¡Ay, Dios mío, qué bronca! Lo que tenía que ser la noche más linda para los alumnos del Colegio Sonny de Cartago terminó siendo un verdadero chin keen. Resulta que el baile de graduación, el evento soñado por años, está en peligro de no pasar por culpa de un señor que parece haber desaparecido con una suma considerable de plata – hablamos de unos ¢20 millones, diay.
La movida es así: los papás, con el sudor de su frente, anduvieron meses organizando rifas, ventas de comida, hasta lo que fuera para juntar la lana necesaria para el baile. Se pagaron proveedores, se buscó la discoteca ideal, se pensó en todo para que los muchachos y muchachas vivieran una noche inolvidable. Todo parecía ir perfecto hasta que la empresa Full Party, encargada de la organización, les dijo a los padres que no habían recibido el pago final.
Y ahí es donde entra nuestro protagonista, un tal ingeniero Calderón, el mae encargado de mover las cuentas bancarias. Él mismo, al parecer, era el nexo directo con los proveedores y también hablaba con los papás para actualizarles cómo iba la recolección. Pues resulta que el tipo se evaporó, ¡se fue corriendo!, dejando atrás un reguero de preguntas y un montón de gente preocupada. Sus familiares lo buscaron por todas partes y lo reportaron en redes sociales, generando un revuelo tremendo en la comunidad.
Para colmo de males, al día siguiente, las autoridades lograron ubicarlo, pero en un hospital en Heredia. Nadie dice por qué está allí, qué le pasó, si está bien o mal. Esto ha levantado aún más sospechas y ha hecho que la gente comience a especular sobre qué habrá pasado realmente con el dinerito.
Pero lo bueno es que los papás, lejos de echarse las manos a la cabeza, empezaron a investigar y encontraron unas cosillas turbias en los movimientos bancarios. Parece ser que el ingeniero no solo se esfumó, sino que también anda haciendo cosas raras con el dinero, transacciones que no cuadran y que apuntan directamente a él. Ya están juntando pruebas, recibos, capturas de pantalla de conversaciones, todo para presentar una denuncia formal ante el OIJ. ¡Esto promete, diay!
Imaginen la frustración de estos jóvenes, que han trabajado duro todo el año para llegar a este momento, y ahora tienen que lidiar con esta novela. Algunos incluso dicen que la hija del propio ingeniero también está entre los graduandos, ¡qué vara! Decepción, tristeza, enojo… Un cúmulo de emociones negativas que nadie merece vivir, especialmente cuando se trata de celebrar un logro tan importante como terminar la escuela secundaria.
Y sí, claro, más allá de la parte económica, lo que duele a los papás es ver cómo se rompen las ilusiones de sus hijos. No se trata solo del baile, sino de la expectativa de una noche mágica, de compartir con sus amigos, de crear recuerdos imborrables. Ver eso marchitarse por la acción de una persona irresponsable es algo que duele profundamente. Esperemos que la justicia haga lo suyo y que se pueda esclarecer lo sucedido pronto, porque este brete nos tiene a todos con la mosca detrás de la oreja.
En fin, esta historia nos deja muchas reflexiones. ¿Cómo podemos evitar que estas situaciones se repitan en el futuro? ¿Deberíamos implementar mecanismos de control más estrictos para la administración de fondos comunitarios? ¿Cuál creen ustedes sería la mejor forma de apoyar a estos jóvenes graduandos para que puedan tener el baile que tanto merecen? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
La movida es así: los papás, con el sudor de su frente, anduvieron meses organizando rifas, ventas de comida, hasta lo que fuera para juntar la lana necesaria para el baile. Se pagaron proveedores, se buscó la discoteca ideal, se pensó en todo para que los muchachos y muchachas vivieran una noche inolvidable. Todo parecía ir perfecto hasta que la empresa Full Party, encargada de la organización, les dijo a los padres que no habían recibido el pago final.
Y ahí es donde entra nuestro protagonista, un tal ingeniero Calderón, el mae encargado de mover las cuentas bancarias. Él mismo, al parecer, era el nexo directo con los proveedores y también hablaba con los papás para actualizarles cómo iba la recolección. Pues resulta que el tipo se evaporó, ¡se fue corriendo!, dejando atrás un reguero de preguntas y un montón de gente preocupada. Sus familiares lo buscaron por todas partes y lo reportaron en redes sociales, generando un revuelo tremendo en la comunidad.
Para colmo de males, al día siguiente, las autoridades lograron ubicarlo, pero en un hospital en Heredia. Nadie dice por qué está allí, qué le pasó, si está bien o mal. Esto ha levantado aún más sospechas y ha hecho que la gente comience a especular sobre qué habrá pasado realmente con el dinerito.
Pero lo bueno es que los papás, lejos de echarse las manos a la cabeza, empezaron a investigar y encontraron unas cosillas turbias en los movimientos bancarios. Parece ser que el ingeniero no solo se esfumó, sino que también anda haciendo cosas raras con el dinero, transacciones que no cuadran y que apuntan directamente a él. Ya están juntando pruebas, recibos, capturas de pantalla de conversaciones, todo para presentar una denuncia formal ante el OIJ. ¡Esto promete, diay!
Imaginen la frustración de estos jóvenes, que han trabajado duro todo el año para llegar a este momento, y ahora tienen que lidiar con esta novela. Algunos incluso dicen que la hija del propio ingeniero también está entre los graduandos, ¡qué vara! Decepción, tristeza, enojo… Un cúmulo de emociones negativas que nadie merece vivir, especialmente cuando se trata de celebrar un logro tan importante como terminar la escuela secundaria.
Y sí, claro, más allá de la parte económica, lo que duele a los papás es ver cómo se rompen las ilusiones de sus hijos. No se trata solo del baile, sino de la expectativa de una noche mágica, de compartir con sus amigos, de crear recuerdos imborrables. Ver eso marchitarse por la acción de una persona irresponsable es algo que duele profundamente. Esperemos que la justicia haga lo suyo y que se pueda esclarecer lo sucedido pronto, porque este brete nos tiene a todos con la mosca detrás de la oreja.
En fin, esta historia nos deja muchas reflexiones. ¿Cómo podemos evitar que estas situaciones se repitan en el futuro? ¿Deberíamos implementar mecanismos de control más estrictos para la administración de fondos comunitarios? ¿Cuál creen ustedes sería la mejor forma de apoyar a estos jóvenes graduandos para que puedan tener el baile que tanto merecen? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!