Maes, hablemos de una vara que debería ponernos los pelos de punta a todos. Porque al final del día, todos terminamos, de una u otra forma, en manos de la Caja. Y cuando la Caja estornuda, a todo el país le da gripe. Pues resulta que ahora mismo no está estornudando, está con una pulmonía de las bravas. La gente de la Cámara de Comercio Exterior (Crecex) acaba de pegar el grito al cielo porque la CCSS tiene meses de no pagarle a un montón de sus proveedores. Y no hablamos de que se les atrasó la quincena, hablamos de miles de millones de colones en facturas que duermen el sueño de los justos en algún limbo burocrático. ¡Qué torta! Esto ya dejó de ser un simple atraso para convertirse en una amenaza real para el sistema de salud.
¿Y cuál es el culpable de este desastre? Adivinen. Un sistema informático nuevo. Sí, leyeron bien. En un intento por modernizarse, la Caja implementó un sistema de estos famosos “ERP”, un chunche alemán llamado SAP que, se supone, venía a ordenar la casa. El problema es que, en lugar de ordenar, parece que le metieron una bomba al archivo. La implementación de este sistema ha sido un despiche total, creando un cuello de botella que tiene a cientos de empresas, desde las más grandes hasta las más pequeñas, contra las cuerdas. Lo que debía ser una solución para agilizar el brete de pagar facturas se convirtió en un monstruo que se las traga y no las procesa, dejando a todo el mundo guindando.
Pero que no se nos olvide lo más importante: esto no es solo un problema de plata o un dolor de cabeza para los gerentes financieros. Esto nos afecta directamente a usted y a mí. Crecex lo pone clarísimo: este caos pone en riesgo la disponibilidad de inventarios críticos. ¿Cómo se traduce eso al español de a pie? Diay, que el día de mañana usted podría llegar a un EBAIS y que no haya jeringas. O que una cirugía programada se atrase porque el equipo especializado que se necesita está varado en una aduana, ya que la empresa de logística no ha recibido su pago y no lo va a liberar. Los proveedores, obviamente, están saladísimos, porque tienen que seguir pagando salarios, impuestos y sus propias deudas, pero sin el flujo de caja que les garantiza la CCSS, que para muchos es su cliente más grande.
La ironía es casi poética. La institución que debe velar por nuestra salud está, por un enredo administrativo y tecnológico, enfermando a la cadena de empresas que la mantienen viva. Según Crecex, esto no solo afecta a los que venden insumos médicos de alta tecnología; golpea al que da servicios de limpieza, al de seguridad, al que suple el café para los funcionarios. Es una reacción en cadena que podría hacer que muchas de estas empresas se vayan al traste, comprometiendo la calidad y la continuidad de los servicios que todos necesitamos. El llamado de la Cámara a la Caja es desesperado: revisen sus procesos, encuentren dónde está el nudo y denle certeza a la gente de que les van a pagar. No es un favor, es lo mínimo que se espera.
Al final, la historia se repite. Un proyecto de modernización que suena increíble en el papel termina siendo ejecutado de una forma que deja más problemas que soluciones. No estoy en contra de modernizar el Estado, ¡para nada!, pero la planificación y la ejecución tienen que ser impecables, sobre todo cuando se trata de la salud de casi cinco millones de personas. Aquí es donde la cosa se pone seria. Pero bueno, les pregunto a ustedes, maes: ¿Esto es solo un dolor de cabeza técnico o es un síntoma de algo más podrido en la administración de la Caja? ¿Cuántas 'tortas' más de estas aguanta nuestro sistema de salud antes de que la vara se ponga realmente fea para todos nosotros? Los leo.
¿Y cuál es el culpable de este desastre? Adivinen. Un sistema informático nuevo. Sí, leyeron bien. En un intento por modernizarse, la Caja implementó un sistema de estos famosos “ERP”, un chunche alemán llamado SAP que, se supone, venía a ordenar la casa. El problema es que, en lugar de ordenar, parece que le metieron una bomba al archivo. La implementación de este sistema ha sido un despiche total, creando un cuello de botella que tiene a cientos de empresas, desde las más grandes hasta las más pequeñas, contra las cuerdas. Lo que debía ser una solución para agilizar el brete de pagar facturas se convirtió en un monstruo que se las traga y no las procesa, dejando a todo el mundo guindando.
Pero que no se nos olvide lo más importante: esto no es solo un problema de plata o un dolor de cabeza para los gerentes financieros. Esto nos afecta directamente a usted y a mí. Crecex lo pone clarísimo: este caos pone en riesgo la disponibilidad de inventarios críticos. ¿Cómo se traduce eso al español de a pie? Diay, que el día de mañana usted podría llegar a un EBAIS y que no haya jeringas. O que una cirugía programada se atrase porque el equipo especializado que se necesita está varado en una aduana, ya que la empresa de logística no ha recibido su pago y no lo va a liberar. Los proveedores, obviamente, están saladísimos, porque tienen que seguir pagando salarios, impuestos y sus propias deudas, pero sin el flujo de caja que les garantiza la CCSS, que para muchos es su cliente más grande.
La ironía es casi poética. La institución que debe velar por nuestra salud está, por un enredo administrativo y tecnológico, enfermando a la cadena de empresas que la mantienen viva. Según Crecex, esto no solo afecta a los que venden insumos médicos de alta tecnología; golpea al que da servicios de limpieza, al de seguridad, al que suple el café para los funcionarios. Es una reacción en cadena que podría hacer que muchas de estas empresas se vayan al traste, comprometiendo la calidad y la continuidad de los servicios que todos necesitamos. El llamado de la Cámara a la Caja es desesperado: revisen sus procesos, encuentren dónde está el nudo y denle certeza a la gente de que les van a pagar. No es un favor, es lo mínimo que se espera.
Al final, la historia se repite. Un proyecto de modernización que suena increíble en el papel termina siendo ejecutado de una forma que deja más problemas que soluciones. No estoy en contra de modernizar el Estado, ¡para nada!, pero la planificación y la ejecución tienen que ser impecables, sobre todo cuando se trata de la salud de casi cinco millones de personas. Aquí es donde la cosa se pone seria. Pero bueno, les pregunto a ustedes, maes: ¿Esto es solo un dolor de cabeza técnico o es un síntoma de algo más podrido en la administración de la Caja? ¿Cuántas 'tortas' más de estas aguanta nuestro sistema de salud antes de que la vara se ponga realmente fea para todos nosotros? Los leo.