¡Ay, Dios mío, qué bronca! Aquí en Santa Cruz la cosa está que arde. Las lluvias gracias al huracán Melissa, que ni le pegamos, han levantado polvo y ahora los vecinos de Hatillo están sudando frío porque el puente nuevo, sí, el que recién pusieron pa’ que anduviéramos tranquilos, parece que se quiere irse al traste. Esto ya va para novela, diay.
La verdad, nadie esperaba esto. Después del huracán Otto allá por el 2016, dijeron “ahora sí vamos a hacerle bien al pueblo”. Nos prometieron un puente robusto, que aguantara cualquier cosa. Y ahí estamos, viendo cómo el río Grande crece día tras día, comiéndose poquito a poco la base del puente. No sé si les pagaron bien a los que construyeron eso, o si usaron cemento chino, pero ¡qué pena!
Según cuentan los lugareños, el río se ha hinchado tanto que hasta el cauce cambió. Antes corría por un lado, ahora viene directo a darle al puente. Ya no es como antes, cuando era un riachuelo tranquilo. Ahora es una bestia salvaje, furiosa, buscando dónde meter sus garras. Algunos dicen que vieron piedras enormes arrastrándose, golpeando contra las pilares del puente. Imagínate el susto.
Wadi Corea, oficial de tránsito, vino a ponerle calma a la gente. Dijo que estaban evaluando la situación, que iban a pasar un informe. Pero, ¿quién le hace caso al oficial cuando el río está rugiendo así? Lo único que dijo fue que aún no cerraban el puente, pero que iban a estar vigilantes. Vamos, que nos echaron balones, pura paja, esperando que las cosas se calmen solas. ¡Un despiste!, señores.
La preocupación de los vecinos es comprensible. Hatillo es un pueblito apartado, donde la gente vive de la agricultura y la ganadería. Si cierran el puente, quedan incomunicados del resto del cantón. Ni para llevar los productos al mercado, ni para buscar atención médica. Sería un verdadero drama, una tragedia para toda la comunidad. ¡Imagínate!, tener que cargar a los enfermos por caminos de herradura… qué sal!
Y claro, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), que siempre aparece después de que la muela ya duele. Mandaron un técnico, revisó el puente, sacó unas fotos, escribió un par de líneas en un papel y se fue. Dicen que van a pasar un informe a Ingeniería Vial, pero ya todos sabemos cómo funciona eso. Se hacen estudios, se escriben informes, se hacen reuniones… y mientras tanto, el río sigue creciendo y el puente sigue sufriendo.
Lo peor es que el clima no da tregua. Anuncian más lluvia para los próximos días. Así que la tensión en Hatillo sigue a flor de piel. Los vecinos duermen con un ojo abierto, escuchando el ruido del río, rezando para que no suceda lo peor. Muchos ya están pensando en sacar sus pertenencias importantes, por si acaso hay que huir. Que te quiero contar, ¡vaya brete!”.
En fin, compañeros, esta vainera nos deja muchas preguntas en el aire. ¿Quién es responsable de este fiasco? ¿Por qué se construyó un puente tan endeble? ¿Se hizo una evaluación adecuada del riesgo? ¿Qué medidas urgentes se pueden tomar para proteger a la población? Y lo más importante: ¿Será que al final, Hatillo quedará aislado, a merced de las inclemencias del tiempo?
La verdad, nadie esperaba esto. Después del huracán Otto allá por el 2016, dijeron “ahora sí vamos a hacerle bien al pueblo”. Nos prometieron un puente robusto, que aguantara cualquier cosa. Y ahí estamos, viendo cómo el río Grande crece día tras día, comiéndose poquito a poco la base del puente. No sé si les pagaron bien a los que construyeron eso, o si usaron cemento chino, pero ¡qué pena!
Según cuentan los lugareños, el río se ha hinchado tanto que hasta el cauce cambió. Antes corría por un lado, ahora viene directo a darle al puente. Ya no es como antes, cuando era un riachuelo tranquilo. Ahora es una bestia salvaje, furiosa, buscando dónde meter sus garras. Algunos dicen que vieron piedras enormes arrastrándose, golpeando contra las pilares del puente. Imagínate el susto.
Wadi Corea, oficial de tránsito, vino a ponerle calma a la gente. Dijo que estaban evaluando la situación, que iban a pasar un informe. Pero, ¿quién le hace caso al oficial cuando el río está rugiendo así? Lo único que dijo fue que aún no cerraban el puente, pero que iban a estar vigilantes. Vamos, que nos echaron balones, pura paja, esperando que las cosas se calmen solas. ¡Un despiste!, señores.
La preocupación de los vecinos es comprensible. Hatillo es un pueblito apartado, donde la gente vive de la agricultura y la ganadería. Si cierran el puente, quedan incomunicados del resto del cantón. Ni para llevar los productos al mercado, ni para buscar atención médica. Sería un verdadero drama, una tragedia para toda la comunidad. ¡Imagínate!, tener que cargar a los enfermos por caminos de herradura… qué sal!
Y claro, la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), que siempre aparece después de que la muela ya duele. Mandaron un técnico, revisó el puente, sacó unas fotos, escribió un par de líneas en un papel y se fue. Dicen que van a pasar un informe a Ingeniería Vial, pero ya todos sabemos cómo funciona eso. Se hacen estudios, se escriben informes, se hacen reuniones… y mientras tanto, el río sigue creciendo y el puente sigue sufriendo.
Lo peor es que el clima no da tregua. Anuncian más lluvia para los próximos días. Así que la tensión en Hatillo sigue a flor de piel. Los vecinos duermen con un ojo abierto, escuchando el ruido del río, rezando para que no suceda lo peor. Muchos ya están pensando en sacar sus pertenencias importantes, por si acaso hay que huir. Que te quiero contar, ¡vaya brete!”.
En fin, compañeros, esta vainera nos deja muchas preguntas en el aire. ¿Quién es responsable de este fiasco? ¿Por qué se construyó un puente tan endeble? ¿Se hizo una evaluación adecuada del riesgo? ¿Qué medidas urgentes se pueden tomar para proteger a la población? Y lo más importante: ¿Será que al final, Hatillo quedará aislado, a merced de las inclemencias del tiempo?