Maes, en serio que a veces uno se topa con noticias que lo dejan con la boca abierta, de esas que parecen sacadas de una película de terror psicológico. Pero esta vara, les juro, se pasó de la raya y le dio tres vueltas al estadio. Imagínense la escena: un cirujano vascular británico, un mae llamado Neil Hopper, de 49 años, en lugar de estar salvando piernas, decide que es una excelente idea volarse las propias. ¿Y cómo? No con un bisturí en un quirófano, no. El tipo usó hielo seco. Así como lo leen. Todo para cobrar un seguro de casi medio millón de libras y, de paso, satisfacer un fetiche sexual que, francamente, es para sentarse a analizarlo con un batallón de psicólogos. ¡Qué despiche de historia!
Diay, el asunto es que Hopper armó un cuento de que había perdido las piernas por una sepsis y se fue a tocarle la puerta a las aseguradoras. Con la plata que les sacó, el mae no perdió el tiempo: se compró una autocaravana, un jacuzzi y hasta remodeló la choza. Un montón de chunches para vivir la vida loca sobre ruedas. Pero agárrense, porque la plata es solo la punta de un iceberg bien oscuro. Según el juez, el cirujano llevaba años fantaseando con la idea de ser amputado por una fijación sexual. O sea, el fraude fue casi la excusa perfecta. Lo más increíble es el descaro: después de jalarse semejante torta, el tipo no se escondió. ¡Para nada! Dio entrevistas a la BBC, salió en un documental y hasta aplicó para ser astronauta con discapacidad. ¡Hay que tener valor!
Pero aquí es donde la vara se pone todavía más turbia y color de hormiga. Resulta que nuestro cirujano no era un lobo solitario en su peculiar afición. Las investigaciones lo conectaron con una red internacional liderada por un tal Marius Gustavson, un personaje condenado a cadena perpetua por organizar mutilaciones extremas, incluyendo castraciones, a veces incluso a menores de edad. El sitio web de esta gente se llamaba "EunuchMaker", para que se hagan una idea del nivel. A Hopper le encontraron pornografía extrema de esa página, confirmando que lo suyo no era un simple impulso, sino que estaba metido hasta el cuello en un mundo sumamente peligroso y enfermo.
Obviamente, el brete se le fue al traste. Apenas lo arrestaron, lo suspendieron del hospital donde trabajaba desde 2013 y al toque le quitaron la licencia médica para siempre. Ahora le esperan 32 meses en la cárcel y una orden de prevención de daños sexuales por diez años, además de que probablemente le quiten la casa para recuperar la plata del fraude. Lo que realmente da escalofríos es pensar en sus expacientes. Varios, a quienes él mismo les practicó amputaciones, ya están buscando abogados. ¿Se imaginan el terror? Que el mismo doctor que te amputó una pierna por razones médicas, en el fondo tuviera esta fijación. Es una pesadilla.
Este caso, aunque ocurrió al otro lado del charco, nos deja pensando un montón de varas. No es solo el fraude o el fetiche retorcido, es la confianza que uno deposita en los médicos. Uno pone la vida en sus manos. Y aunque aquí los fraudes al sistema de salud son de otra escala, esta historia demuestra el peligro de ignorar las señales de alerta en profesionales con tanta responsabilidad. Deja esa sensación amarga de que, a veces, los monstruos no están en las películas, sino usando una gabacha blanca y con un bisturí en la mano. Una historia salada por donde se le vea.
En fin, se las dejo picando. Más allá del despiche que es el caso en sí, ¿creen que acá en Tiquicia se le pone suficiente atención a la salud mental de los profesionales, especialmente en el campo médico? ¿O es un tema que todavía se barre debajo de la alfombra hasta que explota una torta de estas?
Diay, el asunto es que Hopper armó un cuento de que había perdido las piernas por una sepsis y se fue a tocarle la puerta a las aseguradoras. Con la plata que les sacó, el mae no perdió el tiempo: se compró una autocaravana, un jacuzzi y hasta remodeló la choza. Un montón de chunches para vivir la vida loca sobre ruedas. Pero agárrense, porque la plata es solo la punta de un iceberg bien oscuro. Según el juez, el cirujano llevaba años fantaseando con la idea de ser amputado por una fijación sexual. O sea, el fraude fue casi la excusa perfecta. Lo más increíble es el descaro: después de jalarse semejante torta, el tipo no se escondió. ¡Para nada! Dio entrevistas a la BBC, salió en un documental y hasta aplicó para ser astronauta con discapacidad. ¡Hay que tener valor!
Pero aquí es donde la vara se pone todavía más turbia y color de hormiga. Resulta que nuestro cirujano no era un lobo solitario en su peculiar afición. Las investigaciones lo conectaron con una red internacional liderada por un tal Marius Gustavson, un personaje condenado a cadena perpetua por organizar mutilaciones extremas, incluyendo castraciones, a veces incluso a menores de edad. El sitio web de esta gente se llamaba "EunuchMaker", para que se hagan una idea del nivel. A Hopper le encontraron pornografía extrema de esa página, confirmando que lo suyo no era un simple impulso, sino que estaba metido hasta el cuello en un mundo sumamente peligroso y enfermo.
Obviamente, el brete se le fue al traste. Apenas lo arrestaron, lo suspendieron del hospital donde trabajaba desde 2013 y al toque le quitaron la licencia médica para siempre. Ahora le esperan 32 meses en la cárcel y una orden de prevención de daños sexuales por diez años, además de que probablemente le quiten la casa para recuperar la plata del fraude. Lo que realmente da escalofríos es pensar en sus expacientes. Varios, a quienes él mismo les practicó amputaciones, ya están buscando abogados. ¿Se imaginan el terror? Que el mismo doctor que te amputó una pierna por razones médicas, en el fondo tuviera esta fijación. Es una pesadilla.
Este caso, aunque ocurrió al otro lado del charco, nos deja pensando un montón de varas. No es solo el fraude o el fetiche retorcido, es la confianza que uno deposita en los médicos. Uno pone la vida en sus manos. Y aunque aquí los fraudes al sistema de salud son de otra escala, esta historia demuestra el peligro de ignorar las señales de alerta en profesionales con tanta responsabilidad. Deja esa sensación amarga de que, a veces, los monstruos no están en las películas, sino usando una gabacha blanca y con un bisturí en la mano. Una historia salada por donde se le vea.
En fin, se las dejo picando. Más allá del despiche que es el caso en sí, ¿creen que acá en Tiquicia se le pone suficiente atención a la salud mental de los profesionales, especialmente en el campo médico? ¿O es un tema que todavía se barre debajo de la alfombra hasta que explota una torta de estas?