Mae, seamos honestos. Cuando la tierra empieza a moverse, después del susto y de asegurarse que la refri no se vino al suelo, ¿qué es lo primero que hacemos todos? Exacto. Nos metemos de cabeza a Twitter (o X, como sea que le digan ahora) o a Facebook a ver qué dice Ovsicori o la Red Sismológica. Se han convertido en nuestros oráculos modernos, los que nos dicen la magnitud, el epicentro y, básicamente, si podemos volver a respirar tranquilos. Son la voz de la calma en medio del despiche. Ahora, imagínense por un segundo un escenario donde esos maes no tengan plata para mantener sus chunches funcionando. ¿Qué torta, no?
Pues bueno, parece que en la Asamblea Legislativa hay gente que también se ha puesto a pensar en esa vara. Anda por ahí un proyecto de ley, el 24.738, que busca precisamente evitar que nos quedemos a ciegas. La idea es bastante directa: crear un fondo con financiamiento permanente para que no solo Ovsicori-UNA y la Red Sismológica Nacional (RSN), sino también el Laboratorio de Ingeniería Sísmica de la UCR y hasta el Instituto Meteorológico Nacional (IMN), tengan la plata asegurada para seguir con su brete. Ya no dependerían de si el gobierno de turno se acordó de ellos en el presupuesto, sino que tendrían un flujo de harina constante para mantenimiento, modernización y, por supuesto, para pagarle a los cargas que nos mantienen informados.
Diay, ¿y de dónde va a salir la plata? Aquí es donde la cosa se pone interesante y, a mi parecer, bastante astuta. La propuesta, presentada por la diputada liberacionista Rosaura Méndez, plantea meterle un pequeño impuesto a ciertos seguros: los de vida, incendios y otras líneas parecidas. O sea, de un instrumento que ya usamos para protegernos de imprevistos, saldría el dinero para financiar el sistema que nos protege del imprevisto más grande de todos en este país: la naturaleza misma. ¡Qué nivel! Es una forma de cerrar el círculo. No estamos hablando de un impuesto nuevo a la canasta básica, sino de un aporte pequeño desde un sector que entiende de riesgos, para fortalecer nuestra primera línea de defensa científica. Es una jugada lógica, casi poética.
Pensemos en el fondo del asunto. Costa Rica tiene fama mundial, y con toda razón, de ser un país vulnerable a un montón de eventos naturales. Vivimos en el Cinturón de Fuego, con fallas tectónicas por todo lado y volcanes que de vez en cuando nos recuerdan quién manda. Y ni hablemos de la temporada de lluvias y los huracanes. Tener un sistema de monitoreo robusto no es un lujo, es una absoluta necesidad. Como dice el mismo director de Ovsicori, Esteban Chaves, de esto depende la seguridad social y económica del país. Dejar que un sistema que ha costado décadas construir se vaya al traste por falta de presupuesto sería una irresponsabilidad generacional. Sería como tener el mejor carro del mundo pero no echarle gasolina.
Al final, este proyecto de ley es más que un simple trámite legislativo; es una declaración de principios. Es decir como país que valoramos la ciencia, la prevención y la seguridad de nuestra gente. Es entender que la plata que se invierte en monitoreo no es un gasto, es la mejor inversión para evitar tragedias y pérdidas millonarias después. Sería una movida a cachete que esto se apruebe, para asegurar que la próxima vez que tiemble, esa notificación de Ovsicori llegue puntual, precisa y confiable, como siempre. Ahora, la pelota está en la cancha de los diputados en la Comisión de Asuntos Sociales. Ojalá entiendan la magnitud de la vara.
Maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Les parece justo que el financiamiento salga de un impuesto a ciertos seguros o se les ocurre una mejor forma de amarrar esta plata tan necesaria?
Pues bueno, parece que en la Asamblea Legislativa hay gente que también se ha puesto a pensar en esa vara. Anda por ahí un proyecto de ley, el 24.738, que busca precisamente evitar que nos quedemos a ciegas. La idea es bastante directa: crear un fondo con financiamiento permanente para que no solo Ovsicori-UNA y la Red Sismológica Nacional (RSN), sino también el Laboratorio de Ingeniería Sísmica de la UCR y hasta el Instituto Meteorológico Nacional (IMN), tengan la plata asegurada para seguir con su brete. Ya no dependerían de si el gobierno de turno se acordó de ellos en el presupuesto, sino que tendrían un flujo de harina constante para mantenimiento, modernización y, por supuesto, para pagarle a los cargas que nos mantienen informados.
Diay, ¿y de dónde va a salir la plata? Aquí es donde la cosa se pone interesante y, a mi parecer, bastante astuta. La propuesta, presentada por la diputada liberacionista Rosaura Méndez, plantea meterle un pequeño impuesto a ciertos seguros: los de vida, incendios y otras líneas parecidas. O sea, de un instrumento que ya usamos para protegernos de imprevistos, saldría el dinero para financiar el sistema que nos protege del imprevisto más grande de todos en este país: la naturaleza misma. ¡Qué nivel! Es una forma de cerrar el círculo. No estamos hablando de un impuesto nuevo a la canasta básica, sino de un aporte pequeño desde un sector que entiende de riesgos, para fortalecer nuestra primera línea de defensa científica. Es una jugada lógica, casi poética.
Pensemos en el fondo del asunto. Costa Rica tiene fama mundial, y con toda razón, de ser un país vulnerable a un montón de eventos naturales. Vivimos en el Cinturón de Fuego, con fallas tectónicas por todo lado y volcanes que de vez en cuando nos recuerdan quién manda. Y ni hablemos de la temporada de lluvias y los huracanes. Tener un sistema de monitoreo robusto no es un lujo, es una absoluta necesidad. Como dice el mismo director de Ovsicori, Esteban Chaves, de esto depende la seguridad social y económica del país. Dejar que un sistema que ha costado décadas construir se vaya al traste por falta de presupuesto sería una irresponsabilidad generacional. Sería como tener el mejor carro del mundo pero no echarle gasolina.
Al final, este proyecto de ley es más que un simple trámite legislativo; es una declaración de principios. Es decir como país que valoramos la ciencia, la prevención y la seguridad de nuestra gente. Es entender que la plata que se invierte en monitoreo no es un gasto, es la mejor inversión para evitar tragedias y pérdidas millonarias después. Sería una movida a cachete que esto se apruebe, para asegurar que la próxima vez que tiemble, esa notificación de Ovsicori llegue puntual, precisa y confiable, como siempre. Ahora, la pelota está en la cancha de los diputados en la Comisión de Asuntos Sociales. Ojalá entiendan la magnitud de la vara.
Maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Les parece justo que el financiamiento salga de un impuesto a ciertos seguros o se les ocurre una mejor forma de amarrar esta plata tan necesaria?