Maes, hay que hablar de esta vara. Uno pasa todo el día viendo noticias que lo dejan a uno medio agüevado: que la gasolina, que los pleitos en la Asamblea, que la inseguridad… Y de pronto, sale una joya como la que pasó en Pérez Zeledón que le devuelve a uno un poquito la fe, o al menos le saca una sonrisa. Les hablo, por supuesto, de la noticia del mae que intentó robar en la pizzería La Estación y terminó conociendo el piso más de cerca de lo que esperaba, todo gracias a una clienta que, diay, resultó ser todo un personaje. ¡Qué nivel!
Vamos por partes. El sujeto, de apellidos Araya Godínez, pensó que era papaya. Entró al local en la madrugada, vio un chunche en la barra y creyó que era solo de estirar la mano y jalar. Lo que no tenía en el presupuesto era que Sol Vargas, una cliente frecuente, estaba ahí. Y Sol no es de las que se queda viendo. El video es una maravilla: la mae reacciona en un segundo, lo agarra, lo tira al suelo y le aplica una llave que ni en la UFC se ve tan limpia. Lo dejó tieso, sin chance de nada. Mae, ¡qué carga Sol Vargas! No fue un susto ni un empujón, fue una demostración de técnica y de que se le acabó la paciencia. La escena de ella encima, asegurándose de que el tipo no se moviera mientras llegaba la ayuda, es material de leyenda urbana instantánea en PZ.
Y aquí es donde la vara se pone agridulce y uno entiende por qué la gente celebra tanto la reacción de Sol. Resulta que el señor Araya Godínez no es ningún novato en el hampa. Según la misma nota de CRHoy, el tipo es un habitante de calle conocido en la zona, con una ficha de antecedentes por robo simple y agravado que ya quisieran algunos para un álbum de Panini. Es el despiche de siempre: un personaje que entra por una puerta del sistema judicial y sale por la otra, hasta que se topa con alguien que decide aplicar justicia preventiva y de contacto. El mae se la jugó, y esta vez le salió el tiro por la culata. ¡Qué sal! Pero su mala suerte es un síntoma de la buena suerte que ha tenido en otras ocasiones frente a un sistema que no parece hacerle ni cosquillas.
Esto abre el debate eterno, ¿verdad? Por un lado, está la reacción visceral y casi unánime de “¡qué bueno, se lo merecía!”. Es comprensible. La gente está harta. Harta de sentir que no puede estar tranquila ni comiéndose una pizza, harta de ver cómo los mismos de siempre siguen en la calle haciendo de las suyas. La acción de Sol se siente como una pequeña victoria para el ciudadano común. Por otro lado, no falta el que sale con el discurso de que la violencia no es la solución y que no podemos tomar la justicia por nuestra propia mano. Y sí, en un mundo ideal tienen toda la razón. Pero, diay, ¿qué hace uno en el momento? ¿Le ofrece un cafecito al ladrón mientras se lleva las varas y espera a que la patrulla llegue media hora después para tomarle la denuncia?
Al final, esta historia es mucho más que un video viral. Es un reflejo perfecto del país en este momento. Tenemos a una ciudadana que es un carga, dispuesta a defender lo suyo porque siente que nadie más lo va a hacer. Tenemos a un delincuente que es producto de la reincidencia y de un sistema flojo. Y tenemos a una Fiscalía que, como dice la nota, “todavía no ha realizado la audiencia inicial por motivos ajenos”. Todo el ecosistema de nuestra realidad nacional en una sola escena en una pizzería de Pérez Zeledón. Más allá de la anécdota, esta vara nos deja pensando, y mucho.
Maes, honestamente, ¿qué piensan de esto? ¿Es un caso aislado de una mujer valiente que supo defenderse, o es el reflejo de que la gente ya se cansó y va a empezar a reaccionar así? ¿Hasta dónde llega la legítima defensa y dónde empieza a ser un despiche peligroso? Los leo.
Vamos por partes. El sujeto, de apellidos Araya Godínez, pensó que era papaya. Entró al local en la madrugada, vio un chunche en la barra y creyó que era solo de estirar la mano y jalar. Lo que no tenía en el presupuesto era que Sol Vargas, una cliente frecuente, estaba ahí. Y Sol no es de las que se queda viendo. El video es una maravilla: la mae reacciona en un segundo, lo agarra, lo tira al suelo y le aplica una llave que ni en la UFC se ve tan limpia. Lo dejó tieso, sin chance de nada. Mae, ¡qué carga Sol Vargas! No fue un susto ni un empujón, fue una demostración de técnica y de que se le acabó la paciencia. La escena de ella encima, asegurándose de que el tipo no se moviera mientras llegaba la ayuda, es material de leyenda urbana instantánea en PZ.
Y aquí es donde la vara se pone agridulce y uno entiende por qué la gente celebra tanto la reacción de Sol. Resulta que el señor Araya Godínez no es ningún novato en el hampa. Según la misma nota de CRHoy, el tipo es un habitante de calle conocido en la zona, con una ficha de antecedentes por robo simple y agravado que ya quisieran algunos para un álbum de Panini. Es el despiche de siempre: un personaje que entra por una puerta del sistema judicial y sale por la otra, hasta que se topa con alguien que decide aplicar justicia preventiva y de contacto. El mae se la jugó, y esta vez le salió el tiro por la culata. ¡Qué sal! Pero su mala suerte es un síntoma de la buena suerte que ha tenido en otras ocasiones frente a un sistema que no parece hacerle ni cosquillas.
Esto abre el debate eterno, ¿verdad? Por un lado, está la reacción visceral y casi unánime de “¡qué bueno, se lo merecía!”. Es comprensible. La gente está harta. Harta de sentir que no puede estar tranquila ni comiéndose una pizza, harta de ver cómo los mismos de siempre siguen en la calle haciendo de las suyas. La acción de Sol se siente como una pequeña victoria para el ciudadano común. Por otro lado, no falta el que sale con el discurso de que la violencia no es la solución y que no podemos tomar la justicia por nuestra propia mano. Y sí, en un mundo ideal tienen toda la razón. Pero, diay, ¿qué hace uno en el momento? ¿Le ofrece un cafecito al ladrón mientras se lleva las varas y espera a que la patrulla llegue media hora después para tomarle la denuncia?
Al final, esta historia es mucho más que un video viral. Es un reflejo perfecto del país en este momento. Tenemos a una ciudadana que es un carga, dispuesta a defender lo suyo porque siente que nadie más lo va a hacer. Tenemos a un delincuente que es producto de la reincidencia y de un sistema flojo. Y tenemos a una Fiscalía que, como dice la nota, “todavía no ha realizado la audiencia inicial por motivos ajenos”. Todo el ecosistema de nuestra realidad nacional en una sola escena en una pizzería de Pérez Zeledón. Más allá de la anécdota, esta vara nos deja pensando, y mucho.
Maes, honestamente, ¿qué piensan de esto? ¿Es un caso aislado de una mujer valiente que supo defenderse, o es el reflejo de que la gente ya se cansó y va a empezar a reaccionar así? ¿Hasta dónde llega la legítima defensa y dónde empieza a ser un despiche peligroso? Los leo.