Maes, hay que hablar de una vara que es de otro planeta. Mientras la mayoría de nosotros estamos pulseándola en el día a día, hay una tica que se está preparando para medirse contra las mejores del mundo en el Mundial de Atletismo en Tokio. Y no, no es una atleta que vive en una burbuja de patrocinadores y centros de alto rendimiento. Se llama Diana Bogantes, es maratonista, y su historia es de un nivel que ya quisieran muchas películas de superación.
Lo que me vuela la cabeza de esta historia no es solo el hecho de que Diana va a correr 42.195 kilómetros en la élite mundial. ¡Qué va! La vara es que esta mujer es una de nosotros, pero versión pro. Es analista de datos, estudió Ingeniería de Sistemas en la UCR y, como si fuera poco, tiene dos maestrías, una sacada en Berlín y otra en Bruselas. O sea, mientras usted y yo estamos viendo qué pedimos para el almuerzo o peleando con una tabla de Excel, esta mujer está moviendo data en una empresa internacional y, en su "tiempo libre", se revienta entrenando para bajar el récord nacional de maratón. ¡Qué carga Diana Bogantes! Es el perfecto ejemplo de que la disciplina no es negociable, ni en el brete ni en la pista.
Pero aquí es donde la historia se pone agridulce y nos pega un buen zape de realidad tica. Para poder ir a representar a Costa Rica, ¿saben qué tuvo que hacer Diana? Pedir vacaciones en su trabajo. Así como lo leen. Tuvo que quemar sus días libres, los mismos que uno usa para ir a la playa o simplemente para no hacer nada, para poder competir. Y para rematar, tuvo que financiarse ella misma buena parte de los gastos. Mientras sus rivales profesionales tienen como única preocupación entrenar, comer y dormir, nuestra representante tiene que hacer malabares entre su brete de 8 a 5, los entrenamientos salvajes y, encima, ver cómo le alcanza la plata. Es la definición de puro corazón y garra.
Y no crean que va solo a participar. La mae es una máquina. Empezó en esto de las maratones con un tiempo de 3 horas y 35 minutos allá por el 2012. Hoy, su mejor marca es de 2 horas, 31 minutos y 8 segundos, un tiempazo que además es el récord nacional vigente. Pasar de un tiempo al otro en una década es una salvajada, un testimonio de una dedicación casi sobrehumana. Ahora en Tokio, su objetivo es clarísimo: mejorar su puesto 91 en el ranking mundial y quedar entre las mejores latinas. Sabe que la carrera será durísima, con un calor de casi 30 grados, pero la preparación que ha hecho, buscando circuitos planos para simular la ruta, demuestra que no está dejando nada al azar.
Este sábado a las 5:00 p. m. (hora tica), cuando Diana Bogantes se pare en la línea de salida, no solo va a estar corriendo por ella. Va a estar corriendo por todos los que alguna vez han tenido que pulsearla el doble para alcanzar un sueño. Por cada tico que combina el brete con una pasión que le exige todo. Y junto a ella, también tendremos a Gerald Drummond y Diana Rojas dándolo todo en los 400 metros vallas. Historias como la de Diana son las que lo inflan a uno de orgullo y le recuerdan de qué estamos hechos. Así que pongamos la alarma, preparemos el café y mandemos toda la buena vibra para Tokio.
Más allá de echarle porras a Diana (¡que obvio hay que hacerlo!), ¿qué creen ustedes que dice esta situación del apoyo que reciben nuestros atletas amateur? ¿Es puro amor al arte y así debe ser, o nos estamos quedando muy cortos como país para impulsar a talentos de este calibre?
Lo que me vuela la cabeza de esta historia no es solo el hecho de que Diana va a correr 42.195 kilómetros en la élite mundial. ¡Qué va! La vara es que esta mujer es una de nosotros, pero versión pro. Es analista de datos, estudió Ingeniería de Sistemas en la UCR y, como si fuera poco, tiene dos maestrías, una sacada en Berlín y otra en Bruselas. O sea, mientras usted y yo estamos viendo qué pedimos para el almuerzo o peleando con una tabla de Excel, esta mujer está moviendo data en una empresa internacional y, en su "tiempo libre", se revienta entrenando para bajar el récord nacional de maratón. ¡Qué carga Diana Bogantes! Es el perfecto ejemplo de que la disciplina no es negociable, ni en el brete ni en la pista.
Pero aquí es donde la historia se pone agridulce y nos pega un buen zape de realidad tica. Para poder ir a representar a Costa Rica, ¿saben qué tuvo que hacer Diana? Pedir vacaciones en su trabajo. Así como lo leen. Tuvo que quemar sus días libres, los mismos que uno usa para ir a la playa o simplemente para no hacer nada, para poder competir. Y para rematar, tuvo que financiarse ella misma buena parte de los gastos. Mientras sus rivales profesionales tienen como única preocupación entrenar, comer y dormir, nuestra representante tiene que hacer malabares entre su brete de 8 a 5, los entrenamientos salvajes y, encima, ver cómo le alcanza la plata. Es la definición de puro corazón y garra.
Y no crean que va solo a participar. La mae es una máquina. Empezó en esto de las maratones con un tiempo de 3 horas y 35 minutos allá por el 2012. Hoy, su mejor marca es de 2 horas, 31 minutos y 8 segundos, un tiempazo que además es el récord nacional vigente. Pasar de un tiempo al otro en una década es una salvajada, un testimonio de una dedicación casi sobrehumana. Ahora en Tokio, su objetivo es clarísimo: mejorar su puesto 91 en el ranking mundial y quedar entre las mejores latinas. Sabe que la carrera será durísima, con un calor de casi 30 grados, pero la preparación que ha hecho, buscando circuitos planos para simular la ruta, demuestra que no está dejando nada al azar.
Este sábado a las 5:00 p. m. (hora tica), cuando Diana Bogantes se pare en la línea de salida, no solo va a estar corriendo por ella. Va a estar corriendo por todos los que alguna vez han tenido que pulsearla el doble para alcanzar un sueño. Por cada tico que combina el brete con una pasión que le exige todo. Y junto a ella, también tendremos a Gerald Drummond y Diana Rojas dándolo todo en los 400 metros vallas. Historias como la de Diana son las que lo inflan a uno de orgullo y le recuerdan de qué estamos hechos. Así que pongamos la alarma, preparemos el café y mandemos toda la buena vibra para Tokio.
Más allá de echarle porras a Diana (¡que obvio hay que hacerlo!), ¿qué creen ustedes que dice esta situación del apoyo que reciben nuestros atletas amateur? ¿Es puro amor al arte y así debe ser, o nos estamos quedando muy cortos como país para impulsar a talentos de este calibre?