¡Ay, Dios mío! ¿Quién lo iba a decir? Parece que estamos viviendo en una telenovela donde nadie dice la verdad. Un estudio reciente nos cayó como balde de agua fría: casi el 17% del contenido político que vemos en Facebook, X (antes Twitter) y TikTok, ¡es pura mentira!, fabricada por personas que no son quienes dicen ser. Y esto, amigos míos, es preocupante, especialmente con las elecciones del 2026 a la vuelta de la esquina.
La cosa es así: resulta que hay gente pagada para crear perfiles falsos, bots programados y troles profesionales – esos sí tienen oficio– dedicados a inundar las redes sociales con mensajes diseñados para manipular nuestra opinión. No es simplemente alguien poniendo un comentario grosero; es una maquinaria bien aceitada que busca inflar el apoyo a un candidato, desprestigiar a otro o, directamente, sembrar el caos para confundirnos a todos. Ya ni uno sabe en qué creer, diay.
Imaginen la escena: ven un hilo de discusión lleno de comentarios alabando a un candidato o criticando duramente a otro. Pues fíjense que muchas veces esos comentarios no provienen de personas reales pensando por sí mismas. Son parte de esa “industria de la manipulación” de la que habla el informe. Estos personajes, disfrazados de ciudadanos comunes, buscan crear una falsa sensación de consenso, haciéndonos creer que esa opinión es ampliamente compartida cuando en realidad es inventada.
El problema no es solo la cantidad, sino también la sofisticación. Antes, era fácil identificar a los perfiles falsos: fotos borrosas, nombres rarísimos, poca actividad. Pero ahora, los farsantes se han vuelto maestros del disfraz. Roban fotos de internet, crean biografías convincentes e incluso participan en conversaciones sobre fútbol o farándula para parecer normales antes de soltar su mensaje político. ¡Se rifan en eso, mae!
Y ahí es donde entramos nosotros, los votantes. Nos topamos con este panorama de confusión y tenemos que ser capaces de diferenciar la verdad de la mentira. Es como tratar de pescar en aguas turbias; necesitas tener buen ojo y saber qué estás buscando. Lo peor es que, en medio de tanta información contradictoria, terminamos compartiendo cosas sin pensar, contribuyendo a la propagación de la fake news y afectando la calidad del debate democrático.
Expertos en comunicación política están levantando la voz. Advierten que, si no hacemos algo al respecto, estas elecciones podrían ser decididas por algoritmos y bots en lugar de por el criterio de los votantes. Hablan de la necesidad urgente de promover el “alfabetismo digital”, enseñarnos a evaluar críticamente la información que recibimos online y a detectar las señales de alerta de las campañas de desinformación. Ojalá les hagan caso, porque la situación se pone cada vez más cargosa.
Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros? Bueno, primero, ser escépticos. Dudar de las cuentas recién creadas, verificar la información antes de compartirla y evitar caer en discusiones acaloradas con desconocidos que seguramente son bots o troles. Segundo, buscar fuentes confiables, contrastar diferentes puntos de vista y, sobre todo, informarnos bien antes de tomar cualquier decisión. Porque al final del día, el futuro de nuestro país está en juego, y no podemos permitir que unos cuantos oportunistas nos manipulen con noticias falsas. Es hora de despertar y exigir transparencia, responsabilidad y ética en el uso de las redes sociales.
Con tanto embrollo en la red, ¿usted cree que las plataformas digitales deberían asumir más responsabilidad en la verificación de la información que se publica o es tarea exclusiva de los usuarios estar siempre alertas y analizar cada publicación con lupa?
La cosa es así: resulta que hay gente pagada para crear perfiles falsos, bots programados y troles profesionales – esos sí tienen oficio– dedicados a inundar las redes sociales con mensajes diseñados para manipular nuestra opinión. No es simplemente alguien poniendo un comentario grosero; es una maquinaria bien aceitada que busca inflar el apoyo a un candidato, desprestigiar a otro o, directamente, sembrar el caos para confundirnos a todos. Ya ni uno sabe en qué creer, diay.
Imaginen la escena: ven un hilo de discusión lleno de comentarios alabando a un candidato o criticando duramente a otro. Pues fíjense que muchas veces esos comentarios no provienen de personas reales pensando por sí mismas. Son parte de esa “industria de la manipulación” de la que habla el informe. Estos personajes, disfrazados de ciudadanos comunes, buscan crear una falsa sensación de consenso, haciéndonos creer que esa opinión es ampliamente compartida cuando en realidad es inventada.
El problema no es solo la cantidad, sino también la sofisticación. Antes, era fácil identificar a los perfiles falsos: fotos borrosas, nombres rarísimos, poca actividad. Pero ahora, los farsantes se han vuelto maestros del disfraz. Roban fotos de internet, crean biografías convincentes e incluso participan en conversaciones sobre fútbol o farándula para parecer normales antes de soltar su mensaje político. ¡Se rifan en eso, mae!
Y ahí es donde entramos nosotros, los votantes. Nos topamos con este panorama de confusión y tenemos que ser capaces de diferenciar la verdad de la mentira. Es como tratar de pescar en aguas turbias; necesitas tener buen ojo y saber qué estás buscando. Lo peor es que, en medio de tanta información contradictoria, terminamos compartiendo cosas sin pensar, contribuyendo a la propagación de la fake news y afectando la calidad del debate democrático.
Expertos en comunicación política están levantando la voz. Advierten que, si no hacemos algo al respecto, estas elecciones podrían ser decididas por algoritmos y bots en lugar de por el criterio de los votantes. Hablan de la necesidad urgente de promover el “alfabetismo digital”, enseñarnos a evaluar críticamente la información que recibimos online y a detectar las señales de alerta de las campañas de desinformación. Ojalá les hagan caso, porque la situación se pone cada vez más cargosa.
Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros? Bueno, primero, ser escépticos. Dudar de las cuentas recién creadas, verificar la información antes de compartirla y evitar caer en discusiones acaloradas con desconocidos que seguramente son bots o troles. Segundo, buscar fuentes confiables, contrastar diferentes puntos de vista y, sobre todo, informarnos bien antes de tomar cualquier decisión. Porque al final del día, el futuro de nuestro país está en juego, y no podemos permitir que unos cuantos oportunistas nos manipulen con noticias falsas. Es hora de despertar y exigir transparencia, responsabilidad y ética en el uso de las redes sociales.
Con tanto embrollo en la red, ¿usted cree que las plataformas digitales deberían asumir más responsabilidad en la verificación de la información que se publica o es tarea exclusiva de los usuarios estar siempre alertas y analizar cada publicación con lupa?