¡Ay, Dios mío, qué changarro! Quién iba a decir que El Salvador, ese país que le daba candela a las estadísticas de homicidios, iba a estar dando vueltas a Canadá en temas de seguridad. Lo recordaremos como la ‘capital mundial de los homicidios’, pero ahora, según dicen, están haciendo cosas raras… o quizás, soluciones efectivas, ¿quién sabe?
Resulta que, según los muchachos de la Policía Nacional Civil salvadoreña, 2023 cerró con unos míseros 154 homicidios. ¡Eso es menos que lo que pedimos de pura picaditas en un asado familiar! Eso equivale a una tasa de 2,4 por cada 100 mil habitantes; cifra que ni mi abuela, que siempre anda pendiente de las estadisticas vecinales, creería posible. Un promedio de 0,4 asesinatos diarios... ¡parece que hasta los maleantes se fueron de vacaciones!
Y claro, el presidente Bukele, que no se queda atrás en echarles ganas a las redes sociales, soltó la bomba: ¡ya son el país más seguro de toda Latinoamérica! Y encima, superados solo por Canadá. ¿Se imaginan? De ser el patio trasero peligroso del continente, a competir con los canadienses por el puesto de país más tranquilo. Una verdadera volavilidad.
Ahora, lo interesante es entender cómo llegaron a esto. Parece que el famoso Régimen de Excepción, que algunos critican por atropellos a derechos humanos (¡qué bronca!), ha resultado en más de 75 mil capturas de supuestos miembros de pandillas. Construyeron unas cárceles enormes, tipo ‘megacrímenes’, y pusieron a andar una operación policial masiva. Algunos dicen que es una solución temporal, otros que es un espejismo, pero los números, aunque manipulables, dan bastante que pensar.
El caso es que la gente está contenta, eso es innegable. Con razón, Bukele anda con la cola alta, porque su popularidad está por las nubes, rondando el 90%. Y con elecciones a la vuelta de la esquina, aprovechará esta ola de seguridad para buscar otro período, a pesar de las movidas jurídicas. A ver si la Corte les da luz verde o si hay un brete legal que lo detenga.
Pero aquí viene la vaina. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para sentirnos seguros? ¿Vale la pena sacrificar libertades básicas a cambio de calles tranquilas? Porque, a ver, nadie quiere vivir con miedo, pero tampoco queremos convertirnos en un estado policial donde te vigilan a cada paso. Esa es la gran pregunta que debería hacernos reflexionar.
Y hablando de reflejar, nos toca mirar hacia adentro. Porque, a veces, envidiamos lo que hacen los vecinos, sin analizar si esos modelos pueden funcionar aquí. Claro, todos queremos más seguridad, pero necesitamos encontrar nuestra propia fórmula, adaptada a nuestras necesidades y valores. Copiar ciegamente recetas ajenas puede salir muy caro, ¡como cualquier plato prestado!
Así que ahí les va la reflexión: ¿creemos que el modelo salvadoreño, con sus pros y contras, podría inspirar alguna iniciativa en Costa Rica para mejorar la seguridad pública, o es que deberíamos buscar alternativas enfocadas en fortalecer nuestras instituciones y promover la convivencia pacífica? ¡Déjenme sus opiniones en el foro, necesito saber qué piensa el pueblo!
Resulta que, según los muchachos de la Policía Nacional Civil salvadoreña, 2023 cerró con unos míseros 154 homicidios. ¡Eso es menos que lo que pedimos de pura picaditas en un asado familiar! Eso equivale a una tasa de 2,4 por cada 100 mil habitantes; cifra que ni mi abuela, que siempre anda pendiente de las estadisticas vecinales, creería posible. Un promedio de 0,4 asesinatos diarios... ¡parece que hasta los maleantes se fueron de vacaciones!
Y claro, el presidente Bukele, que no se queda atrás en echarles ganas a las redes sociales, soltó la bomba: ¡ya son el país más seguro de toda Latinoamérica! Y encima, superados solo por Canadá. ¿Se imaginan? De ser el patio trasero peligroso del continente, a competir con los canadienses por el puesto de país más tranquilo. Una verdadera volavilidad.
Ahora, lo interesante es entender cómo llegaron a esto. Parece que el famoso Régimen de Excepción, que algunos critican por atropellos a derechos humanos (¡qué bronca!), ha resultado en más de 75 mil capturas de supuestos miembros de pandillas. Construyeron unas cárceles enormes, tipo ‘megacrímenes’, y pusieron a andar una operación policial masiva. Algunos dicen que es una solución temporal, otros que es un espejismo, pero los números, aunque manipulables, dan bastante que pensar.
El caso es que la gente está contenta, eso es innegable. Con razón, Bukele anda con la cola alta, porque su popularidad está por las nubes, rondando el 90%. Y con elecciones a la vuelta de la esquina, aprovechará esta ola de seguridad para buscar otro período, a pesar de las movidas jurídicas. A ver si la Corte les da luz verde o si hay un brete legal que lo detenga.
Pero aquí viene la vaina. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para sentirnos seguros? ¿Vale la pena sacrificar libertades básicas a cambio de calles tranquilas? Porque, a ver, nadie quiere vivir con miedo, pero tampoco queremos convertirnos en un estado policial donde te vigilan a cada paso. Esa es la gran pregunta que debería hacernos reflexionar.
Y hablando de reflejar, nos toca mirar hacia adentro. Porque, a veces, envidiamos lo que hacen los vecinos, sin analizar si esos modelos pueden funcionar aquí. Claro, todos queremos más seguridad, pero necesitamos encontrar nuestra propia fórmula, adaptada a nuestras necesidades y valores. Copiar ciegamente recetas ajenas puede salir muy caro, ¡como cualquier plato prestado!
Así que ahí les va la reflexión: ¿creemos que el modelo salvadoreño, con sus pros y contras, podría inspirar alguna iniciativa en Costa Rica para mejorar la seguridad pública, o es que deberíamos buscar alternativas enfocadas en fortalecer nuestras instituciones y promover la convivencia pacífica? ¡Déjenme sus opiniones en el foro, necesito saber qué piensa el pueblo!