¡Ay, Dios mío! Este diciembre prometía ser bueno, con aguinaldos y reuniones familiares, pero la verdad, este fin de semana nos dio un buen cosazo. La Cruz Roja no paraba, sirenas pa' todos lados, y las noticias, pura pena. Parece que las carreteras se tragaron 22 vidas y lastimaron a muchísimos más. Ya ni qué decir, la cosa está dura.
El reporte oficial es escalofriante, pura estadística fría que no refleja el dolor de tantas familias ticas. Entre sábado y domingo, la Benemérita respondió a un montón de accidentes, algunos tan feos que hasta los rescatistas quedaron sacudidos. Son 22 almas que ya no van a disfrutar de las fiestas, 22 hogares rotos. Y eso sin contar los 84 que siguen luchando por su vida en hospitales, conectados a máquinas, con la esperanza de poder ver el nuevo año.
Javier Calderón, el vocero de la Cruz Roja, no se anduvo con rodeos: “Atendimos 84 pacientes críticos, la gran mayoría por accidentes de tránsito”. El mae puso el dedo en la llaga, diciéndonos que la situación es grave y que tenemos que tomar cartas en el asunto. No es solo una cifra, es una llamada de atención para todos nosotros, conductores y peatones. Ya huele a tragedia navideña si no cambiamos la forma de conducir.
Pero, ¿por qué esto pasa año tras año? Los expertos dicen que es el famoso ‘efecto diciembre’: aguinaldos en mano, ganas de salir, gastar, visitar a los primos lejanos, y encima, el estrés de tener que cuadrar cuentas. Se junta todo, sumarle unas copitas de guaro y voilà, tenemos una receta para el desastre en las carreteras. Ese cóctel mortal de imprudencia y velocidad nos salió caro, muy caro.
No es ningún secreto que muchos esperamos que sea otro a quien se le vaya la pincha y así evitar problemas, pero lamentablemente la calle no perdona. Te atropella igual, te mete en problemas igual y a veces, como pasó este fin de semana, te arrebata la vida. El exceso de velocidad, no respetar las señales, el celular en la mano, todas esas pequeñas actitudes imprudentes suman y terminan generando tragedias irreparables.
Por supuesto, la Cruz Roja está reforzando los operativos, poniendo más ambulancias en las rutas y capacitando a los rescatistas. Pero no pueden estar en todas partes a la vez. Necesitamos que cada uno de nosotros haga su parte, que maneje con responsabilidad y respeto por los demás. Que se acuerde que detrás de cada volante hay una familia esperando a alguien en casa.
Y hablando de esperar, ¿nos espera algo peor para estas fechas? El 24 y el 31 siempre son días críticos, con más tráfico, más carros ebrios y más prisas. Si este fin de semana estuvo así, con toda la precaución que uno puede tener, ¿imaginen cómo estará la cosa cuando estemos todos desesperados por llegar a la cena de navidad o a la fiesta de Año Nuevo?
Así que, vamos a reflexionar sobre esto, mi gente. ¿Qué podemos hacer diferente para evitar que estas tragedias se repitan? ¿Deberíamos exigir leyes más duras para los infractores? ¿Será suficiente con campañas de concientización o necesitamos un cambio radical en nuestra cultura de conducción? Díganme, ¿ustedes qué piensan?”, comentó Don Alberto, vecino del bario, preocupado mientras tomaba un café.
El reporte oficial es escalofriante, pura estadística fría que no refleja el dolor de tantas familias ticas. Entre sábado y domingo, la Benemérita respondió a un montón de accidentes, algunos tan feos que hasta los rescatistas quedaron sacudidos. Son 22 almas que ya no van a disfrutar de las fiestas, 22 hogares rotos. Y eso sin contar los 84 que siguen luchando por su vida en hospitales, conectados a máquinas, con la esperanza de poder ver el nuevo año.
Javier Calderón, el vocero de la Cruz Roja, no se anduvo con rodeos: “Atendimos 84 pacientes críticos, la gran mayoría por accidentes de tránsito”. El mae puso el dedo en la llaga, diciéndonos que la situación es grave y que tenemos que tomar cartas en el asunto. No es solo una cifra, es una llamada de atención para todos nosotros, conductores y peatones. Ya huele a tragedia navideña si no cambiamos la forma de conducir.
Pero, ¿por qué esto pasa año tras año? Los expertos dicen que es el famoso ‘efecto diciembre’: aguinaldos en mano, ganas de salir, gastar, visitar a los primos lejanos, y encima, el estrés de tener que cuadrar cuentas. Se junta todo, sumarle unas copitas de guaro y voilà, tenemos una receta para el desastre en las carreteras. Ese cóctel mortal de imprudencia y velocidad nos salió caro, muy caro.
No es ningún secreto que muchos esperamos que sea otro a quien se le vaya la pincha y así evitar problemas, pero lamentablemente la calle no perdona. Te atropella igual, te mete en problemas igual y a veces, como pasó este fin de semana, te arrebata la vida. El exceso de velocidad, no respetar las señales, el celular en la mano, todas esas pequeñas actitudes imprudentes suman y terminan generando tragedias irreparables.
Por supuesto, la Cruz Roja está reforzando los operativos, poniendo más ambulancias en las rutas y capacitando a los rescatistas. Pero no pueden estar en todas partes a la vez. Necesitamos que cada uno de nosotros haga su parte, que maneje con responsabilidad y respeto por los demás. Que se acuerde que detrás de cada volante hay una familia esperando a alguien en casa.
Y hablando de esperar, ¿nos espera algo peor para estas fechas? El 24 y el 31 siempre son días críticos, con más tráfico, más carros ebrios y más prisas. Si este fin de semana estuvo así, con toda la precaución que uno puede tener, ¿imaginen cómo estará la cosa cuando estemos todos desesperados por llegar a la cena de navidad o a la fiesta de Año Nuevo?
Así que, vamos a reflexionar sobre esto, mi gente. ¿Qué podemos hacer diferente para evitar que estas tragedias se repitan? ¿Deberíamos exigir leyes más duras para los infractores? ¿Será suficiente con campañas de concientización o necesitamos un cambio radical en nuestra cultura de conducción? Díganme, ¿ustedes qué piensan?”, comentó Don Alberto, vecino del bario, preocupado mientras tomaba un café.