Bueno, pues fíjense que esto del MEP y sus nuevos lineamientos sobre la presentación personal en las escuelas ha encendido el rancho. Después de meses de especulación y opiniones encontradas, la cartera presentó una normativa que busca uniformizar los criterios en todo el país, regulando desde tatuajes y maquillajes hasta peinados y accesorios. El Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE) de la UCR, claro que no se quedó calladito y salió con un comunicado diciendo que todo esto podría estar desviando la atención de los problemas reales que le aquejan a nuestro sistema educativo.
Y ojo, porque la propuesta del MEP va más allá de decir si puedes o no ponerte delineador de ojos. También incluye una modificación en el sistema de calificación, donde la conducta del estudiante ahora entrará en juego, con una escala de 0 a 100 que empezará en 100 y se irá restando conforme haya faltas. ¡Imagínate!, parece que ahora vamos a calificar no solo por notas, sino por si te pusiste aretes de calavera o si llegaste tarde a clase. ¡Una torta!
Pero a ver, miremos bien el panorama. El CIDE ha insistido mucho en que estudios realizados en otros países –Reino Unido, Japón, Chile– demuestran que imponer normas estrictas sobre la apariencia no mejora el rendimiento académico. De hecho, argumentan que estas restricciones pueden tener el efecto contrario, afectando la autoestima, la asistencia e incluso generando sentimientos de exclusión entre los estudiantes. ¡Eso sí que es una mala vara!
Lo que ellos proponen es otra cosa: involucrar activamente a los alumnos, docentes y padres en la creación de las normas escolares. Que sea un trabajo conjunto, donde todos tengan voz y voto. Así, las reglas no serían impuestas desde arriba, sino acuerdos sociales que todos entendemos y respetamos. Y eso, señores, es construir comunidad, no simplemente hacer cumplir unas normas al azar.
Ahora bien, entiendo la intención del MEP de querer darle más autoridad a los maestros y crear un ambiente de aprendizaje más ordenado. Pero me pregunto si meterse con el maquillaje y los tatuajes es realmente la solución. ¿De verdad creen que cambiar el color del pelo de un chico va a mejorar sus resultados en matemáticas? Me da la impresión de que estamos cerrando el cerro con el método equivocado, ¿me entienden?
Porque ahí está el problema central, como bien señala el CIDE: tenemos rezagos enormes en comprensión lectora, habilidades matemáticas, pensamiento crítico… ¡una lista larguísima! Y mientras tanto, nos preocupamos por si al niño le brillan las pestañas. ¿No será que estamos poniendo el carro delante del caballo? Claro que hay que fomentar el respeto y la convivencia, nadie discute eso, pero enfócmonos en lo importante: brindarles a nuestros jóvenes una educación de calidad que les abra puertas al futuro.
Y hablando de futuro, recordemos que la juventud de hoy ya no es igual a la de ayer. Son chicos y chicas que expresan su individualidad a través de la ropa, el peinado, los tatuajes... ¿Quiénes somos nosotros para juzgar cómo quieren mostrarse al mundo? Siempre y cuando no estén causando daño a nadie, creo que deberíamos dejarles vivir. Como dice el dicho, “cada quien con su rollo”.
Así que, mis queridos lectores, la pregunta que tengo para ustedes es la siguiente: ¿creen que el MEP está haciendo lo correcto al enfocarse en la apariencia personal de los estudiantes, o debería priorizar la inversión en recursos educativos y programas que aborden los verdaderos problemas del sistema? ¡Den sus opiniones! ¡Desempolven los argumentos y partamos el debate!
	
		
			
		
		
	
				
			Y ojo, porque la propuesta del MEP va más allá de decir si puedes o no ponerte delineador de ojos. También incluye una modificación en el sistema de calificación, donde la conducta del estudiante ahora entrará en juego, con una escala de 0 a 100 que empezará en 100 y se irá restando conforme haya faltas. ¡Imagínate!, parece que ahora vamos a calificar no solo por notas, sino por si te pusiste aretes de calavera o si llegaste tarde a clase. ¡Una torta!
Pero a ver, miremos bien el panorama. El CIDE ha insistido mucho en que estudios realizados en otros países –Reino Unido, Japón, Chile– demuestran que imponer normas estrictas sobre la apariencia no mejora el rendimiento académico. De hecho, argumentan que estas restricciones pueden tener el efecto contrario, afectando la autoestima, la asistencia e incluso generando sentimientos de exclusión entre los estudiantes. ¡Eso sí que es una mala vara!
Lo que ellos proponen es otra cosa: involucrar activamente a los alumnos, docentes y padres en la creación de las normas escolares. Que sea un trabajo conjunto, donde todos tengan voz y voto. Así, las reglas no serían impuestas desde arriba, sino acuerdos sociales que todos entendemos y respetamos. Y eso, señores, es construir comunidad, no simplemente hacer cumplir unas normas al azar.
Ahora bien, entiendo la intención del MEP de querer darle más autoridad a los maestros y crear un ambiente de aprendizaje más ordenado. Pero me pregunto si meterse con el maquillaje y los tatuajes es realmente la solución. ¿De verdad creen que cambiar el color del pelo de un chico va a mejorar sus resultados en matemáticas? Me da la impresión de que estamos cerrando el cerro con el método equivocado, ¿me entienden?
Porque ahí está el problema central, como bien señala el CIDE: tenemos rezagos enormes en comprensión lectora, habilidades matemáticas, pensamiento crítico… ¡una lista larguísima! Y mientras tanto, nos preocupamos por si al niño le brillan las pestañas. ¿No será que estamos poniendo el carro delante del caballo? Claro que hay que fomentar el respeto y la convivencia, nadie discute eso, pero enfócmonos en lo importante: brindarles a nuestros jóvenes una educación de calidad que les abra puertas al futuro.
Y hablando de futuro, recordemos que la juventud de hoy ya no es igual a la de ayer. Son chicos y chicas que expresan su individualidad a través de la ropa, el peinado, los tatuajes... ¿Quiénes somos nosotros para juzgar cómo quieren mostrarse al mundo? Siempre y cuando no estén causando daño a nadie, creo que deberíamos dejarles vivir. Como dice el dicho, “cada quien con su rollo”.
Así que, mis queridos lectores, la pregunta que tengo para ustedes es la siguiente: ¿creen que el MEP está haciendo lo correcto al enfocarse en la apariencia personal de los estudiantes, o debería priorizar la inversión en recursos educativos y programas que aborden los verdaderos problemas del sistema? ¡Den sus opiniones! ¡Desempolven los argumentos y partamos el debate!
 
	 
 
		 
  
 
		 
  
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		 
 
		