¡Ay, Dios mío! Aquí vamos de nuevo. Parece que la cosa no pinta muy pretty con la confianza del consumidor. Según los últimos datos, la gente anda más agarrada que rata de medio día y con menos ganas de soltar el chunche, digo, de gastar dinero. Esto, mis queridos foreros, es más grave de lo que parece, porque si nadie compra, pues… ¿quién va a pagar los impuestos, diay?
Resulta que este panorama oscuro viene arrastrándose desde hace buen rato, agravándose con la incertidumbre mundial y, claro, nuestras propias cositas locales. Recordemos que todavía estamos digiriendo las consecuencias de la pandemia, sumándole el tema de la inflación que nos ha dejado a todos con el bolsillo más delgado que antena de televisión vieja. Y eso sin mencionar la volatilidad del dólar, que brinca como rana en sartén caliente.
Ahora bien, la última opinión del exdirector de la CEPAL, Isaac Cohen, pone la lupa directamente sobre este brete. Él argumenta que la caída de la confianza no es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia global impulsada por factores macroeconómicos complejos. Pero también señala que nuestra peculiar situación fiscal y política no ayuda precisamente; más bien, le echa sal a la herida. Dice que necesitamos, urgentemente, decisiones económicas claras y creíbles, o nos vamos a ir al traste, literalmente.
Y ni hablar de lo que esto significa para los pequeños y medianos empresarios, la columna vertebral de nuestra economía. Muchos están viendo cómo sus negocios se tambalean, luchando por mantener a flote mientras lidian con costos crecientes y clientes cada vez más reacios a abrir la cartera. Algunos ya han tenido que despedir gente, otros están pensando en cerrar las puertas. ¡Qué pena ajena!
¿Pero dónde está la falla, mae? Algunos economistas apuntan a la falta de inversión productiva, la burocracia asfixiante y un entorno regulatorio poco favorable para los negocios. Otros creen que el problema radica en la percepción de inseguridad ciudadana, que desalienta el consumo y la actividad económica. Sea cual sea la causa, lo cierto es que tenemos un problema serio entre manos.
Es evidente que el gobierno necesita tomar cartas en el asunto y rápido. No basta con promesas vacías o discursos grandilocuentes; necesitamos medidas concretas que generen confianza en los inversionistas y estimulen el consumo interno. Incentivos fiscales, simplificación de trámites, políticas de apoyo a las pequeñas empresas, combate frontal a la corrupción... Todo suma, diay. Porque si seguimos así, la cosa se va a poner más fea que cara de Judas.
Claro, no todo está perdido. Costa Rica siempre ha demostrado resiliencia y capacidad de recuperación. Tenemos un capital humano valioso, recursos naturales privilegiados y una cultura emprendedora envidiable. Lo importante es aprovechar estos activos y trabajar juntos –gobierno, sector privado, sociedad civil– para construir un futuro económico más sólido y sostenible. Este país tiene potencial, pero hay que sacarle raja.
En fin, la confianza del consumidor sigue en picada, y la situación económica se presenta complicada. ¿Ustedes qué piensan? ¿Creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para revertir esta tendencia, o nos dirigimos irremediablemente hacia una recesión profunda? Déjenme sus opiniones en los comentarios, ¡y que no falten los argumentos bien pensados!
Resulta que este panorama oscuro viene arrastrándose desde hace buen rato, agravándose con la incertidumbre mundial y, claro, nuestras propias cositas locales. Recordemos que todavía estamos digiriendo las consecuencias de la pandemia, sumándole el tema de la inflación que nos ha dejado a todos con el bolsillo más delgado que antena de televisión vieja. Y eso sin mencionar la volatilidad del dólar, que brinca como rana en sartén caliente.
Ahora bien, la última opinión del exdirector de la CEPAL, Isaac Cohen, pone la lupa directamente sobre este brete. Él argumenta que la caída de la confianza no es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia global impulsada por factores macroeconómicos complejos. Pero también señala que nuestra peculiar situación fiscal y política no ayuda precisamente; más bien, le echa sal a la herida. Dice que necesitamos, urgentemente, decisiones económicas claras y creíbles, o nos vamos a ir al traste, literalmente.
Y ni hablar de lo que esto significa para los pequeños y medianos empresarios, la columna vertebral de nuestra economía. Muchos están viendo cómo sus negocios se tambalean, luchando por mantener a flote mientras lidian con costos crecientes y clientes cada vez más reacios a abrir la cartera. Algunos ya han tenido que despedir gente, otros están pensando en cerrar las puertas. ¡Qué pena ajena!
¿Pero dónde está la falla, mae? Algunos economistas apuntan a la falta de inversión productiva, la burocracia asfixiante y un entorno regulatorio poco favorable para los negocios. Otros creen que el problema radica en la percepción de inseguridad ciudadana, que desalienta el consumo y la actividad económica. Sea cual sea la causa, lo cierto es que tenemos un problema serio entre manos.
Es evidente que el gobierno necesita tomar cartas en el asunto y rápido. No basta con promesas vacías o discursos grandilocuentes; necesitamos medidas concretas que generen confianza en los inversionistas y estimulen el consumo interno. Incentivos fiscales, simplificación de trámites, políticas de apoyo a las pequeñas empresas, combate frontal a la corrupción... Todo suma, diay. Porque si seguimos así, la cosa se va a poner más fea que cara de Judas.
Claro, no todo está perdido. Costa Rica siempre ha demostrado resiliencia y capacidad de recuperación. Tenemos un capital humano valioso, recursos naturales privilegiados y una cultura emprendedora envidiable. Lo importante es aprovechar estos activos y trabajar juntos –gobierno, sector privado, sociedad civil– para construir un futuro económico más sólido y sostenible. Este país tiene potencial, pero hay que sacarle raja.
En fin, la confianza del consumidor sigue en picada, y la situación económica se presenta complicada. ¿Ustedes qué piensan? ¿Creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para revertir esta tendencia, o nos dirigimos irremediablemente hacia una recesión profunda? Déjenme sus opiniones en los comentarios, ¡y que no falten los argumentos bien pensados!