecer los operativos de búsqueda y rescate en terrenos complejos?