¿Quieres responder el maldito correo de una maldita vez?
No es tu sangre de minúsculo porcentaje australiano ni lo es tu redondo culo ni tu cintura perfecta ni tus cautivadores ojos color negro, lo que me lleva a escribirte. Vale pero que mierdas: Te extraño, a ti y tus ojos cautivadores, tus manos bonitas y finas, tu culo y tu cintura perfectamente esculpida. Como sea necesito que respondas el maldito correo porque —más o menos— me urge obtener esa información que joder, solo tú tienes.
Si me quieres invitar a tomar café no te lo voy a negar. Me pregunto si todavía acostumbras a enrollar aquel pequeño paño y ponerlo entre tus piernas y porque te gusta pensar que es un pene y entonces frotas. También quisiera que sepas que lamento haber hecho que recayeras con la bebida. ¿Sin resentimientos?
El correo: ¡Respóndelo!