En el bullicioso centro de San José, Costa Rica, se alza "Casa Abierta", un refugio que promete ser un oasis para las personas LGBTQ migrantes y refugiadas, especialmente aquellas provenientes de Nicaragua. Este espacio, gestionado por el Instituto sobre Migración y Refugio LGBTIQ para Centroamérica (IRCA), se ha convertido en un bastión de esperanza y apoyo integral. Pero detrás de esta fachada de ayuda y solidaridad, se esconde una realidad que no todos están dispuestos a reconocer.
Jessenia del Carmen Maradiaga y su pareja, Lilliam Ávila, son un ejemplo vivo de la odisea que enfrentan muchos migrantes LGBTQ. Huyeron de Nicaragua en mayo de 2023, escapando de un entorno de agresiones y acoso constante debido a su orientación sexual. La violencia que dejaron atrás no es un simple cuento de horror para infundir miedo; es una realidad que azota a muchas personas en su comunidad. La historia de Jessenia y Lilliam no solo refleja la hostilidad que vivieron en Nicaragua, sino también las dificultades que enfrentan al llegar a un nuevo país con la esperanza de encontrar paz.
Costa Rica, aunque conocido por su estabilidad y progreso en derechos humanos, es uno de los países más caros de la región. Jessenia y Lilliam han tenido que enfrentarse a una dura realidad económica, llegando al punto de dormir en albergues y, en ocasiones, en la calle. Pero la situación dio un giro cuando encontraron a IRCA, una organización que les ofreció algo más que un techo: les brindó apoyo psicológico, legal y económico.
Dennis Castillo Fuentes, director ejecutivo de IRCA, subraya que su organización ofrece servicios integrales, acompañando a las personas en todos los aspectos de su vida. Este enfoque holístico es crucial, especialmente para una población tan vulnerable y marginada. Los expertos de la ONU en derechos humanos han destacado que las personas LGBTQ son de las más vulnerables entre los desplazados del mundo, enfrentando peligros adicionales como la violencia, la xenofobia y el aislamiento.
IRCA no solo ofrece refugio, sino también esperanza. Desde su fundación en 2013, la organización ha crecido de un colectivo informal a una entidad jurídica con un equipo multidisciplinario dedicado a apoyar a migrantes LGBTQ de diversas nacionalidades, aunque la mayoría sean nicaragüenses. La diversidad de nacionalidades atendidas por IRCA incluye a venezolanos, cubanos e incluso rusos, demostrando la amplitud de su alcance y la universalidad de su misión.
La creación de IRCA es una historia de resiliencia y superación personal. Dennis Castillo, al migrar de Honduras a Costa Rica hace doce años, experimentó en carne propia la falta de apoyo para la comunidad LGBTQ migrante. Esta experiencia lo motivó a crear un espacio seguro para aquellos que, como él, buscan un refugio lejos de la discriminación y el peligro.
Sin embargo, a pesar de los avances en derechos LGBTQ en Costa Rica, como la legalización del matrimonio igualitario, persisten desafíos significativos. Castillo reconoce que la discriminación y la homolesbobitransfobia siguen siendo problemas graves que su organización trabaja arduamente para combatir. La labor de IRCA es fundamental para llenar el vacío de apoyo especializado que muchas organizaciones de migrantes no pueden ofrecer.
"Casa Abierta" no es solo un refugio físico, sino también un símbolo de esperanza y resistencia. A través de su trabajo, IRCA ofrece más que asistencia; proporciona una comunidad y un sentido de pertenencia para aquellos que han sido rechazados y perseguidos. Para muchas personas LGBTQ migrantes, este oasis en San José es el primer paso hacia una vida donde pueden ser ellos mismos sin temor a la violencia y la discriminación.
La historia de "Casa Abierta" es una narrativa de lucha, esperanza y la continua búsqueda de justicia y equidad.
En un mundo donde la migración y la identidad sexual aún son campos de batalla, este pequeño refugio en Costa Rica se alza como un faro de luz para aquellos que buscan un nuevo comienzo.
Jessenia del Carmen Maradiaga y su pareja, Lilliam Ávila, son un ejemplo vivo de la odisea que enfrentan muchos migrantes LGBTQ. Huyeron de Nicaragua en mayo de 2023, escapando de un entorno de agresiones y acoso constante debido a su orientación sexual. La violencia que dejaron atrás no es un simple cuento de horror para infundir miedo; es una realidad que azota a muchas personas en su comunidad. La historia de Jessenia y Lilliam no solo refleja la hostilidad que vivieron en Nicaragua, sino también las dificultades que enfrentan al llegar a un nuevo país con la esperanza de encontrar paz.
Costa Rica, aunque conocido por su estabilidad y progreso en derechos humanos, es uno de los países más caros de la región. Jessenia y Lilliam han tenido que enfrentarse a una dura realidad económica, llegando al punto de dormir en albergues y, en ocasiones, en la calle. Pero la situación dio un giro cuando encontraron a IRCA, una organización que les ofreció algo más que un techo: les brindó apoyo psicológico, legal y económico.
Dennis Castillo Fuentes, director ejecutivo de IRCA, subraya que su organización ofrece servicios integrales, acompañando a las personas en todos los aspectos de su vida. Este enfoque holístico es crucial, especialmente para una población tan vulnerable y marginada. Los expertos de la ONU en derechos humanos han destacado que las personas LGBTQ son de las más vulnerables entre los desplazados del mundo, enfrentando peligros adicionales como la violencia, la xenofobia y el aislamiento.
IRCA no solo ofrece refugio, sino también esperanza. Desde su fundación en 2013, la organización ha crecido de un colectivo informal a una entidad jurídica con un equipo multidisciplinario dedicado a apoyar a migrantes LGBTQ de diversas nacionalidades, aunque la mayoría sean nicaragüenses. La diversidad de nacionalidades atendidas por IRCA incluye a venezolanos, cubanos e incluso rusos, demostrando la amplitud de su alcance y la universalidad de su misión.
La creación de IRCA es una historia de resiliencia y superación personal. Dennis Castillo, al migrar de Honduras a Costa Rica hace doce años, experimentó en carne propia la falta de apoyo para la comunidad LGBTQ migrante. Esta experiencia lo motivó a crear un espacio seguro para aquellos que, como él, buscan un refugio lejos de la discriminación y el peligro.
Sin embargo, a pesar de los avances en derechos LGBTQ en Costa Rica, como la legalización del matrimonio igualitario, persisten desafíos significativos. Castillo reconoce que la discriminación y la homolesbobitransfobia siguen siendo problemas graves que su organización trabaja arduamente para combatir. La labor de IRCA es fundamental para llenar el vacío de apoyo especializado que muchas organizaciones de migrantes no pueden ofrecer.
"Casa Abierta" no es solo un refugio físico, sino también un símbolo de esperanza y resistencia. A través de su trabajo, IRCA ofrece más que asistencia; proporciona una comunidad y un sentido de pertenencia para aquellos que han sido rechazados y perseguidos. Para muchas personas LGBTQ migrantes, este oasis en San José es el primer paso hacia una vida donde pueden ser ellos mismos sin temor a la violencia y la discriminación.
La historia de "Casa Abierta" es una narrativa de lucha, esperanza y la continua búsqueda de justicia y equidad.
En un mundo donde la migración y la identidad sexual aún son campos de batalla, este pequeño refugio en Costa Rica se alza como un faro de luz para aquellos que buscan un nuevo comienzo.