Diay, maes, parece que a José Aguilar, el candidato de Avanza, la última encuesta de Opol Consultores le resbaló más que un jabón en media ducha. Y es que no es para menos, el estudio lo deja raspando el margen de error, una posición que a cualquiera le daría un yeyo. Mientras la candidata oficialista, Laura Fernández, anda cómoda con un 24%, seguida de lejos por los ya conocidos Fabricio Alvarado y Álvaro Ramos con un 7% cada uno, Aguilar ni siquiera figura en el podio. Y ojo al dato más brutal: un 28.5% dice que no votaría por NINGUNO y casi un 15% está en la luna, no sabe o no responde. ¡Estamos hablando de casi la mitad del país que o está harta o simplemente no le importa!
Aquí es donde la vara se pone interesante. En lugar de mandar a todo el mundo a la porra o encerrarse a llorar, Aguilar sacó el manual del “optimismo estratégico”. Su argumento es un clásico que ya hemos visto en esta novela electoral tica: “tranquilos, que así empezaron casi todos los que terminaron ganando”. Y, para ser justos, no le falta razón. La memoria no nos falla: Luis Guillermo Solís era un académico casi desconocido, Carlos Alvarado venía de un repunte milagroso y ni qué decir de Rodrigo Chaves, que salió de las sombras para ganar la presidencia. Aguilar está apostando todo a que ese fenómeno, ese “cisne negro” electoral, se puede repetir. Se agarra de esa idea como si fuera el último gallo pinto del planeta.
La tesis de Aguilar es que ese gigantesco bloque de gente indecisa, o más bien, la gente que está crítica con el gobierno actual, es la que va a tener el sartén por el mango. Él le está hablando directamente a esa mayoría silenciosa que, según él, está buscando una tercera vía. Una que no sea “el regreso del bipartidismo” (PLN y PUSC, para los más nuevos), que no quiera saber nada del PAC y sus tortas, y que le tiene pánico a lo que él llama “chavismo”. Básicamente, se está vendiendo como el bistec en un menú de puros acompañamientos que a nadie le cuadran. Suena bien en el papel, pero el brete de convencer a ese gentío de que él es la opción y no cualquier otro de los veinte candidatos que seguro tendremos, es titánico.
Y claro, como dicta el guion de toda campaña, Aguilar saca el catálogo de promesas y se presenta como la solución a todos nuestros males. Habla de un “liderazgo positivo” para combatir la delincuencia que nos tiene con el Jesús en la boca, la pobreza que no cede y la falta de brete que ahoga a tantos. Dice que “ya lo han hecho” y que ahora quieren llevar esa fórmula a nivel nacional. El problema, mae, es que ese discurso lo estamos escuchando de varios frentes. En este arroz con mango que es la política tica, diferenciarse es increíblemente difícil. Todos quieren ser el “outsider”, el que rompe con las “estructuras políticas” de siempre y el que entiende al pueblo. La pregunta del millón es si el mensaje de Aguilar tiene suficiente pólvora para destacar entre tanto ruido.
Al final, la estrategia de José Aguilar es una apuesta de todo o nada. O es un genio que está leyendo el sentir popular mejor que las encuestadoras y de verdad logrará canalizar el descontento, o está tan metido en su propia burbuja que no ve la realidad que los números, fríos y crueles, le están mostrando. Depende de que un montón de gente que hoy dice “ninguno” o “no sé”, termine marcando la bandera de Avanza en 2026. Es un volado al aire, y en política, esos volados a veces salen bien... y otras veces, terminan en un soberano planchazo. Así que, abro el debate en el foro:
Maes, ¿ustedes le compran el cuento a Aguilar? ¿Creen que de verdad se puede repetir la historia de los “tapados” que llegan a segunda ronda, o las encuestas, aunque sea temprano, ya nos están cantando la realidad?
Aquí es donde la vara se pone interesante. En lugar de mandar a todo el mundo a la porra o encerrarse a llorar, Aguilar sacó el manual del “optimismo estratégico”. Su argumento es un clásico que ya hemos visto en esta novela electoral tica: “tranquilos, que así empezaron casi todos los que terminaron ganando”. Y, para ser justos, no le falta razón. La memoria no nos falla: Luis Guillermo Solís era un académico casi desconocido, Carlos Alvarado venía de un repunte milagroso y ni qué decir de Rodrigo Chaves, que salió de las sombras para ganar la presidencia. Aguilar está apostando todo a que ese fenómeno, ese “cisne negro” electoral, se puede repetir. Se agarra de esa idea como si fuera el último gallo pinto del planeta.
La tesis de Aguilar es que ese gigantesco bloque de gente indecisa, o más bien, la gente que está crítica con el gobierno actual, es la que va a tener el sartén por el mango. Él le está hablando directamente a esa mayoría silenciosa que, según él, está buscando una tercera vía. Una que no sea “el regreso del bipartidismo” (PLN y PUSC, para los más nuevos), que no quiera saber nada del PAC y sus tortas, y que le tiene pánico a lo que él llama “chavismo”. Básicamente, se está vendiendo como el bistec en un menú de puros acompañamientos que a nadie le cuadran. Suena bien en el papel, pero el brete de convencer a ese gentío de que él es la opción y no cualquier otro de los veinte candidatos que seguro tendremos, es titánico.
Y claro, como dicta el guion de toda campaña, Aguilar saca el catálogo de promesas y se presenta como la solución a todos nuestros males. Habla de un “liderazgo positivo” para combatir la delincuencia que nos tiene con el Jesús en la boca, la pobreza que no cede y la falta de brete que ahoga a tantos. Dice que “ya lo han hecho” y que ahora quieren llevar esa fórmula a nivel nacional. El problema, mae, es que ese discurso lo estamos escuchando de varios frentes. En este arroz con mango que es la política tica, diferenciarse es increíblemente difícil. Todos quieren ser el “outsider”, el que rompe con las “estructuras políticas” de siempre y el que entiende al pueblo. La pregunta del millón es si el mensaje de Aguilar tiene suficiente pólvora para destacar entre tanto ruido.
Al final, la estrategia de José Aguilar es una apuesta de todo o nada. O es un genio que está leyendo el sentir popular mejor que las encuestadoras y de verdad logrará canalizar el descontento, o está tan metido en su propia burbuja que no ve la realidad que los números, fríos y crueles, le están mostrando. Depende de que un montón de gente que hoy dice “ninguno” o “no sé”, termine marcando la bandera de Avanza en 2026. Es un volado al aire, y en política, esos volados a veces salen bien... y otras veces, terminan en un soberano planchazo. Así que, abro el debate en el foro:
Maes, ¿ustedes le compran el cuento a Aguilar? ¿Creen que de verdad se puede repetir la historia de los “tapados” que llegan a segunda ronda, o las encuestas, aunque sea temprano, ya nos están cantando la realidad?