Maes, ¿ya vieron la última encuesta de Borge y Asociados? Diay, es para sentarse con un cafecito y un yodo a procesar el despiche. A dos años de que nos toque ir a votar otra vez, el panorama político está más enredado que los audífonos que uno saca de la bolsa del pantalón. La vara es que este nuevo estudio, el Enaop, vino a ponerle números a lo que ya todos sentimos en el aire: nadie nos convence y la mayoría de los candidatos son más desconocidos que la letra pequeña de un contrato. Es la crónica de un “¡qué torta!” anunciado, donde los que puntean no ilusionan y los que vienen atrás, pues… vienen atrás.
Vean el enredo. Por un lado, tenemos a Fabricio Alvarado y a Laura Fernández como los que supuestamente llevan la delantera. Pero vamos a ver, “delantera” es un decir. Fabricio tiene un 39% de opiniones positivas, pero ¡ojo!, un 44% de negativas. O sea, casi la mitad del país de una vez le dice que no. Es el mae más polarizante que hay, lo aman o lo odian, no hay punto medio. Y luego está Laura Fernández, la carta del oficialismo, que aunque subió al 37% de positivos, tiene a otro 44% de la gente diciendo: “¿Perdón, quién?”. Que tu principal problema sea que la gente no te conoce a estas alturas de la vida política es, como mínimo, preocupante. No es que la gente la rechace, ¡es que ni la topan!
Ahora, si los de “adelante” están así, imagínense cómo está el resto del pelotón. ¡Están saladísimos! Álvaro Ramos, de Liberación, está estancado en un empate técnico entre los que lo quieren y los que no, con un 32% positivo y un 30% negativo; de ahí no pasa. Claudia Dobles, la ex primera dama, tuvo una caída fea: apenas un 21% la ve con buenos ojos y casi la mitad del electorado no la ubica ni con el Waze. Y los demás, como Luis Amador y Eli Feinzaig, crecen un poquito en conocimiento, pero a la par les crece la sombra de las opiniones negativas. Es como si cada vez que alguien los conoce, a un buen porcentaje no le cae bien la idea. De Ariel Robles y José Aguilar Berrocal mejor ni hablamos, porque sus números son casi un error de redondeo.
Pero aquí viene la parte que de verdad explica todo el desastre, el dato que amarra toda esta novela: un 55% de los ticos dice que no simpatiza con NINGÚN partido político. ¡Más de la mitad del país, mae! Eso es un grito desesperado. Significa que no es solo un problema de candidatos flojos, es un divorcio total con las estructuras que nos han gobernado por décadas. El PLN, que se jacta de ser el más grande, apenas rasguña un 9.7% de simpatía. ¡Menos de una de cada diez personas! El partido del presidente llega al 8.7%, y de ahí para abajo son puras migajas. Los partidos se jalaron una torta monumental a lo largo de los años y ahora están pagando el precio con la indiferencia de la gente.
Al final, esta encuesta es un retrato perfecto de nuestra fatiga política. Tenemos un menú de opciones donde algunos platos ya los probamos y no nos gustaron, otros tienen una pinta terrible y la mayoría ni siquiera sabemos qué ingredientes tienen. La comparación que hace el estudio con expresidentes como Óscar Arias o Laura Chinchilla se siente casi como hablar de otra época. El presente es este: un montón de gente desconectada y una clase política que no logra encender ni una chispa de emoción. Y así, con este panorama, nos piden que en dos años tomemos la decisión más importante para el futuro del país.
Así que les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: Con este panorama tan gris, ¿ustedes creen que de aquí al 2026 de verdad va a aparecer alguien que cambie la vara, o ya estamos condenados a jugar al “mal menor” una vez más?
Vean el enredo. Por un lado, tenemos a Fabricio Alvarado y a Laura Fernández como los que supuestamente llevan la delantera. Pero vamos a ver, “delantera” es un decir. Fabricio tiene un 39% de opiniones positivas, pero ¡ojo!, un 44% de negativas. O sea, casi la mitad del país de una vez le dice que no. Es el mae más polarizante que hay, lo aman o lo odian, no hay punto medio. Y luego está Laura Fernández, la carta del oficialismo, que aunque subió al 37% de positivos, tiene a otro 44% de la gente diciendo: “¿Perdón, quién?”. Que tu principal problema sea que la gente no te conoce a estas alturas de la vida política es, como mínimo, preocupante. No es que la gente la rechace, ¡es que ni la topan!
Ahora, si los de “adelante” están así, imagínense cómo está el resto del pelotón. ¡Están saladísimos! Álvaro Ramos, de Liberación, está estancado en un empate técnico entre los que lo quieren y los que no, con un 32% positivo y un 30% negativo; de ahí no pasa. Claudia Dobles, la ex primera dama, tuvo una caída fea: apenas un 21% la ve con buenos ojos y casi la mitad del electorado no la ubica ni con el Waze. Y los demás, como Luis Amador y Eli Feinzaig, crecen un poquito en conocimiento, pero a la par les crece la sombra de las opiniones negativas. Es como si cada vez que alguien los conoce, a un buen porcentaje no le cae bien la idea. De Ariel Robles y José Aguilar Berrocal mejor ni hablamos, porque sus números son casi un error de redondeo.
Pero aquí viene la parte que de verdad explica todo el desastre, el dato que amarra toda esta novela: un 55% de los ticos dice que no simpatiza con NINGÚN partido político. ¡Más de la mitad del país, mae! Eso es un grito desesperado. Significa que no es solo un problema de candidatos flojos, es un divorcio total con las estructuras que nos han gobernado por décadas. El PLN, que se jacta de ser el más grande, apenas rasguña un 9.7% de simpatía. ¡Menos de una de cada diez personas! El partido del presidente llega al 8.7%, y de ahí para abajo son puras migajas. Los partidos se jalaron una torta monumental a lo largo de los años y ahora están pagando el precio con la indiferencia de la gente.
Al final, esta encuesta es un retrato perfecto de nuestra fatiga política. Tenemos un menú de opciones donde algunos platos ya los probamos y no nos gustaron, otros tienen una pinta terrible y la mayoría ni siquiera sabemos qué ingredientes tienen. La comparación que hace el estudio con expresidentes como Óscar Arias o Laura Chinchilla se siente casi como hablar de otra época. El presente es este: un montón de gente desconectada y una clase política que no logra encender ni una chispa de emoción. Y así, con este panorama, nos piden que en dos años tomemos la decisión más importante para el futuro del país.
Así que les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: Con este panorama tan gris, ¿ustedes creen que de aquí al 2026 de verdad va a aparecer alguien que cambie la vara, o ya estamos condenados a jugar al “mal menor” una vez más?