Ay, mae, esto sí que duele. En medio de la algarabía del Año Nuevo, donde unos estaban soltando burbujas y comiendo romeritos, en La Fortuna pasó una bronca que nos deja un sabor amargo en la boca. Un pobre potro, que andaba tranquilito haciendo sus cosas, terminó perdiendo la vida por culpa de la pólvora. ¡Qué pena!
La cosa es así: Orlando Oca, un vecino de allá por la zona, le contó a Allan Jara cómo amaneció el día 31 con ese ruido ensordecedor de petardos. Don Orlando me explicó que su potro, un animal que trabajaba pa’ él, estaba pastando pacífico en el potrero cuando empezó la rumba con los explosivos. De repente, el animal se asustó como alma que lleva el diablo.
Imagínate la escena: el potro, que seguro estaba pensando en comer hierba y echar una siesta, se encuentra con una descarga de ruido que lo pone a temblar. No es cualquier susto, es un susto que lo impulsa a salir corriendo sin saber dónde ni cómo. Presa del pánico, huyó despavorido, dejando atrás su potrero y su tranquilidad. Eso sí que es jalarse una torta para el animal.
Don Orlando, preocupado porque su potro no aparecía, comenzó la búsqueda al anochecer. Recorrió la zona entera, llamándolo por su nombre, revisando cada rincón. Pero el animal, ya confundido y agotado, no daba señales de vida. Al final, la búsqueda continuó hasta el día siguiente, cuando lamentablemente lo encontraron… dentro del río. Ya no tenía muchas fuerzas, el pobre.
Y aquí viene la parte más triste de la historia. Según cuenta don Orlando, llegaron a encontrarlo aún con vida, aunque muy débil y visiblemente afectado. Intentaron ayudarlo, hacerle llegar agua y comida, pero era demasiado tarde. El estrés acumulado, el miedo constante y la carrera desenfrenada habían acabado con él. Minutos después, el potro respiró por última vez. ¡Qué sal!
Este caso no es aislado, señores. Todos los años pasa lo mismo. Expertos en bienestar animal nos recuerdan constantemente que esos estruendos, esas explosiones, son un trauma para los animales. Caballos, perros, gatos, aves... todos sufren muchísimo. Buscan refugio, intentan huir, y muchas veces terminan lesionados o, como en este caso, pierden la vida. Es una realidad dura, pero hay que enfrentarla.
Es claro que la alegría de algunos termina siendo la tragedia de otros. En medio de las celebraciones deportivas y el fervor de recibir el nuevo año, olvidamos que existen seres vivos sensibles a nuestro alrededor. Que el ruido y la pirotecnia tienen consecuencias reales y devastadoras. Necesitamos empezar a pensar en alternativas más amigables con los animales, buscar formas de celebrar que no impliquen tanto sufrimiento.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para evitar que tragedias como esta se repitan? ¿Deberíamos prohibir por completo el uso de pólvora en zonas rurales y turísticas? ¿O sería suficiente con campañas de concientización y regulación más estrictas? Diay, creo que este tema amerita toda nuestra atención. ¿Ustedes qué opinan, compañeros del Foro?
La cosa es así: Orlando Oca, un vecino de allá por la zona, le contó a Allan Jara cómo amaneció el día 31 con ese ruido ensordecedor de petardos. Don Orlando me explicó que su potro, un animal que trabajaba pa’ él, estaba pastando pacífico en el potrero cuando empezó la rumba con los explosivos. De repente, el animal se asustó como alma que lleva el diablo.
Imagínate la escena: el potro, que seguro estaba pensando en comer hierba y echar una siesta, se encuentra con una descarga de ruido que lo pone a temblar. No es cualquier susto, es un susto que lo impulsa a salir corriendo sin saber dónde ni cómo. Presa del pánico, huyó despavorido, dejando atrás su potrero y su tranquilidad. Eso sí que es jalarse una torta para el animal.
Don Orlando, preocupado porque su potro no aparecía, comenzó la búsqueda al anochecer. Recorrió la zona entera, llamándolo por su nombre, revisando cada rincón. Pero el animal, ya confundido y agotado, no daba señales de vida. Al final, la búsqueda continuó hasta el día siguiente, cuando lamentablemente lo encontraron… dentro del río. Ya no tenía muchas fuerzas, el pobre.
Y aquí viene la parte más triste de la historia. Según cuenta don Orlando, llegaron a encontrarlo aún con vida, aunque muy débil y visiblemente afectado. Intentaron ayudarlo, hacerle llegar agua y comida, pero era demasiado tarde. El estrés acumulado, el miedo constante y la carrera desenfrenada habían acabado con él. Minutos después, el potro respiró por última vez. ¡Qué sal!
Este caso no es aislado, señores. Todos los años pasa lo mismo. Expertos en bienestar animal nos recuerdan constantemente que esos estruendos, esas explosiones, son un trauma para los animales. Caballos, perros, gatos, aves... todos sufren muchísimo. Buscan refugio, intentan huir, y muchas veces terminan lesionados o, como en este caso, pierden la vida. Es una realidad dura, pero hay que enfrentarla.
Es claro que la alegría de algunos termina siendo la tragedia de otros. En medio de las celebraciones deportivas y el fervor de recibir el nuevo año, olvidamos que existen seres vivos sensibles a nuestro alrededor. Que el ruido y la pirotecnia tienen consecuencias reales y devastadoras. Necesitamos empezar a pensar en alternativas más amigables con los animales, buscar formas de celebrar que no impliquen tanto sufrimiento.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para evitar que tragedias como esta se repitan? ¿Deberíamos prohibir por completo el uso de pólvora en zonas rurales y turísticas? ¿O sería suficiente con campañas de concientización y regulación más estrictas? Diay, creo que este tema amerita toda nuestra atención. ¿Ustedes qué opinan, compañeros del Foro?
