¡Ay, Dios mío! Parece que la Fuerza Pública anduvo con lupa este lunes en Tuba Creek, Limón. Se topan con un cargamento de casi dos mil licores contrabandeados, ¡una verdadera torta! Esto demuestra que el negocio ilícito sigue vivo y coleando, desafiando todas las medidas que hemos implementado.
La movida se dio en la Ruta Nacional 36, precisamente en el distrito de Valle La Estrella, cerca de la frontera con Panamá. Imagínate, el camión venía desde Sixaola, Talamanca, lleno hasta arriba de botellas que ni siquiera tienen permiso para estar aquí. Según los oficiales, intentaron pasarla piola, pero la revisión de rutina sacó a relucir toda la papa caliente.
Y ahí aparece don Venegas, el acompañado del conductor, aceptando que él era el dueño de la mercancía. ¡Se le fue encima! No tenía ningún documento que demostrara que pagó los impuestos correspondientes. ¡Imagínate, cómo se le pudo ir eso! Por eso es importante tener todo en regla, porque a veces nos metemos en un brete del cual cuesta salir.
Lo peor de todo es que estos licores ni siquiera tenían el registro sanitario adecuado. ¡Eso es pasarse de listo! La salud pública está en riesgo cuando permitimos que entren productos así al país. Por suerte, la Policía de Control Fiscal ya se hizo cargo de la situación y ahora les tocará responder por sus actos.
Este caso pone de manifiesto la complejidad de controlar el tráfico de mercancías ilegales en nuestra geografía fronteriza. Con tantos kilómetros de costa y selva, es complicado vigilarlo todo. Además, hay gente dispuesta a hacer cualquier cosa por ganar dinero fácil, aunque eso signifique poner en peligro la economía nacional y la seguridad de los consumidores.
Algunos analistas políticos comentan que estas acciones deberían ir acompañadas de una reforma integral en materia fiscal y de control aduanero. Dicen que necesitamos endurecer las penas para quienes incurren en este tipo de delitos, y también fortalecer la coordinación entre las diferentes instituciones encargadas de combatir el contrabando. ¡Duro, eh! Porque parece que algunos no aprenden la lección.
Desde mi punto de vista, es fundamental redoblar la apuesta en la prevención. Necesitamos crear conciencia en la población sobre los riesgos del consumo de alcohol adulterado, y también ofrecer alternativas legales y sostenibles para los pequeños comerciantes que dependen de la venta de bebidas alcohólicas. Porque si no, seguiremos viendo casos como este, y eso no le hace bien a nadie.
Bueno, amigos, con este panorama, me pregunto: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, realmente cerrar el grifo al contrabando de licores y proteger la salud de nuestros ciudadanos? ¿Será necesario invertir más recursos en tecnología y personal para la vigilancia fronteriza, o deberíamos enfocarnos en atacar las raíces del problema, como la corrupción y la impunidad?
La movida se dio en la Ruta Nacional 36, precisamente en el distrito de Valle La Estrella, cerca de la frontera con Panamá. Imagínate, el camión venía desde Sixaola, Talamanca, lleno hasta arriba de botellas que ni siquiera tienen permiso para estar aquí. Según los oficiales, intentaron pasarla piola, pero la revisión de rutina sacó a relucir toda la papa caliente.
Y ahí aparece don Venegas, el acompañado del conductor, aceptando que él era el dueño de la mercancía. ¡Se le fue encima! No tenía ningún documento que demostrara que pagó los impuestos correspondientes. ¡Imagínate, cómo se le pudo ir eso! Por eso es importante tener todo en regla, porque a veces nos metemos en un brete del cual cuesta salir.
Lo peor de todo es que estos licores ni siquiera tenían el registro sanitario adecuado. ¡Eso es pasarse de listo! La salud pública está en riesgo cuando permitimos que entren productos así al país. Por suerte, la Policía de Control Fiscal ya se hizo cargo de la situación y ahora les tocará responder por sus actos.
Este caso pone de manifiesto la complejidad de controlar el tráfico de mercancías ilegales en nuestra geografía fronteriza. Con tantos kilómetros de costa y selva, es complicado vigilarlo todo. Además, hay gente dispuesta a hacer cualquier cosa por ganar dinero fácil, aunque eso signifique poner en peligro la economía nacional y la seguridad de los consumidores.
Algunos analistas políticos comentan que estas acciones deberían ir acompañadas de una reforma integral en materia fiscal y de control aduanero. Dicen que necesitamos endurecer las penas para quienes incurren en este tipo de delitos, y también fortalecer la coordinación entre las diferentes instituciones encargadas de combatir el contrabando. ¡Duro, eh! Porque parece que algunos no aprenden la lección.
Desde mi punto de vista, es fundamental redoblar la apuesta en la prevención. Necesitamos crear conciencia en la población sobre los riesgos del consumo de alcohol adulterado, y también ofrecer alternativas legales y sostenibles para los pequeños comerciantes que dependen de la venta de bebidas alcohólicas. Porque si no, seguiremos viendo casos como este, y eso no le hace bien a nadie.
Bueno, amigos, con este panorama, me pregunto: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, realmente cerrar el grifo al contrabando de licores y proteger la salud de nuestros ciudadanos? ¿Será necesario invertir más recursos en tecnología y personal para la vigilancia fronteriza, o deberíamos enfocarnos en atacar las raíces del problema, como la corrupción y la impunidad?