Seamos honestos, maes. ¿Cuántas veces a la semana escuchamos que la educación pública es un despiche? Que si el MEP se jaló una torta con las pruebas, que si falta presupuesto, que si los colegios se están cayendo... Es el pan de cada día, y es fácil quedarse pegado en esa hablada de que todo está mal. Y diay, muchas veces con justa razón. Pero de vez en cuando, navegando entre comunicados de prensa más secos que un tamal de diciembre, uno se topa una vara que le cambia la perspectiva. Y eso fue justo lo que me pasó con el Liceo de Cariari.
Resulta que en este cole gigante, uno de los más grandes de Tiquicia en matrícula y extensión, un grupo de estudiantes y un profe de informática, Arturo Bran, decidieron que ya era suficiente de que solo se hablara de lo malo. Hace tres años, en medio de un ambiente tenso por disturbios y chismes de pasillo, se les ocurrió una idea: una revista colegial. ¡Y qué tuanis de idea! No estamos hablando de un periodicucho mural con recortes, sino de una publicación digital hecha en Canva, bien montada y distribuida por WhatsApp y redes. Una iniciativa que nació para comunicar las "buenas acciones" y que, sin querer queriendo, terminó cambiando el aire del lugar.
Aquí es donde la vara se pone nivel. Los que están detrás de este brete son los estudiantes de Bachillerato Internacional. Seamos honestos, el programa de BI es matado, y que estos güilas saquen tiempo de donde no hay para echarse al hombro un proyecto así, es de aplaudir. Ellos mismos plantean los temas, investigan, escriben y producen. Y el impacto ha sido brutal. El director, Roberto Levy, cuenta que la revista genera una expectativa enorme en la comunidad. Pasaron de hablar de pleitos a esperar con emoción la próxima edición para ver quién compite en deportes, quién es un artista o, simplemente, para conocerse mejor entre los 1800 estudiantes que comparten el mismo espacio. Mae, la verdad es que estos güilas son unos cargas.
Lo más chiva de todo esto es que no es un caso aislado. Si uno rasca un poquito la superficie de las noticias del MEP, encuentra más historias de estas. Te topás con que la Escuela República de Nicaragua se puso las pilas con la Muni de Chepe para sembrar árboles y embellecer el lugar. O que los estudiantes del CTP de Cóbano ahora son los guardianes del mono Congo. O que en la zona Norte Norte se mandaron a un "Encuentro con Nuestras Raíces" en territorio Malécu para que la cultura no se pierda. Son pequeños chispazos de proactividad que demuestran que, a pesar de los problemas estructurales, hay gente—profes y, sobre todo, estudiantes—que sí le está poniendo bonito y que no espera que todo se lo resuelvan desde un escritorio en San José.
Al final, la historia del Liceo de Cariari es más que una simple revista. Es un recordatorio de que a veces las soluciones más efectivas no vienen de políticas complejas, sino de iniciativas sencillas y con alma. Es la prueba de que cuando se les da a los estudiantes una plataforma para resaltar lo positivo, ellos mismos se encargan de construir un mejor ambiente. Quizás el verdadero triunfo no es solo visibilizar el logro de un estudiante, sino demostrar que 1800 jóvenes pueden cambiar su propia narrativa. Y eso, para mí, es una noticia que merece mucho más que un pequeño comunicado. Ahora les pregunto a ustedes, ¿conocen casos parecidos en sus comunidades? ¿Será que nos enfocamos tanto en el despiche general que se nos olvida celebrar estas pequeñas grandes victorias?
Resulta que en este cole gigante, uno de los más grandes de Tiquicia en matrícula y extensión, un grupo de estudiantes y un profe de informática, Arturo Bran, decidieron que ya era suficiente de que solo se hablara de lo malo. Hace tres años, en medio de un ambiente tenso por disturbios y chismes de pasillo, se les ocurrió una idea: una revista colegial. ¡Y qué tuanis de idea! No estamos hablando de un periodicucho mural con recortes, sino de una publicación digital hecha en Canva, bien montada y distribuida por WhatsApp y redes. Una iniciativa que nació para comunicar las "buenas acciones" y que, sin querer queriendo, terminó cambiando el aire del lugar.
Aquí es donde la vara se pone nivel. Los que están detrás de este brete son los estudiantes de Bachillerato Internacional. Seamos honestos, el programa de BI es matado, y que estos güilas saquen tiempo de donde no hay para echarse al hombro un proyecto así, es de aplaudir. Ellos mismos plantean los temas, investigan, escriben y producen. Y el impacto ha sido brutal. El director, Roberto Levy, cuenta que la revista genera una expectativa enorme en la comunidad. Pasaron de hablar de pleitos a esperar con emoción la próxima edición para ver quién compite en deportes, quién es un artista o, simplemente, para conocerse mejor entre los 1800 estudiantes que comparten el mismo espacio. Mae, la verdad es que estos güilas son unos cargas.
Lo más chiva de todo esto es que no es un caso aislado. Si uno rasca un poquito la superficie de las noticias del MEP, encuentra más historias de estas. Te topás con que la Escuela República de Nicaragua se puso las pilas con la Muni de Chepe para sembrar árboles y embellecer el lugar. O que los estudiantes del CTP de Cóbano ahora son los guardianes del mono Congo. O que en la zona Norte Norte se mandaron a un "Encuentro con Nuestras Raíces" en territorio Malécu para que la cultura no se pierda. Son pequeños chispazos de proactividad que demuestran que, a pesar de los problemas estructurales, hay gente—profes y, sobre todo, estudiantes—que sí le está poniendo bonito y que no espera que todo se lo resuelvan desde un escritorio en San José.
Al final, la historia del Liceo de Cariari es más que una simple revista. Es un recordatorio de que a veces las soluciones más efectivas no vienen de políticas complejas, sino de iniciativas sencillas y con alma. Es la prueba de que cuando se les da a los estudiantes una plataforma para resaltar lo positivo, ellos mismos se encargan de construir un mejor ambiente. Quizás el verdadero triunfo no es solo visibilizar el logro de un estudiante, sino demostrar que 1800 jóvenes pueden cambiar su propia narrativa. Y eso, para mí, es una noticia que merece mucho más que un pequeño comunicado. Ahora les pregunto a ustedes, ¿conocen casos parecidos en sus comunidades? ¿Será que nos enfocamos tanto en el despiche general que se nos olvida celebrar estas pequeñas grandes victorias?