¡Diganme si esto no es pura chiva! Un grupito de estudiantes de la Universidad Fidélitas se rifó como nunca y ganaron el primer lugar internacional del Reto Marte 2025. Imagínense, ¡nosotros, representando a Costa Rica, le dimos una patada en el trasero a universidades de España, Portugal e incluso Puerto Rico! Esto sí que es ponerle sabor latino a la exploración espacial.
El Reto Marte 2025, organizado por Virtual Educa, una organización ligada a la Organización de Estados Americanos (OEA), busca soluciones tecnológicas innovadoras para la exploración espacial. Lo que muchos desconocen es que este tipo de competencias tienen un peso considerable a nivel mundial, sirviendo como trampolín para futuras colaboraciones y proyectos de investigación. Nosotros, los tranquilos, siempre dando sorpresas, ¿verdad?
Y resulta que el equipo fieldeño, compuesto por seis mentes brillantes – Brandon Ugalde, Emanuel Jiménez, Ghazeel Morales, Yair Navarro, Endry Rosales y Andrea Alfaro– desarrolló un proyecto llamado Sibú. Ahora, Sibú no es cualquier cosa; es un biorreactor automatizado que utiliza microalgas para transformar dióxido de carbono en oxígeno. ¡Imaginen!, convertir aire malo en aire bueno... y encima, ¡para ir a Marte! Esto ya suena a película de ciencia ficción, pero es pura realidad.
La verdadera magnitud del logro radica en que Sibú fue diseñado, modelado y construido por estos jóvenes talentosos desde cero. No hubo ayuda externa, puro sudor y cerebro costarricense. El sistema es totalmente hermético y automatizado, capaz de cultivar microalgas incluso en ambientes hostiles como los de Marte. Pensándolo bien, ¿quién necesita Elon Musk cuando tenemos a estos cracks?
Para demostrar que no estaban jugando, la documentación técnica del proyecto tiene ¡102 páginas! Sí, señor, 102 páginas explicando cómo funciona Sibú, incluyendo simulaciones, prototipos funcionales y una exposición oral que dejó boquiabiertos a los jueces internacionales. Estos muchachos se toparon todo el brete, seguramente pasando madrugones para pulir cada detalle y asegurarse de que su proyecto brillara con luz propia. Se nota que pusieron el corazón en esto.
Pero la cosa no termina ahí, porque esta tecnología no solo sirve para viajes espaciales. También podría utilizarse aquí mismo en la Tierra para mejorar procesos ambientales, purificar el aire y generar oxígeno. Es decir, estamos hablando de una solución doble: nos salva a nosotros y les abre las puertas a los astronautas. ¡Esto sí que es aprovechar al máximo el potencial!
Detrás de este triunfo hay un esfuerzo conjunto. Además de los seis estudiantes, recibieron el apoyo invaluable de Marco Corrales y Alejandro Gavarrete, quienes guiaron al equipo durante meses. Andrea Alfaro, destacando el rol crucial del video-podcast que presentaron, resaltó que el proceso no solo fue profesional sino también transformador. "Este triunfo también es personal: crecimos como profesionales y como seres humanos", comentó. Y vaya que es cierto, verlos brillar así llena de orgullo a todos los costarricenses. Al final, la unidad fue clave, como ellos mismos admitieron: “Nos convertimos en una familia”.
En fin, estos jóvenes han demostrado que Costa Rica tiene un talento descomunal y que, con inversión en educación y oportunidades, podemos llegar hasta las estrellas. Regresan al país como embajadores del conocimiento y la innovación, listos para inspirar a las nuevas generaciones. Con todo este éxito, me pregunto… ¿cree usted que deberíamos invertir más recursos en programas STEM para fomentar aún más este tipo de iniciativas y asegurar que sigamos poniendo a Costa Rica en el mapa mundial?
El Reto Marte 2025, organizado por Virtual Educa, una organización ligada a la Organización de Estados Americanos (OEA), busca soluciones tecnológicas innovadoras para la exploración espacial. Lo que muchos desconocen es que este tipo de competencias tienen un peso considerable a nivel mundial, sirviendo como trampolín para futuras colaboraciones y proyectos de investigación. Nosotros, los tranquilos, siempre dando sorpresas, ¿verdad?
Y resulta que el equipo fieldeño, compuesto por seis mentes brillantes – Brandon Ugalde, Emanuel Jiménez, Ghazeel Morales, Yair Navarro, Endry Rosales y Andrea Alfaro– desarrolló un proyecto llamado Sibú. Ahora, Sibú no es cualquier cosa; es un biorreactor automatizado que utiliza microalgas para transformar dióxido de carbono en oxígeno. ¡Imaginen!, convertir aire malo en aire bueno... y encima, ¡para ir a Marte! Esto ya suena a película de ciencia ficción, pero es pura realidad.
La verdadera magnitud del logro radica en que Sibú fue diseñado, modelado y construido por estos jóvenes talentosos desde cero. No hubo ayuda externa, puro sudor y cerebro costarricense. El sistema es totalmente hermético y automatizado, capaz de cultivar microalgas incluso en ambientes hostiles como los de Marte. Pensándolo bien, ¿quién necesita Elon Musk cuando tenemos a estos cracks?
Para demostrar que no estaban jugando, la documentación técnica del proyecto tiene ¡102 páginas! Sí, señor, 102 páginas explicando cómo funciona Sibú, incluyendo simulaciones, prototipos funcionales y una exposición oral que dejó boquiabiertos a los jueces internacionales. Estos muchachos se toparon todo el brete, seguramente pasando madrugones para pulir cada detalle y asegurarse de que su proyecto brillara con luz propia. Se nota que pusieron el corazón en esto.
Pero la cosa no termina ahí, porque esta tecnología no solo sirve para viajes espaciales. También podría utilizarse aquí mismo en la Tierra para mejorar procesos ambientales, purificar el aire y generar oxígeno. Es decir, estamos hablando de una solución doble: nos salva a nosotros y les abre las puertas a los astronautas. ¡Esto sí que es aprovechar al máximo el potencial!
Detrás de este triunfo hay un esfuerzo conjunto. Además de los seis estudiantes, recibieron el apoyo invaluable de Marco Corrales y Alejandro Gavarrete, quienes guiaron al equipo durante meses. Andrea Alfaro, destacando el rol crucial del video-podcast que presentaron, resaltó que el proceso no solo fue profesional sino también transformador. "Este triunfo también es personal: crecimos como profesionales y como seres humanos", comentó. Y vaya que es cierto, verlos brillar así llena de orgullo a todos los costarricenses. Al final, la unidad fue clave, como ellos mismos admitieron: “Nos convertimos en una familia”.
En fin, estos jóvenes han demostrado que Costa Rica tiene un talento descomunal y que, con inversión en educación y oportunidades, podemos llegar hasta las estrellas. Regresan al país como embajadores del conocimiento y la innovación, listos para inspirar a las nuevas generaciones. Con todo este éxito, me pregunto… ¿cree usted que deberíamos invertir más recursos en programas STEM para fomentar aún más este tipo de iniciativas y asegurar que sigamos poniendo a Costa Rica en el mapa mundial?