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Forero Regular
Con todo lo que ha salido a la luz últimamente, no es de esperarseDesde el establecimiento de relaciones diplomáticas en 2007, Costa Rica y China han forjado una relación marcada por acuerdos comerciales y proyectos de infraestructura que, a simple vista, podrían parecer beneficiosos. Sin embargo, un análisis más profundo sugiere una “relación asimétrica”, donde las ventajas parecen inclinarse notablemente hacia China.
La República Popular de China ha desplegado una estrategia en la región centroamericana que parece seguir un patrón:
Promesas de inversión y cooperación a cambio del aislamiento diplomático de Taiwán. Costa Rica, en su búsqueda por consolidar relaciones económicas globales, fue uno de los primeros países en ceder. A cambio, recibió una serie de acuerdos y promesas de inversión, como el Plan de Acción Conjunta para la Cooperación China-Costa Rica y su inclusión en la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
Sin embargo, muchas de estas iniciativas han sido cuestionadas por falta de transparencia y por las condiciones aparentemente desventajosas impuestas a los costarricenses.
Un claro ejemplo es el Tratado de Libre Comercio firmado entre ambos países. Aunque se esperaban beneficios mutuos, la realidad ha mostrado una balanza comercial desfavorable para Costa Rica, con importaciones de productos chinos superando ampliamente a las exportaciones costarricenses hacia China. Esta disparidad, agravada por el alto régimen de protección arancelaria de China, ha limitado el acceso de productos costarricenses al mercado chino. Mientras tanto, China ha encontrado en Costa Rica un lugar estratégico para expandir su influencia en la región, especialmente en áreas sensibles como la infraestructura y la tecnología.
Los proyectos emblemáticos de esta relación incluyen la controversial refinería Soresco y la ampliación de la ruta 32. Ambos proyectos han enfrentado múltiples problemas, desde malas prácticas y corrupción hasta incumplimientos contractuales y sobrecostos. La refinería, por ejemplo, quedó paralizada tras la intervención de la Contraloría General de Costa Rica, que cuestionó el estudio de factibilidad financiera realizado por una empresa china. Similarmente, la ampliación de la ruta 32 ha sido un dolor de cabeza para el gobierno costarricense, con retrasos y costos adicionales que han puesto en duda la viabilidad y beneficios reales del proyecto.
Además de los desafíos económicos y comerciales, la presencia de tecnología china en la infraestructura de seguridad del país ha generado inquietudes. Huawei, un gigante tecnológico chino, donó equipos de vigilancia a Costa Rica, lo cual, aunque inicialmente pareció una movida estratégica para estrechar relaciones, ha suscitado preocupaciones sobre la seguridad de los datos y la independencia tecnológica del país. Las restricciones recientes impuestas por Costa Rica a las empresas tecnológicas chinas en el desarrollo de redes 5G demuestran un esfuerzo por contrarrestar la creciente dependencia tecnológica y por alinearse con las preocupaciones de seguridad internacional planteadas por países como Estados Unidos.
En este contexto, surge la pregunta:
¿Está Costa Rica siendo colonizada económicamente por China?
La respuesta no es sencilla. Por un lado, la relación ha traído inversiones y proyectos necesarios para el desarrollo del país. Por otro, la falta de transparencia, los desequilibrios comerciales y los cuestionamientos sobre la soberanía tecnológica y económica sugieren una dependencia preocupante.
China, sin duda, ha sabido jugar sus cartas en la región, aprovechando su poder económico y estratégico para establecer un pie firme en Centroamérica. Costa Rica, por su parte, debe cuestionarse hasta qué punto estas relaciones están alineadas con sus intereses nacionales a largo plazo y cómo puede renegociar una relación más equitativa y transparente.
En un mundo donde las dinámicas de poder están en constante cambio, Costa Rica se encuentra en una encrucijada.
¿Continuará cediendo ante la influencia china, o buscará redefinir su papel en el escenario internacional?
La respuesta a esta pregunta definirá no solo el futuro de la relación bilateral, sino también el rumbo económico y político del país en los años venideros.