¡Ay, Dios mío! Quién lo diría... Parece que el fentanilo, esa moda gringa que da qué hablar, no va a ser el problema grande acá en Costa Rica. Siempre escuchamos historias de 'zombies' allá en Estados Unidos, pero parece que tenemos pez que freír más cerca de casa. Lo que nos preocupa ahora, mis panas, es cómo la cocaína se está moviendo así, a paso ligero, y eso sí que puede traerle dolor de cabeza a nuestro país.
Marcelo Solano, el jefe de la policía municipal de San José, le echó luz al asunto en una entrevista reciente. Según él, el panorama mundial de las drogas está dando un giro interesante. Ya no es lo mismo que en los años 80, cuando la cocaína reinaba supremamente. Ahora las droguitas sintéticas, como el fentanilo, les están quitando terreno, precisamente porque son más fáciles y baratas de producir. Y eso es algo que nos debería hacer pensar seriamente.
Aquí, en Costa Rica, el fentanilo todavía es caro. Un pedacito cuesta unos ocho mil colones, lo que equivale a unas dieciséis piedras de crack. Imagínate, un crack maníaco tendría que ahorrar un buen rato para pagarse una pastillita de eso. Pero el problema es que esa dinámica podría cambiar, especialmente si la oferta de cocaína se dispara a nivel mundial. Y ahí es donde la cosa se pone fea.
Lo que pasa es que hay montones de cocaína acumulada, dicen que más de cinco mil toneladas al año no logran venderse. ¡Eso es una barbaridad! Y si el precio de la cocaína baja, automáticamente, el crack se abarata también. Y eso, mis amigos, sí que es un problema para nosotros, porque el crack ya es la droga favorita de las poblaciones más vulnerables. Pura tragedia, ¿verdad?
El crack, pa’ los que no saben, es el resultado de procesar los desechos de la cocaína con químicos baratos. Te hace sentir bien por un ratito, pero luego te deja pidiendo más, y así te enganchas rápido. Es la droga más fácil de conseguir en barrios como Hatillo, Sagrada Familia, Barrio Cuba, Paso Ancho… básicamente, domina la vida de muchos ‘piedreros’ y alimenta los negocios ilegales de los que se lucran con su sufrimiento.
Ahora, imagínate si la cocaína se vuelve aún más barata. Eso significa que habría más crack circulando por las calles, más gente atrapada en la adicción y más violencia relacionada con el microtráfico. Los grupos delictivos buscarán formas de compensar las pérdidas económicas, y eso inevitablemente implica peleas por el control de territorios y más crímenes violentos. No pinta nada bueno, la verdad.
Las autoridades están preocupadas, y con razón. Aunque el fentanilo es una amenaza latente, el verdadero peligro radica en el abaratamiento de la cocaína y el consiguiente aumento del consumo de crack. Es un círculo vicioso difícil de romper, pero no imposible. Necesitamos invertir en prevención, tratamiento y rehabilitación, y atacar frontalmente las causas sociales que llevan a las personas a consumir drogas.
Este escenario nos plantea una gran pregunta: ¿Cómo podemos proteger a nuestras comunidades más vulnerables de los efectos devastadores del crack, especialmente si el precio de la cocaína continúa bajando? ¿Qué medidas concretas deberían tomar el gobierno y la sociedad civil para abordar este problema de raíz y evitar que nuestra juventud se pierda en las adicciones?
Marcelo Solano, el jefe de la policía municipal de San José, le echó luz al asunto en una entrevista reciente. Según él, el panorama mundial de las drogas está dando un giro interesante. Ya no es lo mismo que en los años 80, cuando la cocaína reinaba supremamente. Ahora las droguitas sintéticas, como el fentanilo, les están quitando terreno, precisamente porque son más fáciles y baratas de producir. Y eso es algo que nos debería hacer pensar seriamente.
Aquí, en Costa Rica, el fentanilo todavía es caro. Un pedacito cuesta unos ocho mil colones, lo que equivale a unas dieciséis piedras de crack. Imagínate, un crack maníaco tendría que ahorrar un buen rato para pagarse una pastillita de eso. Pero el problema es que esa dinámica podría cambiar, especialmente si la oferta de cocaína se dispara a nivel mundial. Y ahí es donde la cosa se pone fea.
Lo que pasa es que hay montones de cocaína acumulada, dicen que más de cinco mil toneladas al año no logran venderse. ¡Eso es una barbaridad! Y si el precio de la cocaína baja, automáticamente, el crack se abarata también. Y eso, mis amigos, sí que es un problema para nosotros, porque el crack ya es la droga favorita de las poblaciones más vulnerables. Pura tragedia, ¿verdad?
El crack, pa’ los que no saben, es el resultado de procesar los desechos de la cocaína con químicos baratos. Te hace sentir bien por un ratito, pero luego te deja pidiendo más, y así te enganchas rápido. Es la droga más fácil de conseguir en barrios como Hatillo, Sagrada Familia, Barrio Cuba, Paso Ancho… básicamente, domina la vida de muchos ‘piedreros’ y alimenta los negocios ilegales de los que se lucran con su sufrimiento.
Ahora, imagínate si la cocaína se vuelve aún más barata. Eso significa que habría más crack circulando por las calles, más gente atrapada en la adicción y más violencia relacionada con el microtráfico. Los grupos delictivos buscarán formas de compensar las pérdidas económicas, y eso inevitablemente implica peleas por el control de territorios y más crímenes violentos. No pinta nada bueno, la verdad.
Las autoridades están preocupadas, y con razón. Aunque el fentanilo es una amenaza latente, el verdadero peligro radica en el abaratamiento de la cocaína y el consiguiente aumento del consumo de crack. Es un círculo vicioso difícil de romper, pero no imposible. Necesitamos invertir en prevención, tratamiento y rehabilitación, y atacar frontalmente las causas sociales que llevan a las personas a consumir drogas.
Este escenario nos plantea una gran pregunta: ¿Cómo podemos proteger a nuestras comunidades más vulnerables de los efectos devastadores del crack, especialmente si el precio de la cocaína continúa bajando? ¿Qué medidas concretas deberían tomar el gobierno y la sociedad civil para abordar este problema de raíz y evitar que nuestra juventud se pierda en las adicciones?
