Maes, vamos a hablar de una vara que de verdad duele y que debería tenernos a todos con el pelo de punta. Resulta que cerramos el 2024 con la tasa de mortalidad infantil más alta de los últimos 20 años: 10,3 muertes por cada 1.000 nacimientos. Para que se hagan una idea, es la primera vez en dos décadas que rompemos esa barrera de los dos dígitos, y no precisamente para celebrar. ¡Qué torta! Este no es solo un número en un Excel del INEC; es un síntoma clarísimo de que algo en nuestro tan aclamado sistema de salud se está yendo al traste.
Lo más crudo es que, según los que saben, como el doctor Felipe Segreda, tres de cada cuatro de estas muertes ocurren en los primeros 28 días de vida. Es decir, bebés que apenas están llegando y ya se nos van. La causa principal tiene nombre y apellido: prematuridad extrema. Estamos hablando de güilas que nacen pesando menos de un kilo, antes de las 28 semanas. Pero ojo, esto no es mala suerte ni una casualidad. Es un coctel de problemas que se fue cocinando a fuego lento: falta de oxígeno al nacer, broncas respiratorias y, como veremos, un sistema que parece no dar la talla para atender a los más frágiles.
Y aquí es donde la cosa se pone más densa, porque no es solo un tema médico, es un tema de gestión. El mismo doctor Segreda lo suelta sin pelos en la lengua: cada vez hay menos neonatólogos en los hospitales públicos, especialmente en las guardias. Imagínense la escena: un bebé prematuro extremo llega en media madrugada y quien lo atiende es un pediatra general o un médico general, con toda la buena intención del mundo, pero sin el entrenamiento ultra especializado que se necesita. Diay, es como poner a un mecánico de carros a arreglar un avión en pleno vuelo. El sistema se está jalando una torta monumental al no garantizar el personal capacitado, y quienes pagan los platos rotos son los que ni siquiera pueden quejarse.
Como si la falta de especialistas no fuera suficiente, tenemos otro enemigo silencioso dentro de los mismos hospitales: las infecciones nosocomiales. En tico simple: bichos que los bebés agarran DENTRO de la unidad de cuidados intensivos. ¡Qué sal! Tenemos una tasa altísima de estas infecciones y, según el experto, no se están tomando las medidas necesarias para bajarlas. Lo más irónico es que una de las defensas más efectivas es tan básica como un buen lavado de manos. Es frustrante pensar que en medio de tanta tecnología y chunches médicos, estemos fallando en lo más fundamental, poniendo en jaque a bebés que ya luchan por cada respiro.
Por supuesto, no todo es apagar incendios. La prevención es clave, y empieza mucho antes del parto. Un buen control prenatal, que la mamá llegue al embarazo con la presión y el azúcar controlados, y ultrasonidos a tiempo pueden hacer una diferencia abismal. Y sí, aquí entra la vara de siempre: las vacunas. El doctor advierte que muchos prematuros que logran sobrevivir quedan súper vulnerables a virus respiratorios. La vacunación (contra el VRS en embarazadas, influenza, covid) es un escudo vital, pero las tasas han bajado y eso se ve en las salas de emergencias del Hospital de Niños. Es un círculo vicioso: el sistema falla en lo complejo y nosotros, como sociedad, a veces aflojamos en lo simple.
Al final, este número no es para buscar un solo culpable, sino para vernos al espejo. Es el reflejo de una crisis que va desde la falta de especialistas hasta un lavado de manos. Así que les dejo la pregunta abierta, maes: Más allá de echarle la culpa a la Caja, ¿dónde creen que estamos fallando como sociedad? ¿Es falta de educación, de recursos, o es que simplemente esta vara nos dejó de importar?
Lo más crudo es que, según los que saben, como el doctor Felipe Segreda, tres de cada cuatro de estas muertes ocurren en los primeros 28 días de vida. Es decir, bebés que apenas están llegando y ya se nos van. La causa principal tiene nombre y apellido: prematuridad extrema. Estamos hablando de güilas que nacen pesando menos de un kilo, antes de las 28 semanas. Pero ojo, esto no es mala suerte ni una casualidad. Es un coctel de problemas que se fue cocinando a fuego lento: falta de oxígeno al nacer, broncas respiratorias y, como veremos, un sistema que parece no dar la talla para atender a los más frágiles.
Y aquí es donde la cosa se pone más densa, porque no es solo un tema médico, es un tema de gestión. El mismo doctor Segreda lo suelta sin pelos en la lengua: cada vez hay menos neonatólogos en los hospitales públicos, especialmente en las guardias. Imagínense la escena: un bebé prematuro extremo llega en media madrugada y quien lo atiende es un pediatra general o un médico general, con toda la buena intención del mundo, pero sin el entrenamiento ultra especializado que se necesita. Diay, es como poner a un mecánico de carros a arreglar un avión en pleno vuelo. El sistema se está jalando una torta monumental al no garantizar el personal capacitado, y quienes pagan los platos rotos son los que ni siquiera pueden quejarse.
Como si la falta de especialistas no fuera suficiente, tenemos otro enemigo silencioso dentro de los mismos hospitales: las infecciones nosocomiales. En tico simple: bichos que los bebés agarran DENTRO de la unidad de cuidados intensivos. ¡Qué sal! Tenemos una tasa altísima de estas infecciones y, según el experto, no se están tomando las medidas necesarias para bajarlas. Lo más irónico es que una de las defensas más efectivas es tan básica como un buen lavado de manos. Es frustrante pensar que en medio de tanta tecnología y chunches médicos, estemos fallando en lo más fundamental, poniendo en jaque a bebés que ya luchan por cada respiro.
Por supuesto, no todo es apagar incendios. La prevención es clave, y empieza mucho antes del parto. Un buen control prenatal, que la mamá llegue al embarazo con la presión y el azúcar controlados, y ultrasonidos a tiempo pueden hacer una diferencia abismal. Y sí, aquí entra la vara de siempre: las vacunas. El doctor advierte que muchos prematuros que logran sobrevivir quedan súper vulnerables a virus respiratorios. La vacunación (contra el VRS en embarazadas, influenza, covid) es un escudo vital, pero las tasas han bajado y eso se ve en las salas de emergencias del Hospital de Niños. Es un círculo vicioso: el sistema falla en lo complejo y nosotros, como sociedad, a veces aflojamos en lo simple.
Al final, este número no es para buscar un solo culpable, sino para vernos al espejo. Es el reflejo de una crisis que va desde la falta de especialistas hasta un lavado de manos. Así que les dejo la pregunta abierta, maes: Más allá de echarle la culpa a la Caja, ¿dónde creen que estamos fallando como sociedad? ¿Es falta de educación, de recursos, o es que simplemente esta vara nos dejó de importar?