Maes, pónganle atención a esta vara, porque es de esas que uno siente en la pura presa de las 5 p.m. y no entiende por qué. Resulta que nuestros tráficos atienden un choque cada ¡siete minutos! No es una exageración, es el promedio real según datos hasta julio. Siete minutos. El tiempo que uno dura haciéndose un café o esperando que cambie un semáforo eterno. En ese lapso, en algún punto del país, dos latas se acaban de encontrar y el caos está a punto de empezar. Llevamos más de 42,000 percances en lo que va del año, y la cifra solo sigue subiendo.
Y aquí es donde empieza el despiche. Uno está ahí, viendo un carro montado en la acera en pleno San Pedro, y se pregunta: "¿Diay, y los tráficos?". Bueno, según el subdirector de Tránsito, Martín Sánchez Agüero, lo más seguro es que no es que se estén tomando un gallito, sino que andan atendiendo una colisión a varios kilómetros. Tienen que priorizar. El problema es que cada atención es un mundo. Entre el presón para llegar al lugar, hacer el parte, tomar fotos y mover los carros, un choque simple les come mínimo media hora. Si hay heridos, ni les cuento. La logística y la paciencia de todos los demás en la carretera simplemente se van al traste.
Pero seamos honestos, a veces nosotros mismos nos jalamos una torta. La policía lo dice sin pelos en la lengua: parte de la saturación es culpa nuestra. Por ese rayoncito mínimo en el bumper, ese que con una buena hablada y un intercambio de números se arregla, preferimos armar el show y llamar a un oficial. ¿El resultado? Un tráfico menos para atender un choque de verdad, y una presa kilométrica que nace de un simple "¡uy, me rozó el chunche!". Cada vez que se opta por no conciliar en algo menor, le estamos poniendo otra piedra al ya saturado sistema y, de paso, nos estamos atrasando a nosotros mismos.
Para no sonar tan "agüevados", hay una luz al final del túnel... o al menos eso parece. Están metiéndole más gente al brete. Ya se incorporaron 58 oficiales nuevos, elevando la fuerza total a 682, y vienen más en camino. La idea es terminar el año con más de 730 efectivos, que es un aumento del 17%. Es un respiro, sin duda, y se agradece el esfuerzo. Pero la pregunta del millón es si será suficiente para tapar un hueco que parece crecer cada día. Más carros, la misma infraestructura de hace décadas y una paciencia colectiva que pende de un hilo. Es una matemática bastante complicada.
Al final, ¡qué torta! Estamos en un ciclo vicioso: más choques generan más presas, las presas nos ponen más estresados y, ¿adivinen qué?, el estrés nos hace chocar más. Los nuevos oficiales son un parche necesario, pero el problema es mucho más profundo. ¿Falta de cultura vial? ¿Demasiados carros? ¿Pura y simple falta de paciencia al volante? Dejo la pregunta abierta para el foro: Más allá de tener más tráficos, ¿cuál creen ustedes que es la verdadera raíz de este despiche en las calles y qué se podría hacer desde *nuestro* lado para no empeorar la vara?
Y aquí es donde empieza el despiche. Uno está ahí, viendo un carro montado en la acera en pleno San Pedro, y se pregunta: "¿Diay, y los tráficos?". Bueno, según el subdirector de Tránsito, Martín Sánchez Agüero, lo más seguro es que no es que se estén tomando un gallito, sino que andan atendiendo una colisión a varios kilómetros. Tienen que priorizar. El problema es que cada atención es un mundo. Entre el presón para llegar al lugar, hacer el parte, tomar fotos y mover los carros, un choque simple les come mínimo media hora. Si hay heridos, ni les cuento. La logística y la paciencia de todos los demás en la carretera simplemente se van al traste.
Pero seamos honestos, a veces nosotros mismos nos jalamos una torta. La policía lo dice sin pelos en la lengua: parte de la saturación es culpa nuestra. Por ese rayoncito mínimo en el bumper, ese que con una buena hablada y un intercambio de números se arregla, preferimos armar el show y llamar a un oficial. ¿El resultado? Un tráfico menos para atender un choque de verdad, y una presa kilométrica que nace de un simple "¡uy, me rozó el chunche!". Cada vez que se opta por no conciliar en algo menor, le estamos poniendo otra piedra al ya saturado sistema y, de paso, nos estamos atrasando a nosotros mismos.
Para no sonar tan "agüevados", hay una luz al final del túnel... o al menos eso parece. Están metiéndole más gente al brete. Ya se incorporaron 58 oficiales nuevos, elevando la fuerza total a 682, y vienen más en camino. La idea es terminar el año con más de 730 efectivos, que es un aumento del 17%. Es un respiro, sin duda, y se agradece el esfuerzo. Pero la pregunta del millón es si será suficiente para tapar un hueco que parece crecer cada día. Más carros, la misma infraestructura de hace décadas y una paciencia colectiva que pende de un hilo. Es una matemática bastante complicada.
Al final, ¡qué torta! Estamos en un ciclo vicioso: más choques generan más presas, las presas nos ponen más estresados y, ¿adivinen qué?, el estrés nos hace chocar más. Los nuevos oficiales son un parche necesario, pero el problema es mucho más profundo. ¿Falta de cultura vial? ¿Demasiados carros? ¿Pura y simple falta de paciencia al volante? Dejo la pregunta abierta para el foro: Más allá de tener más tráficos, ¿cuál creen ustedes que es la verdadera raíz de este despiche en las calles y qué se podría hacer desde *nuestro* lado para no empeorar la vara?