¡Ay, Dios mío! Parece que noviembre llegó pa’ echarnos agua fría, literalmente. El cuarto empujón frío sigue sacudiendo al país, dejando aguaceros y vientos que ni el viento norte, según nos dicen en el IMN. Ya andamos resfriaditos, con el pelo revuelto y pensando si vamos a tener que sacar las botas de hule del closet, porque parece que esto no va a parar tan rápido.
Según Juan Diego Naranjo, el meteorólogo estrella del IMN, todavía nos queda un poquito más de este empujón. Aunque dice que las lluvias van a ir bajando de intensidad, no vaya a ser que se nos agüe el techo. El mae explica que el sábado el empujón como tal se va, pero todavía tendremos unas gotitas aquí y allá, sobre todo en Limón, donde parecen estar bien mojados desde hace rato. Qué sal!
La Comisión Nacional de Emergencias (CNE), como siempre, activó las alertas. Guanacaste y el Valle Central están en alerta verde, eso significa que hay que estar pendiente, ojo avizor, pero sin alarmarse demasiado. Pero Limón y la Zona Norte, esos sí, están en alerta amarilla, así que ahí toca tenerla más que lista, reforzar las casas y rezarle al cielo que no se mande algo peor. Estos vientos, que amenazan con llegar a los 85 kilómetros por hora, tienen a medio país mordido por la ansiedad.
¿Y qué significa esto en términos prácticos, mae? Pues básicamente, que toca tener paraguas a mano, botas de hule, revisar los techos (si tienes acceso, claro), y evitar salir a carretera si no es estrictamente necesario. Porque dicen que algunos cantones ya están presentando problemas de deslizamientos y la cosa puede ponerse fea si te agarra una tormenta a mitad de camino. Mejor quedarse en casa viendo teleseries y comiéndose gallito con frijoles, ¿eh?
Muchos agricultores, claro, están preocupados. Unas pocas lluvias les ayudan, pero esto es como querer llenar un balde lleno de agujeros. Si llueve mucho más, las cosechas se van al traste y luego quién nos provee de plátanos y mangos, ¿verdad? Ojalá que esto se calme pronto y que el clima nos dé una tregua para que puedan recuperar el tiempo perdido. Esa es la preocupación de muchos, los que viven del campo, tratando de sacar adelante sus familias.
En redes sociales, la gente está que trina. Hay videos de ríos crecidos, árboles caídos y vecinos compartiendo consejos sobre cómo protegerse de la lluvia. Algunos se burlan del clima, diciendo que Costa Rica se está convirtiendo en una especie de Amazonia. Otros, más preocupados, piden al gobierno que tome medidas urgentes para mitigar los efectos de estos fenómenos climáticos extremos. La verdad es que la situación está generando bastante incertidumbre y nerviosismo generalizado. Que torta este clima impredecible.
Pero bueno, no todo es negativo. Algunos aprovechan para hacer guachapaletas, vender impermeables y sombrillas, y hasta organizan concursos de baile bajo la lluvia. Porque aquí en Costa Rica somos expertos en convertir cualquier adversidad en motivo de celebración, aunque nos estemos echando agua encima. Al final, estamos acostumbrados a las inclemencias del tiempo, y aprendimos a reírnos de ellas para no caer en la desesperación. Eso sí, ¡cuidado con las inundaciones, varas!
Con todo esto, me pregunto... ¿Deberíamos estar exigiendo a nuestros políticos que tomen cartas en el asunto y empiecen a invertir seriamente en planes de adaptación al cambio climático, o simplemente estamos condenados a vivir eternamente aguantándonos los aguaceros y los vendavales? ¿Ustedes qué opinan, compas?
Según Juan Diego Naranjo, el meteorólogo estrella del IMN, todavía nos queda un poquito más de este empujón. Aunque dice que las lluvias van a ir bajando de intensidad, no vaya a ser que se nos agüe el techo. El mae explica que el sábado el empujón como tal se va, pero todavía tendremos unas gotitas aquí y allá, sobre todo en Limón, donde parecen estar bien mojados desde hace rato. Qué sal!
La Comisión Nacional de Emergencias (CNE), como siempre, activó las alertas. Guanacaste y el Valle Central están en alerta verde, eso significa que hay que estar pendiente, ojo avizor, pero sin alarmarse demasiado. Pero Limón y la Zona Norte, esos sí, están en alerta amarilla, así que ahí toca tenerla más que lista, reforzar las casas y rezarle al cielo que no se mande algo peor. Estos vientos, que amenazan con llegar a los 85 kilómetros por hora, tienen a medio país mordido por la ansiedad.
¿Y qué significa esto en términos prácticos, mae? Pues básicamente, que toca tener paraguas a mano, botas de hule, revisar los techos (si tienes acceso, claro), y evitar salir a carretera si no es estrictamente necesario. Porque dicen que algunos cantones ya están presentando problemas de deslizamientos y la cosa puede ponerse fea si te agarra una tormenta a mitad de camino. Mejor quedarse en casa viendo teleseries y comiéndose gallito con frijoles, ¿eh?
Muchos agricultores, claro, están preocupados. Unas pocas lluvias les ayudan, pero esto es como querer llenar un balde lleno de agujeros. Si llueve mucho más, las cosechas se van al traste y luego quién nos provee de plátanos y mangos, ¿verdad? Ojalá que esto se calme pronto y que el clima nos dé una tregua para que puedan recuperar el tiempo perdido. Esa es la preocupación de muchos, los que viven del campo, tratando de sacar adelante sus familias.
En redes sociales, la gente está que trina. Hay videos de ríos crecidos, árboles caídos y vecinos compartiendo consejos sobre cómo protegerse de la lluvia. Algunos se burlan del clima, diciendo que Costa Rica se está convirtiendo en una especie de Amazonia. Otros, más preocupados, piden al gobierno que tome medidas urgentes para mitigar los efectos de estos fenómenos climáticos extremos. La verdad es que la situación está generando bastante incertidumbre y nerviosismo generalizado. Que torta este clima impredecible.
Pero bueno, no todo es negativo. Algunos aprovechan para hacer guachapaletas, vender impermeables y sombrillas, y hasta organizan concursos de baile bajo la lluvia. Porque aquí en Costa Rica somos expertos en convertir cualquier adversidad en motivo de celebración, aunque nos estemos echando agua encima. Al final, estamos acostumbrados a las inclemencias del tiempo, y aprendimos a reírnos de ellas para no caer en la desesperación. Eso sí, ¡cuidado con las inundaciones, varas!
Con todo esto, me pregunto... ¿Deberíamos estar exigiendo a nuestros políticos que tomen cartas en el asunto y empiecen a invertir seriamente en planes de adaptación al cambio climático, o simplemente estamos condenados a vivir eternamente aguantándonos los aguaceros y los vendavales? ¿Ustedes qué opinan, compas?