Maes, agárrense porque esta vara es de otro nivel. A veces uno lee las noticias y piensa que está viendo una serie de narcos en Netflix, pero no. Es Costa Rica, es 2025, y el guion que nos acaban de tirar a la cara es más enredado y cínico que cualquier ficción. El informe de los gringos de la OFAC (la oficina esa que congela platales) no vino a contarnos un chisme nuevo; vino a ponerle el sello oficial a lo que ya se sentía en el aire: la podredumbre en las altas esferas tiene nombre y apellido, y en este caso, se apellida Gamboa.
Vamos a desmenuzar el despiche. El documento no se anda por las ramas: Celso Gamboa, el que una vez fue Fiscal General y Magistrado, usaba sus contactos en el gobierno para soplarle a Alejandro Arias Monge, alias "Diablo", cada vez que la policía le iba a caer. Básicamente, funcionaba como el "call center" personal de Diablo para evadir la ley. ¡Qué nivel de descaro! Esto confirma que la razón por la que el mae más buscado del país sigue paseándose como si nada, no es solo por su habilidad para esconderse, sino porque tenía un ángel de la guarda con carné del Poder Judicial. La vara es tan grave que el informe de la DEA y la OFAC no los pinta como conocidos, sino como "socios". Y mientras ellos jugaban a los negocios, el país se iba al traste, con Limón convertido en un campo de batalla y la tasa de homicidios por las nubes.
Pero si creían que la historia terminaba ahí, prepárense para la parte que de verdad vuela la cabeza. Resulta que a finales de 2022, con el gobierno de Chaves recién estrenado, a Gamboa se le ocurrió una jugada maestra. El mae, ni corto ni perezoso, le pide una cita al entonces Ministro de Seguridad, Jorge Torres. ¿El motivo? Supuestamente tenía información para entregar a Diablo en bandeja de plata. Pero aquí viene la "letra pequeña": llegó a la reunión acompañado de dos sujetos, los hermanos Estupiñán Montaño, que hoy están guardados por narco. Su "oferta" era, en resumen, "dejen de molestar a uno de los nuestros y yo les entrego al más grande". O sea, intentó usar a su propio socio como ficha de cambio para salvar otro brete. Mae, hay que decirlo claro: Gamboa se jaló una torta monumental pensando que podía jugar de doble agente con el Estado.
Esta movida fue el clavo que terminó de cerrar su ataúd. Jorge Torres, en lugar de seguirle el juego, hizo lo que tenía que hacer: levantó el teléfono y le contó todo el numerito a la DEA. Y a partir de ahí, los gringos le pusieron el ojo encima a Gamboa hasta que finalmente le cayeron. Lo irónico es que fue su propio intento de traición, su propia astucia mal calculada, lo que aceleró su caída. Este capítulo demuestra una audacia que raya en lo patológico, una sensación de impunidad tan grande que creyó que podía entrar al despacho del Ministro de Seguridad a negociar un intercambio de cromos con narcotraficantes.
Al final, este chunche es mucho más que la historia de un exmagistrado corrupto. Es un espejo que nos devuelve una imagen horrible de nosotros mismos como país. Nos muestra que la violencia que vemos en las calles no es casualidad; es el resultado de alianzas tóxicas cocinadas en despachos con aire acondicionado. La sanción de la OFAC y la extradición de Gamboa son un golpe, sí, pero el problema de fondo sigue ahí. La estructura que permitió que un tipo como él llegara tan alto y operara con tanta libertad sigue, en gran parte, intacta. El narco no solo compra sicarios, compra influencias, y eso, maes, es lo que de verdad nos tiene contra las cuerdas.
Maes, más allá de la indignación del momento, ¿creen que este caso es la punta del iceberg o un caso aislado de corrupción a este nivel? ¿Qué tan profundo creen que está metido el narco en la política del país?
Vamos a desmenuzar el despiche. El documento no se anda por las ramas: Celso Gamboa, el que una vez fue Fiscal General y Magistrado, usaba sus contactos en el gobierno para soplarle a Alejandro Arias Monge, alias "Diablo", cada vez que la policía le iba a caer. Básicamente, funcionaba como el "call center" personal de Diablo para evadir la ley. ¡Qué nivel de descaro! Esto confirma que la razón por la que el mae más buscado del país sigue paseándose como si nada, no es solo por su habilidad para esconderse, sino porque tenía un ángel de la guarda con carné del Poder Judicial. La vara es tan grave que el informe de la DEA y la OFAC no los pinta como conocidos, sino como "socios". Y mientras ellos jugaban a los negocios, el país se iba al traste, con Limón convertido en un campo de batalla y la tasa de homicidios por las nubes.
Pero si creían que la historia terminaba ahí, prepárense para la parte que de verdad vuela la cabeza. Resulta que a finales de 2022, con el gobierno de Chaves recién estrenado, a Gamboa se le ocurrió una jugada maestra. El mae, ni corto ni perezoso, le pide una cita al entonces Ministro de Seguridad, Jorge Torres. ¿El motivo? Supuestamente tenía información para entregar a Diablo en bandeja de plata. Pero aquí viene la "letra pequeña": llegó a la reunión acompañado de dos sujetos, los hermanos Estupiñán Montaño, que hoy están guardados por narco. Su "oferta" era, en resumen, "dejen de molestar a uno de los nuestros y yo les entrego al más grande". O sea, intentó usar a su propio socio como ficha de cambio para salvar otro brete. Mae, hay que decirlo claro: Gamboa se jaló una torta monumental pensando que podía jugar de doble agente con el Estado.
Esta movida fue el clavo que terminó de cerrar su ataúd. Jorge Torres, en lugar de seguirle el juego, hizo lo que tenía que hacer: levantó el teléfono y le contó todo el numerito a la DEA. Y a partir de ahí, los gringos le pusieron el ojo encima a Gamboa hasta que finalmente le cayeron. Lo irónico es que fue su propio intento de traición, su propia astucia mal calculada, lo que aceleró su caída. Este capítulo demuestra una audacia que raya en lo patológico, una sensación de impunidad tan grande que creyó que podía entrar al despacho del Ministro de Seguridad a negociar un intercambio de cromos con narcotraficantes.
Al final, este chunche es mucho más que la historia de un exmagistrado corrupto. Es un espejo que nos devuelve una imagen horrible de nosotros mismos como país. Nos muestra que la violencia que vemos en las calles no es casualidad; es el resultado de alianzas tóxicas cocinadas en despachos con aire acondicionado. La sanción de la OFAC y la extradición de Gamboa son un golpe, sí, pero el problema de fondo sigue ahí. La estructura que permitió que un tipo como él llegara tan alto y operara con tanta libertad sigue, en gran parte, intacta. El narco no solo compra sicarios, compra influencias, y eso, maes, es lo que de verdad nos tiene contra las cuerdas.
Maes, más allá de la indignación del momento, ¿creen que este caso es la punta del iceberg o un caso aislado de corrupción a este nivel? ¿Qué tan profundo creen que está metido el narco en la política del país?