¡Ay, Dios mío, qué torta! Parece que estamos viendo la misma película una y otra vez. El Ministerio de Educación Pública (MEP) soltó los números y, bueno, no son precisamente para celebrar. Más de 85 mil estudiantes, prácticamente toda una generación, se fueron del sistema educativo entre 2021 y 2024. Sí, leyeron bien, ¡más de 85 mil!
La estadística, sacada de la plataforma “Saber” del MEP, pinta un panorama preocupante. En 2021 eran 18.196 los estudiantes fuera del sistema, pero eso fue calandrio comparado con lo que vino después. En 2022 saltamos a 22.763, en 2023 a 23.750, y finalmente, en 2024 llegamos a 21.066. Se dice rápido, pero la realidad es que estamos hablando de muchísimos jóvenes que perdieron el tren de la educación.
El MEP, claro, trata de ponerle pausa al asunto. Dicen que han logrado recuperar algunos estudiantes, unos 4.750 en 2022, luego 6.491 en 2023 y 6.833 en 2024. Pero vamos, parece un parchecito para un hueco enorme. Con todo respeto, si te estás esforzando tanto por recuperar gente, ¿por qué siguen dejándolos ir a esa velocidad?
Ahora, si nos metemos en los detalles, los factores de deserción son varios. Según el MEP, el problema número uno es el desempeño académico: casi 19 mil estudiantes tuvieron problemas para seguirle el ritmo. Después viene la convivencia educativa (unos 3.211), la situación económica (más de 5 mil), problemas familiares, acceso complicado, temas culturales... ¡Un brete de causas, diay!
Pero lo que realmente me preocupa es lo que dijo la psicóloga Ingrid Naranjo. Ella explica que la falta de motivación, el no sentirse parte del grupo, no tener el apoyo emocional, todo eso juega un papel importantísimo en la decisión de un estudiante de tirar la toalla. “No hay motivación, no se sienten parte, no perciben apoyo ni afecto, y eso pesa mucho a la hora de tomar la decisión de dejar los estudios”, nos comentó.
Para ponerle perspectiva, revisamos datos de años anteriores. En 2014, teníamos alrededor de 41.500 estudiantes fuera de las aulas. ¡Una barbaridad también!, pero para 2020, gracias a… bueno, quién sabe qué, la cifra bajó a 8.022. Eso sí, el MEP advierte que esos datos son incompletos, así que no podemos comparar directamente. Pero, ¿qué pasó entre 2020 y ahora? ¿Se relajaron los esfuerzos?
El MEP nos asegura que tienen protocolos para ayudar a los estudiantes en riesgo y para reincorporarlos al sistema. Hablan de pautas de atención integral, programas de acompañamiento y rutas de regreso a las aulas. Suena lindo en el papel, pero la pregunta es: ¿realmente funcionan? ¿Están llegando a todos los que necesitan ayuda? ¿O son solo palabras bonitas para quedar bien?
Así que acá termina el chisme. Miles de jóvenes sin oportunidades, un sistema educativo que parece incapaz de retenerlos, y un gobierno que promete soluciones pero que aún no las entrega. Ahora, díganme ustedes: ¿cree que el MEP realmente está haciendo lo suficiente para evitar que nuestros niños y adolescentes se queden sin futuro? ¿Cuál sería la medida más efectiva para combatir el abandono escolar en Costa Rica?
La estadística, sacada de la plataforma “Saber” del MEP, pinta un panorama preocupante. En 2021 eran 18.196 los estudiantes fuera del sistema, pero eso fue calandrio comparado con lo que vino después. En 2022 saltamos a 22.763, en 2023 a 23.750, y finalmente, en 2024 llegamos a 21.066. Se dice rápido, pero la realidad es que estamos hablando de muchísimos jóvenes que perdieron el tren de la educación.
El MEP, claro, trata de ponerle pausa al asunto. Dicen que han logrado recuperar algunos estudiantes, unos 4.750 en 2022, luego 6.491 en 2023 y 6.833 en 2024. Pero vamos, parece un parchecito para un hueco enorme. Con todo respeto, si te estás esforzando tanto por recuperar gente, ¿por qué siguen dejándolos ir a esa velocidad?
Ahora, si nos metemos en los detalles, los factores de deserción son varios. Según el MEP, el problema número uno es el desempeño académico: casi 19 mil estudiantes tuvieron problemas para seguirle el ritmo. Después viene la convivencia educativa (unos 3.211), la situación económica (más de 5 mil), problemas familiares, acceso complicado, temas culturales... ¡Un brete de causas, diay!
Pero lo que realmente me preocupa es lo que dijo la psicóloga Ingrid Naranjo. Ella explica que la falta de motivación, el no sentirse parte del grupo, no tener el apoyo emocional, todo eso juega un papel importantísimo en la decisión de un estudiante de tirar la toalla. “No hay motivación, no se sienten parte, no perciben apoyo ni afecto, y eso pesa mucho a la hora de tomar la decisión de dejar los estudios”, nos comentó.
Para ponerle perspectiva, revisamos datos de años anteriores. En 2014, teníamos alrededor de 41.500 estudiantes fuera de las aulas. ¡Una barbaridad también!, pero para 2020, gracias a… bueno, quién sabe qué, la cifra bajó a 8.022. Eso sí, el MEP advierte que esos datos son incompletos, así que no podemos comparar directamente. Pero, ¿qué pasó entre 2020 y ahora? ¿Se relajaron los esfuerzos?
El MEP nos asegura que tienen protocolos para ayudar a los estudiantes en riesgo y para reincorporarlos al sistema. Hablan de pautas de atención integral, programas de acompañamiento y rutas de regreso a las aulas. Suena lindo en el papel, pero la pregunta es: ¿realmente funcionan? ¿Están llegando a todos los que necesitan ayuda? ¿O son solo palabras bonitas para quedar bien?
Así que acá termina el chisme. Miles de jóvenes sin oportunidades, un sistema educativo que parece incapaz de retenerlos, y un gobierno que promete soluciones pero que aún no las entrega. Ahora, díganme ustedes: ¿cree que el MEP realmente está haciendo lo suficiente para evitar que nuestros niños y adolescentes se queden sin futuro? ¿Cuál sería la medida más efectiva para combatir el abandono escolar en Costa Rica?