¡Ay, Dios mío! Quién iba a decir que Naranjito, ese lugarcito tranquilo donde casi nadie hacía caso, se convertiría en un foco rojo. Durante años, la gente decía: "Allá en Naranjito, qué paz", pero parece que esos días quedaron atrás. Ahora, los vecinos están más agüevañados que perro callejero en aguacero y claman por ayuda. Como dirían mis abuelos, ¡qué sal!
Todo comenzó poquito a poco, dicen los más antiguos. Un par de robos aquí, otro allá. Cosas que pasaba en cualquier lugar, pensábamos. Pero en el último mes, la cosa se puso fea, bien fea. Los asaltos se multiplicaron como hongos después de la lluvia, dejando a los comerciantes y a la comunidad entera temblando del susto. De pronto, ya no se puede andar tranquilo ni de noche, ni mucho menos de día.
Lo más grave de todo, señores, es que la delegación policial, que debería ser la salvaguarda de la seguridad en el distrito, está prácticamente abandonada. Resulta que desde el 2013 le hicieron una remodelación – una vaina chévere, según cuentan – pero jamás mandaron oficiales a trabajar allí. La oficina quedó ahí, solitaria y polvorienta, mientras los delincuentes hacen de las suyas. ¡Una torta! Así nos va con tanta promesa política y tan poca acción real.
"No queremos que nuestro distrito se convierta en otra zona peligrosa como las que vemos en las noticias," se quejó Ronald Sánchez, un vecino bastante molesto. “Queremos que el Ministro de Seguridad escuche nuestros gritos y nos envíe oficiales. Estamos dispuestos a ayudar con la remodelación, a aportar herramientas, lo que haga falta, pero necesitamos presencia policial. Ya basta de sentirnos inseguros en nuestra propia casa.”
Y no es solo la opinión de don Ronald. Alex Alvarado, comerciante y víctima de tres asaltos en el último año, también está furioso. “Nosotros, los empresarios, somos los que realmente movemos la economía del distrito. Estamos dispuestos a invertir en seguridad, pero necesitamos que el Estado cumpla con su parte. Si seguimos así, muchos negocios van a cerrar y Naranjito se va a ir al traste,” advirtió, visiblemente afectado. Agregó: “Es bien frustrante ver cómo el turismo, que era una fuente importante de ingresos para la zona, empieza a disminuir por miedo a los robos”.
La comunidad ha organizado varias reuniones para discutir la problemática y presentar un plan integral de seguridad al Ministerio. Proponen reforzar la presencia policial, reactivar la delegación, instalar cámaras de seguridad en puntos estratégicos y promover programas de prevención del delito. También ofrecen voluntariado para apoyar a las autoridades en tareas de vigilancia y patrullaje. Pero hasta ahora, silencio total por parte del gobierno. Eso sí, los rumores corren como reguero de pólvora sobre posibles medidas paliativas, pero nada concreto.
Entendemos que el país enfrenta desafíos complejos en materia de seguridad, pero la falta de atención a zonas rurales como Naranjito es inaceptable. Mientras tanto, la incertidumbre sigue latente y el temor acecha a cada esquina. Las autoridades deberían tomar cartas en el asunto antes de que la situación se complique aún más y el distrito pierda toda esperanza. Esto afecta directamente a la calidad de vida de los moradores, a la economía local y a la imagen turística de la región.
La comunidad de Naranjito espera ansiosamente una respuesta favorable del Ministerio de Seguridad Pública. Ante esta difícil situación, me pregunto: ¿Consideran ustedes que la solución pasa por aumentar la inversión en seguridad pública, fortalecer la participación comunitaria o implementar políticas sociales que aborden las causas profundas de la delincuencia en áreas rurales como Naranjito?
Todo comenzó poquito a poco, dicen los más antiguos. Un par de robos aquí, otro allá. Cosas que pasaba en cualquier lugar, pensábamos. Pero en el último mes, la cosa se puso fea, bien fea. Los asaltos se multiplicaron como hongos después de la lluvia, dejando a los comerciantes y a la comunidad entera temblando del susto. De pronto, ya no se puede andar tranquilo ni de noche, ni mucho menos de día.
Lo más grave de todo, señores, es que la delegación policial, que debería ser la salvaguarda de la seguridad en el distrito, está prácticamente abandonada. Resulta que desde el 2013 le hicieron una remodelación – una vaina chévere, según cuentan – pero jamás mandaron oficiales a trabajar allí. La oficina quedó ahí, solitaria y polvorienta, mientras los delincuentes hacen de las suyas. ¡Una torta! Así nos va con tanta promesa política y tan poca acción real.
"No queremos que nuestro distrito se convierta en otra zona peligrosa como las que vemos en las noticias," se quejó Ronald Sánchez, un vecino bastante molesto. “Queremos que el Ministro de Seguridad escuche nuestros gritos y nos envíe oficiales. Estamos dispuestos a ayudar con la remodelación, a aportar herramientas, lo que haga falta, pero necesitamos presencia policial. Ya basta de sentirnos inseguros en nuestra propia casa.”
Y no es solo la opinión de don Ronald. Alex Alvarado, comerciante y víctima de tres asaltos en el último año, también está furioso. “Nosotros, los empresarios, somos los que realmente movemos la economía del distrito. Estamos dispuestos a invertir en seguridad, pero necesitamos que el Estado cumpla con su parte. Si seguimos así, muchos negocios van a cerrar y Naranjito se va a ir al traste,” advirtió, visiblemente afectado. Agregó: “Es bien frustrante ver cómo el turismo, que era una fuente importante de ingresos para la zona, empieza a disminuir por miedo a los robos”.
La comunidad ha organizado varias reuniones para discutir la problemática y presentar un plan integral de seguridad al Ministerio. Proponen reforzar la presencia policial, reactivar la delegación, instalar cámaras de seguridad en puntos estratégicos y promover programas de prevención del delito. También ofrecen voluntariado para apoyar a las autoridades en tareas de vigilancia y patrullaje. Pero hasta ahora, silencio total por parte del gobierno. Eso sí, los rumores corren como reguero de pólvora sobre posibles medidas paliativas, pero nada concreto.
Entendemos que el país enfrenta desafíos complejos en materia de seguridad, pero la falta de atención a zonas rurales como Naranjito es inaceptable. Mientras tanto, la incertidumbre sigue latente y el temor acecha a cada esquina. Las autoridades deberían tomar cartas en el asunto antes de que la situación se complique aún más y el distrito pierda toda esperanza. Esto afecta directamente a la calidad de vida de los moradores, a la economía local y a la imagen turística de la región.
La comunidad de Naranjito espera ansiosamente una respuesta favorable del Ministerio de Seguridad Pública. Ante esta difícil situación, me pregunto: ¿Consideran ustedes que la solución pasa por aumentar la inversión en seguridad pública, fortalecer la participación comunitaria o implementar políticas sociales que aborden las causas profundas de la delincuencia en áreas rurales como Naranjito?