¡Ay, Dios mío! Quién se imaginaba que la candidata Laura Fernández nos sacudiría así con su estrategia de campaña. Después del revuelo por su ausencia en el foro de JUPEMA y las pullas de Doña Claudia Dobles, la jefa decidió echarle salsa al asunto y poner las cartas sobre la mesa. Se nota que no le teme a nadie y va con toda.
Verán, la jugada de la «silla vacía» había levantado ampollas desde hace tiempo. Mucha gente se preguntaba si realmente quería debatir y presentar sus ideas o si simplemente prefería evitar el escrutinio público. Pero la señora no se anda con rodeos y salió a defender su posición con una sinceridad que algunos podrían considerar poco diplomática, pero que muchos otros valorarán como honestidad pura.
En medio de la controversia, Fernández se paseó por Guanacaste, haciendo recorridos y escuchando a la gente. Mientras los demás candidatos se peleaban por quién tenía razón en un foro técnico, ella estaba allá, hablando con los ganaderos, entendiendo sus problemas y buscando soluciones reales. Ahí radica la diferencia, ¿verdad?
Y ahí fue cuando soltó la bomba: «¿Usted qué cree que es más importante y más estratégico para mí… ir a esa reunión a Guanacaste, a plantear propuestas… o estar metida en un forito que ven 15, 20 personas?» La frase resonó en redes sociales y dio mucho de qué hablar. Claramente, Fernández está dejando claro que prefiere conectar directamente con la base social, con la gente trabajadora, que perder el tiempo en debates que, según ella, son irrelevantes.
Este posicionamiento no es casualidad. Como bien dice el dicho, «quien anda adelante corre diferente», y Fernández sabe que lidera las encuestas. Por eso puede permitirse tomar riesgos y desafiar a sus oponentes. En lugar de participar en debates donde podría verse atacada, opta por una estrategia territorial, visitando comunidades y promoviendo sus propuestas directamente con la población. Es una jugada maestra, ¡y vaya que la sabe hacer!
No obstante, la candidata oficialista dejó abierta la puerta a futuros debates, aunque con una condición: «Yo iré a todos los debates nacionales, a los del Tribunal Supremo de Elecciones, a los que organizan los diferentes medios de comunicación, siempre y cuando mi agenda de trabajo lo permita». Ese «siempre y cuando» es el portillo que le permite salir del compromiso si la situación lo amerita, demostrando que siempre tiene una salida estratégica.
Sus rivales, por supuesto, no tardaron en reaccionar. Algunos criticaron su actitud evasiva, mientras que otros la acusaron de despreciar el debate democrático. Pero Fernández parece imperturbable. Con una sonrisa socarrona, les lanzó un mensaje contundente: «Y si eso le incomoda a los otros candidatos, que en lugar de ocuparse de mis agendas, anden muy pendientes de las mías, les digo que tengan mucha calma, que ya llegará el momento de que conversemos». ¡Qué manera de mandar a callar, mándale!
Así que, queridos lectores, la carrera hacia Casa Amarilla se pone cada vez más interesante. Laura Fernández sigue marcando pauta con su estilo único y su estrategia audaz. Ahora me pregunto, ¿creen que esta apuesta por desconectar de los debates tradicionales funcionará a largo plazo, o terminará perjudicándola frente a un electorado ávido de escuchar propuestas claras y directas en un escenario abierto? ¡Déjenme saber sus opiniones en los comentarios!
Verán, la jugada de la «silla vacía» había levantado ampollas desde hace tiempo. Mucha gente se preguntaba si realmente quería debatir y presentar sus ideas o si simplemente prefería evitar el escrutinio público. Pero la señora no se anda con rodeos y salió a defender su posición con una sinceridad que algunos podrían considerar poco diplomática, pero que muchos otros valorarán como honestidad pura.
En medio de la controversia, Fernández se paseó por Guanacaste, haciendo recorridos y escuchando a la gente. Mientras los demás candidatos se peleaban por quién tenía razón en un foro técnico, ella estaba allá, hablando con los ganaderos, entendiendo sus problemas y buscando soluciones reales. Ahí radica la diferencia, ¿verdad?
Y ahí fue cuando soltó la bomba: «¿Usted qué cree que es más importante y más estratégico para mí… ir a esa reunión a Guanacaste, a plantear propuestas… o estar metida en un forito que ven 15, 20 personas?» La frase resonó en redes sociales y dio mucho de qué hablar. Claramente, Fernández está dejando claro que prefiere conectar directamente con la base social, con la gente trabajadora, que perder el tiempo en debates que, según ella, son irrelevantes.
Este posicionamiento no es casualidad. Como bien dice el dicho, «quien anda adelante corre diferente», y Fernández sabe que lidera las encuestas. Por eso puede permitirse tomar riesgos y desafiar a sus oponentes. En lugar de participar en debates donde podría verse atacada, opta por una estrategia territorial, visitando comunidades y promoviendo sus propuestas directamente con la población. Es una jugada maestra, ¡y vaya que la sabe hacer!
No obstante, la candidata oficialista dejó abierta la puerta a futuros debates, aunque con una condición: «Yo iré a todos los debates nacionales, a los del Tribunal Supremo de Elecciones, a los que organizan los diferentes medios de comunicación, siempre y cuando mi agenda de trabajo lo permita». Ese «siempre y cuando» es el portillo que le permite salir del compromiso si la situación lo amerita, demostrando que siempre tiene una salida estratégica.
Sus rivales, por supuesto, no tardaron en reaccionar. Algunos criticaron su actitud evasiva, mientras que otros la acusaron de despreciar el debate democrático. Pero Fernández parece imperturbable. Con una sonrisa socarrona, les lanzó un mensaje contundente: «Y si eso le incomoda a los otros candidatos, que en lugar de ocuparse de mis agendas, anden muy pendientes de las mías, les digo que tengan mucha calma, que ya llegará el momento de que conversemos». ¡Qué manera de mandar a callar, mándale!
Así que, queridos lectores, la carrera hacia Casa Amarilla se pone cada vez más interesante. Laura Fernández sigue marcando pauta con su estilo único y su estrategia audaz. Ahora me pregunto, ¿creen que esta apuesta por desconectar de los debates tradicionales funcionará a largo plazo, o terminará perjudicándola frente a un electorado ávido de escuchar propuestas claras y directas en un escenario abierto? ¡Déjenme saber sus opiniones en los comentarios!
