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Lo que provocaron mis vecinos

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Miss Agatha

ANÓNIMO
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
 
Última edición:
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
Excelente relato bb, a mi me pasó algo similar, solo que al final la vecina lo sabía y el resto! es historia!! jaja
 
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
Uff me excito tanto ese relato
 
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
wow buenisimo el relato, de esas historias que realmente uno dice esto solo una vez en la vida pasa
 
#1 en FACTURA ELECTRÓNICA
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
wow, volo mi imaginacion nena!
 
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
Excelente relato. El nivel de detalle es tan bueno que se siente uno en el sitio. Muy bien!!! 👍🏻👍🏻👍🏻
 
No logro imaginar cual experiencia habrá sido mejor, si lo rico que se cogieron a tu vecina o vos disfrutando de esa forma al verlos a ellos...
 
Esa tarde salí cansada del trabajo. El sol casi desaparecía por el horizonte, pero el clima estaba caliente y húmedo. Odiaba el calor de esa ciudad. Bueno, odiaba la pura ciudad en sí.
Me bajé del carro aliviada porque por fin estaba en casa y podría darme un baño con agua fría y tomarme una cerveza, después dormiría todo el fin de semana porque era viernes y ya no trabajaba más.
Justo cuando metía la llave en la cerradura escuché un gemido cerca. Fruncí el ceño muy extrañada, pero seguí en lo que estaba. Entonces vino otro gemido, este mucho más fuerte y profundo. Vaya, se notaba que salía "del corazón". Aguzé el oído y comprendí que el sonido venía de la casa de los vecinos
No los conocía muy bien, pero sabía que eran una pareja joven, de unos veintitantos. Vinieron más gemidos y de pronto me di cuenta que estaba de pie fuera de mi casa como una completa pervertida. Me ruboricé un poco. Di el primer paso para entrar a mi casa y entonces una voz jadeante gritó.
-¡Cógeme más duro que a esa puta de tu oficina!
-Mi única puta eres tú -contestó el vecino a su esposa.
-¿Dime si ella se mueve así?
El hombre jadeó un poco.
Abrí los ojos como platos cuando fui consciente de que había doblado la esquina de mi casa y estaba a tan solo 2 metros de lo que por lo visto era la habitación de los vecinos. Tenía toda la piel erizada y a cada jadeo y gemido yo sentía mi vientre estrecharse más y más.
De pronto empezó a escucharse el típico golpeteo de una cama contra una pared.
-¿Así? ¿Así es como quieres que te coja? -dijo él vecino.
-No, más duro -jadeó ella-. Tan duro como nunca me la han metido.
Sentí un escalofrío ante las palabras de ella. Dios santo, sonaba tan excitada que hasta yo quería metérsela. La cama siguió sonando. Cada vez más duro y los gemidos de ambos eran un coro sexual que llegaba a todas las terminaciones de mi cuerpo.
Me acerqué más. Yo llevaba una enagua ejecutiva que siempre debía subir a mitad de los muslos cuando conducía, así que se encontraba así en ese momento y sentía como mi diminuto hilo rojo de encaje estaba empapado y mis muslos se rozaban húmedos a cada paso mío hacia la ventana. Al principio solo me recosté a la pared de los vecinos, cerré los ojos e imaginé lo q pasaba. Pero no pude resistir mucho. Pues la conversación que tenían y los ruidos me tenían como loca. Al final terminé asomándose a la ventana. El próximo jadeo que sonó fue el mío al verlos. Tenía una vista perfecta de ambos.
Ella estaba de cuatro agarrada a la cama con todas sus fuerzas para poder soportar la fuerza de las envestidas de él, que en cada nuevo moviendo sacaba todo el pene y lo volvía a meter en el cuerpo de ella con más fuerza que la vez anterior.
Tuve que sujetarme a la pared porque sentí que las rodillas me fallaban. Mientras tanto vi que la vecina se soltó de una mano y se tomó un pecho. Era redondo, blanco y su pezón estaba tan erecto y rosado que mi boca salivó y deseé pasar mi lengua por ese trozo de piel tan exquisito. Ella apretó su pecho y pellizcó su pezón, entonces mi mano hizo lo mismo con el mío. Era como si ella me guiará. Me abrí de piernas e imaginé al vecino penetrándome fuerte, hundiendo sus manos grandes en mis caderas, haciéndome sudar desde la nuca hasta la hendidura de mis nalgas.
El pensamiento fue tan excitante que tocarme el pecho no fue suficiente así que llevé mi otra mano a mi entrepierna.
Diooooooos. Estaba tan mojada que mis dedos se pusieron húmedos al instante. Me abrí más de piernas, lo que hizo que la enagua se enrrolara hasta dejarme el culo al aire, y hundí en mi vagina dos dedos. Estaba tan caliente que poco me faltó para el orgasmo, los saqué y con ellos mojé mi clítoris que estaba herguido y duro, tan sensible que pedía a gritos mi atención. Me estremecí y se me escapó un gemido con el primer toque, luego seguí acariándolo, pellizcándolo y mojándolo. Ni siquiera sé si estaba gritando pero estaba teniendo la masturbada más impresionante de mi vida. No podía apartar los ojos de los vecinos mientras yo cada vez estaba más cerca de la cima. Estaba tan excitada imaginando el pene de mi vecino dentro mío, podía oler mi propio deseo escapándose cálido de mi entrepierna, flotando en el aire y envolviéndome en un placer inesperado.
Apreté las nalgas con fuerza cuando vi que el vecino le metía un dedo pulgar en el culito a la vecina sin dejar de cogérsela. Entonces lo sentí estallar. El orgasmo fue brutal. Primero sentí mi propio culito palpitando y luego un escalofrío salió disparado de mi clítoris a todo el cuerpo. La sensación fue tan abrumadora que no pude seguir sosteniendome en pie y caí al suelo con las piernas hechas una gelatina y el cuerpo entero contorsionándose de placer. Cerré los ojos hasta el último espasmo de mi cuerpo y cuando los volví a abrir escuché de nuevo a los vecinos. No tenía fuerzas para levantarme y seguir espiandolos, pero no era necesario. Mi cerebro había grabado sus cuerpos y podía imaginarlos perfectamente.
Mi mano traviesa volvió a moverse, esta vez decidió que el clítoris ya estaba conforme y entonces hundí cuatro dedos en mi vagina, porque dos no serían suficientes. Los hundí con fuerza al ritmo del sonido de la cama. El movimiento era tan rápido y yo estaba tán húmeda que mi vagina provocaba un sonido mojado tan rico. Y cada vez que sacaba los dedos estaban más empapados, podía sentir mi lubricación escurriendose entre mis nalgas.
-Sí. Sí. Sí -gritó la vecina.
Percibí en su voz que ya había llegado al orgasmo y eso provocó otra oleada de placer en mí. Sin dejar de meterme los dedos, llevé mi otra mano al clítoris y me moví tan rápido como pude, no aguanté demasiado. De nuevo mi cuerpo volvió a sacudirse de placer y yo terminé gritando un "sí" con el mismo tono excitado que ella.
Fue así como una vez amanecí en el patio de mis vecinos. Para cuando abrí los ojos la luna brillaba alto en el cielo y mi cuerpo estaba frío y semidesnudo sobre el césped. Mientras que la luz de la habitación de los vecinos ya se encontraba apagada.
Q rico seria verte y hacertelo viendo a ellos .
 

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