Maes, pónganle atención a esta vara porque es de esas que uno cree que nunca le van a tocar. Uno siempre oye hablar del Virus del Papiloma Humano (VPH) y de una piensa en el cáncer de cérvix y en la importancia de que las güilas se hagan el Papanicolau. Y sí, eso es importantísimo, pero resulta que el virus es más complicado y ahora está causando un despiche por otro lado que casi nadie menciona: el cáncer de cabeza y cuello. En Argentina ya están viendo cómo los casos suben como la espuma, superando los 3.000 al año, y la pregunta del millón es: y aquí en Tiquicia, ¿cómo andamos?
El asunto es que los expertos, como el oncólogo Agustín Falco, están señalando que el VPH se ha convertido en un factor de riesgo de primer nivel, sobre todo entre la gente más joven. ¿La razón? Diay, los cambios en las conductas sexuales. La vara es que ciertos tipos de VPH, que se transmiten muy fácil, están detrás del aumento de tumores en la orofaringe. Para que quede claro, estamos hablando de la parte de atrás de la garganta, las amígdalas, la base de la lengua... esa zona. Ya no es solo un tema de fumadores o de gente que le da durísimo al guaro; ahora el virus entró en la ecuación y está cambiando las reglas del juego para todos.
Y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga y se convierte en una verdadera torta. El problema más grande, según especialistas como la cirujana Bárbara Berenstein, es que la mayoría de estos cánceres se están pescando tardísimo. Cuando por fin aparecen los síntomas claros, el tumor ya está avanzado. Imagínense el panorama: la tasa de supervivencia a cinco años anda entre el 50% y el 60%. O sea, es casi un volado. De cada diez personas, cuatro o cinco no la cuentan después de cinco años. ¡Qué sal! Es una estadística durísima que nos obliga a dejar de ver este tema como algo ajeno o lejano.
Entonces, la pregunta clave es ¿cómo hacemos para no jalarse una torta y dejarlo pasar? Hay que estar avispa con las señales. No es para volverse paranoico, pero sí para prender el bombillo si algo no anda bien. Por ejemplo, una pelotita o un ganglio en el cuello que no se va, una herida o úlcera en la boca que después de dos semanas sigue ahí como si nada, un dolor persistente en la boca o la garganta, o si de un pronto a otro la voz le cambia y se pone ronco por más de quince días (lo que los doctores llaman disfonía). Ni qué decir si le cuesta tragar o tiene un sangrado raro por la boca o la nariz. Ante cualquiera de esas varas, es mejor ir al doctor y no quedarse con la duda.
Al final del día, todo se resume en prevención y en hablar las cosas como son. La vacuna contra el VPH no es solo un chunche para mujeres, ¡es para todos! Es una de las herramientas más cargas que tenemos para bajarle el piso a la incidencia de estos tumores. Dejemos de tratar el VPH como un tabú y empecemos a entenderlo como lo que es: un virus súper común que puede tener consecuencias muy serias si no nos ponemos las pilas. La información es poder y, en este caso, puede significar la diferencia entre un susto a tiempo y una historia que termina mal.
El asunto es que los expertos, como el oncólogo Agustín Falco, están señalando que el VPH se ha convertido en un factor de riesgo de primer nivel, sobre todo entre la gente más joven. ¿La razón? Diay, los cambios en las conductas sexuales. La vara es que ciertos tipos de VPH, que se transmiten muy fácil, están detrás del aumento de tumores en la orofaringe. Para que quede claro, estamos hablando de la parte de atrás de la garganta, las amígdalas, la base de la lengua... esa zona. Ya no es solo un tema de fumadores o de gente que le da durísimo al guaro; ahora el virus entró en la ecuación y está cambiando las reglas del juego para todos.
Y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga y se convierte en una verdadera torta. El problema más grande, según especialistas como la cirujana Bárbara Berenstein, es que la mayoría de estos cánceres se están pescando tardísimo. Cuando por fin aparecen los síntomas claros, el tumor ya está avanzado. Imagínense el panorama: la tasa de supervivencia a cinco años anda entre el 50% y el 60%. O sea, es casi un volado. De cada diez personas, cuatro o cinco no la cuentan después de cinco años. ¡Qué sal! Es una estadística durísima que nos obliga a dejar de ver este tema como algo ajeno o lejano.
Entonces, la pregunta clave es ¿cómo hacemos para no jalarse una torta y dejarlo pasar? Hay que estar avispa con las señales. No es para volverse paranoico, pero sí para prender el bombillo si algo no anda bien. Por ejemplo, una pelotita o un ganglio en el cuello que no se va, una herida o úlcera en la boca que después de dos semanas sigue ahí como si nada, un dolor persistente en la boca o la garganta, o si de un pronto a otro la voz le cambia y se pone ronco por más de quince días (lo que los doctores llaman disfonía). Ni qué decir si le cuesta tragar o tiene un sangrado raro por la boca o la nariz. Ante cualquiera de esas varas, es mejor ir al doctor y no quedarse con la duda.
Al final del día, todo se resume en prevención y en hablar las cosas como son. La vacuna contra el VPH no es solo un chunche para mujeres, ¡es para todos! Es una de las herramientas más cargas que tenemos para bajarle el piso a la incidencia de estos tumores. Dejemos de tratar el VPH como un tabú y empecemos a entenderlo como lo que es: un virus súper común que puede tener consecuencias muy serias si no nos ponemos las pilas. La información es poder y, en este caso, puede significar la diferencia entre un susto a tiempo y una historia que termina mal.
