¡Ay, pata! Ya huele a tamales, pinol y música de aguinaldos, pero ni modos que toda la bohemia navideña le sirva a todos por igual. Mientras unos se echan friegones de pura alegría, pa' otros, estas fechas son como una torta encima de otro tortazo. Es como si la Navidad sacara a relucir todos esos dolores guardados, esa nostalgia pegajosa y hasta ideas que nadie quiere tener rondándole la cabeza.
La verdad es que estas fechas festivas funcionan como un espejo gigante. Reflejan todo lo bueno, sí, pero también lo feo y lo que hemos intentado enterrar. Desde la pérdida de un ser querido –ya sea por fallecimiento, ruptura sentimental o cualquier despedida dura– hasta el añoro de tiempos pasados que nunca volverán. Todo se intensifica, mándale duro. Como decía el psicólogo Álvaro Solano, con la Navidad, las personas se vuelven más sensibles, más vulnerables a situaciones que normalmente podrían manejar con más calma. Pura tela, ¿eh?
Y no se trata solo de tristezas profundas. También puede ser un hartazgo generalizado, una sensación de estar quemado por el esfuerzo acumulado durante todo el año. Ese estrés laboral que te come vivo, las responsabilidades familiares que te pesan como una vaca parada, ¡todo sale a flote en diciembre! Imagínate, encima con la presión social de tener que aparentar que todo está perfecto, que estás disfrutando al máximo… ¡Qué carga!
Según Solano, el duelo no siempre significa muerte. Puede ser el final de una relación, la pérdida de un empleo o incluso la imposibilidad de cumplir ciertos sueños. Es un proceso complejo que requiere aceptación y reconfiguración de nuestra vida. Dicho así suena fácil, pero ¡diay!, luego la realidad te da un coscorrón. Te das cuenta de que las tradiciones ya no son iguales, que tienes que replantearte cómo celebrar y que quizás, este año, prefieres quedarte en casa viendo un chunche en pijama.
Pero ojo, no todo está perdido. La clave está en identificar esos sentimientos negativos –el enojo, la frustración, la tristeza– y permitirnos sentirlos. Como bien dice el experto, no tenemos que fingir que todo está bien si no lo está. Llorar se vale, soltar la bronca se vale, pedir ayuda se vale. Hay que darle espacio a esas emociones para que no se conviertan en un brete aún mayor.
Ahora, si sientes que necesitas más que un hombro amigo, busca ayuda profesional. Un terapeuta puede brindarte las herramientas necesarias para afrontar este momento y salir fortalecido. Pero también puedes recurrir a tus seres queridos, a esa red de apoyo que tengas a mano. Busca a esa mae que te escuche de verdad, que te dé ánimos sin juzgarte y que te recuerde que no estás solo en esto. ¡Eso es oro puro!
Además, no olvides cuidarte. Date permiso para descansar, para desconectarte de las redes sociales, para hacer actividades que te relajen y te hagan feliz. Un paseo por la playa, una sesión de yoga, un buen libro, ¡lo que sea que te funcione! Y recuerda, poner límites también es fundamental. Decir “no” a compromisos que te agobian o a personas que te drenan energía, ¡no es pecado! A veces, para encontrarnos, necesitamos alejarnos.
Así que, mientras prendemos las luces del árbol y esperamos a Santa Claus, recordemos que la Navidad no es perfecta. Tiene sombras, tiene duelos, tiene momentos difíciles. Pero también tiene esperanza, tiene amor, tiene la oportunidad de reinventarnos y de construir un futuro mejor. ¿Ustedes creen que es posible encontrar la magia de la Navidad incluso en medio de la adversidad? ¿Qué estrategias usan para sobrellevar los momentos difíciles en estas fechas?
La verdad es que estas fechas festivas funcionan como un espejo gigante. Reflejan todo lo bueno, sí, pero también lo feo y lo que hemos intentado enterrar. Desde la pérdida de un ser querido –ya sea por fallecimiento, ruptura sentimental o cualquier despedida dura– hasta el añoro de tiempos pasados que nunca volverán. Todo se intensifica, mándale duro. Como decía el psicólogo Álvaro Solano, con la Navidad, las personas se vuelven más sensibles, más vulnerables a situaciones que normalmente podrían manejar con más calma. Pura tela, ¿eh?
Y no se trata solo de tristezas profundas. También puede ser un hartazgo generalizado, una sensación de estar quemado por el esfuerzo acumulado durante todo el año. Ese estrés laboral que te come vivo, las responsabilidades familiares que te pesan como una vaca parada, ¡todo sale a flote en diciembre! Imagínate, encima con la presión social de tener que aparentar que todo está perfecto, que estás disfrutando al máximo… ¡Qué carga!
Según Solano, el duelo no siempre significa muerte. Puede ser el final de una relación, la pérdida de un empleo o incluso la imposibilidad de cumplir ciertos sueños. Es un proceso complejo que requiere aceptación y reconfiguración de nuestra vida. Dicho así suena fácil, pero ¡diay!, luego la realidad te da un coscorrón. Te das cuenta de que las tradiciones ya no son iguales, que tienes que replantearte cómo celebrar y que quizás, este año, prefieres quedarte en casa viendo un chunche en pijama.
Pero ojo, no todo está perdido. La clave está en identificar esos sentimientos negativos –el enojo, la frustración, la tristeza– y permitirnos sentirlos. Como bien dice el experto, no tenemos que fingir que todo está bien si no lo está. Llorar se vale, soltar la bronca se vale, pedir ayuda se vale. Hay que darle espacio a esas emociones para que no se conviertan en un brete aún mayor.
Ahora, si sientes que necesitas más que un hombro amigo, busca ayuda profesional. Un terapeuta puede brindarte las herramientas necesarias para afrontar este momento y salir fortalecido. Pero también puedes recurrir a tus seres queridos, a esa red de apoyo que tengas a mano. Busca a esa mae que te escuche de verdad, que te dé ánimos sin juzgarte y que te recuerde que no estás solo en esto. ¡Eso es oro puro!
Además, no olvides cuidarte. Date permiso para descansar, para desconectarte de las redes sociales, para hacer actividades que te relajen y te hagan feliz. Un paseo por la playa, una sesión de yoga, un buen libro, ¡lo que sea que te funcione! Y recuerda, poner límites también es fundamental. Decir “no” a compromisos que te agobian o a personas que te drenan energía, ¡no es pecado! A veces, para encontrarnos, necesitamos alejarnos.
Así que, mientras prendemos las luces del árbol y esperamos a Santa Claus, recordemos que la Navidad no es perfecta. Tiene sombras, tiene duelos, tiene momentos difíciles. Pero también tiene esperanza, tiene amor, tiene la oportunidad de reinventarnos y de construir un futuro mejor. ¿Ustedes creen que es posible encontrar la magia de la Navidad incluso en medio de la adversidad? ¿Qué estrategias usan para sobrellevar los momentos difíciles en estas fechas?
