¡Ay, Dios mío! El temblor que cayó encima de los papás y estudiantes de undécimo del Colegio Bilingüe Sonny de Cartago es de película. Resulta que la rosca del baile de graduación, que llevaban meses organizando con mucho cariño (y feria), se fue al traste. Parece que alguien andaba haciendo cosas turbias y ahora todos están buscando a quién le tocan los güevos.
Según trascendió, una personita de apellido Calderón, pura sangre de Cartago, se llevó consigo unos ¢20 millones que estaban destinados a la producción del evento. ¡Un golpe certero! El dinero, dicen, iba directo a la empresa encargada de hacer el baile, que ya tenían todo listo: discoteca, comida, decoración… Todo, hasta la camisa que iban a usar los graduandos. Ahora, imagínate la bronca: los papás, con la mano abierta, y los muchachos, con el corazón roto porque su noche especial se les vino abajo.
El Colegio Sonny, rápido como rayo, salió a dar la cara a través de sus redes sociales. Publicaron un comunicado donde dejan claro que ellos no tienen nada que ver con el asunto. “Nuestra prioridad es el bienestar y la confianza dentro de nuestra comunidad educativa,” escribieron. También recalcaron que el Comité de Padres, que era quien estaba manejando el brete económico, no depende directamente del colegio, sino que son representantes elegidos por las familias. ¡Bien ahí, Sonny, poniendo las cartas sobre la mesa!
Pero no todo quedó en eso. El colegio también anunció que va a echarle un empujoncito a los padres para tratar de solucionar esto. Van a colaborar con el Comité de Padres para buscar alternativas y, si es posible, salvar el baile. Porque, díganlo fuerte, nadie quiere que estos jóvenes se queden sin su celebración. Después de tanto esfuerzo y sacrificio, merecen tener una noche inolvidable. Al final del día, todos queremos que los alumnos tengan una experiencia positiva.
Ahora bien, ¿cómo llegó a pasar esto? Según fuentes cercanas, Calderón prometió organizar el baile a bajo costo y ofreció facilidades de pago. Muchos padres, confiados en su palabra, le entregaron el dinero. Pero resulta que el tipo desapareció con la plata y dejó a todos en la incertidumbre. Una verdadera lástima, porque la intención era buena, pero la ejecución... ¡Uy, qué torta! Uno piensa, ¿dónde quedo la honestidad?
Este caso ha levantado ampollas en toda la comunidad educativa de Cartago. Se habla de denuncias penales, investigaciones y posibles acciones legales contra Calderón. La fiscalía ya está al tanto y se espera que pronto comience a mover pieza para esclarecer los hechos. Lo importante es que se haga justicia y que el responsable pague por sus actos. Ya basta de aprovecharse de la buena fe de la gente, diay.
El colegio Sonny, consciente de la importancia de este evento para los estudiantes y sus familias, pide calma y prudencia a todos. Piden esperar a que las autoridades competentes investiguen el caso y aclarar todas las dudas. Y también piden empatía, porque estas son situaciones difíciles para todos. A veces uno no sabe cómo reaccionar ante algo así; pero lo importante es mantener la cordura y no dejarse llevar por las emociones.
Y aquí viene la pregunta clave: ¿Creen ustedes que el colegio debería asumir una mayor responsabilidad en la supervisión de los fondos recaudados para actividades estudiantiles? ¿Deberían establecer mecanismos más estrictos de control para evitar que situaciones como esta vuelvan a ocurrir, o la responsabilidad recae únicamente en el comité de padres?
Según trascendió, una personita de apellido Calderón, pura sangre de Cartago, se llevó consigo unos ¢20 millones que estaban destinados a la producción del evento. ¡Un golpe certero! El dinero, dicen, iba directo a la empresa encargada de hacer el baile, que ya tenían todo listo: discoteca, comida, decoración… Todo, hasta la camisa que iban a usar los graduandos. Ahora, imagínate la bronca: los papás, con la mano abierta, y los muchachos, con el corazón roto porque su noche especial se les vino abajo.
El Colegio Sonny, rápido como rayo, salió a dar la cara a través de sus redes sociales. Publicaron un comunicado donde dejan claro que ellos no tienen nada que ver con el asunto. “Nuestra prioridad es el bienestar y la confianza dentro de nuestra comunidad educativa,” escribieron. También recalcaron que el Comité de Padres, que era quien estaba manejando el brete económico, no depende directamente del colegio, sino que son representantes elegidos por las familias. ¡Bien ahí, Sonny, poniendo las cartas sobre la mesa!
Pero no todo quedó en eso. El colegio también anunció que va a echarle un empujoncito a los padres para tratar de solucionar esto. Van a colaborar con el Comité de Padres para buscar alternativas y, si es posible, salvar el baile. Porque, díganlo fuerte, nadie quiere que estos jóvenes se queden sin su celebración. Después de tanto esfuerzo y sacrificio, merecen tener una noche inolvidable. Al final del día, todos queremos que los alumnos tengan una experiencia positiva.
Ahora bien, ¿cómo llegó a pasar esto? Según fuentes cercanas, Calderón prometió organizar el baile a bajo costo y ofreció facilidades de pago. Muchos padres, confiados en su palabra, le entregaron el dinero. Pero resulta que el tipo desapareció con la plata y dejó a todos en la incertidumbre. Una verdadera lástima, porque la intención era buena, pero la ejecución... ¡Uy, qué torta! Uno piensa, ¿dónde quedo la honestidad?
Este caso ha levantado ampollas en toda la comunidad educativa de Cartago. Se habla de denuncias penales, investigaciones y posibles acciones legales contra Calderón. La fiscalía ya está al tanto y se espera que pronto comience a mover pieza para esclarecer los hechos. Lo importante es que se haga justicia y que el responsable pague por sus actos. Ya basta de aprovecharse de la buena fe de la gente, diay.
El colegio Sonny, consciente de la importancia de este evento para los estudiantes y sus familias, pide calma y prudencia a todos. Piden esperar a que las autoridades competentes investiguen el caso y aclarar todas las dudas. Y también piden empatía, porque estas son situaciones difíciles para todos. A veces uno no sabe cómo reaccionar ante algo así; pero lo importante es mantener la cordura y no dejarse llevar por las emociones.
Y aquí viene la pregunta clave: ¿Creen ustedes que el colegio debería asumir una mayor responsabilidad en la supervisión de los fondos recaudados para actividades estudiantiles? ¿Deberían establecer mecanismos más estrictos de control para evitar que situaciones como esta vuelvan a ocurrir, o la responsabilidad recae únicamente en el comité de padres?
