Maes, ¿vieron el despiche que se armó en la UCR? Esto parece un pleito familiar, pero con implicaciones para todo el país. Resulta que la gente más carga en números de la U, la Escuela de Estadística, le acaba de tirar con todo a un sondeo electoral hecho por OTRO centro de la misma universidad, el CIOdD. Sí, leyeron bien, fuego amigo en la propia casa de estudios. El estudio es ese que ponía a Álvaro Ramos y Ariel Robles de primeritos en la intención de voto, dejaba a Laura Fernández comiendo banca y le daba una nota malísima al presi Chaves. Diay, la vara es que, según los expertos de verdad, esa encuesta está más floja que un tornillo en una licuadora vieja.
El meollo del asunto, y aquí es donde la cosa se pone técnica pero se las traduzco, es que usaron “muestras no probabilísticas”. En tico simple: el sondeo fue como poner una encuesta en un grupo de Facebook y que la responda el que le dé la gana. Esto genera un sesgo de autoselección gigante, porque obviamente los que responden son los que ya tienen una opinión súper formada o un interés particular. El dato que mata es este: el 92% de los que respondieron la encuesta tenían estudios universitarios, cuando la realidad nacional, según la Encuesta de Hogares, es de apenas un 22,8%. ¡O sea, la encuesta entrevistó a una burbuja que no representa a Costa Rica ni a la vuelta de la esquina! Con esa metodología, es imposible calcular márgenes de error y, peor aún, se presta para que la gente responda mil veces o se usen bots. Se jalaron una torta monumental.
Lo más delicado de este despiche no es solo un pleito de pasillo académico. La Escuela de Estadística está diciendo, con todas las letras, que este tipo de “investigaciones” le quitan credibilidad a la UCR y, por extensión, a la ciencia en general en el país. ¡Y con toda la razón! Si nuestra principal universidad, que debería ser el faro de la rigurosidad, empieza a publicar estudios que parecen hechos a la carrera, ¿en qué quedamos? Se corre el riesgo de que la gente piense que cualquier encuesta es igual de válida, lo cual es un peligro enorme en un año preelectoral. Esto no es un juego, es desinformación que puede influir en cómo la gente percibe la realidad política y tomar decisiones equivocadas.
Y para que vean que la cosa va en serio, los de Estadística no se anduvieron por las ramas. Le mandaron una carta al Rector y a las Vicerrectorías pidiendo medidas concretas y durísimas. Están exigiendo una retracción pública del sondeo presentado por el CIOdD (¡imaginen el colerón!), que la U se comprometa a seguir las mejores prácticas internacionales para no volver a meter las patas, y que la Oficina de Comunicación se ponga las pilas para filtrar mejor lo que se publica. Básicamente, les están diciendo que dejen de hacer el ridículo y que se tomen el brete científico con la seriedad que merece. Es un manotazo en la mesa en toda regla.
Al final, este no es un simple encontronazo académico. Es un llamado de atención fuertísimo sobre la responsabilidad que tienen las instituciones, y más una como la UCR, de no jugar con la opinión pública ni con su propio prestigio. Las encuestas bien hechas son una herramienta valiosísima para la democracia, pero las que se hacen mal son veneno puro. La ciencia exige rigor, y cuando se falla, hay que tener la valentía de señalarlo, aunque el error venga de la misma casa. Diay, maes, la pregunta del millón: ¿Ustedes qué piensan? ¿Hace bien la Escuela de Estadística en tirarse al agua y señalar el error de sus propios colegas para proteger la ciencia? ¿O es sacar los trapos sucios en público y dañar más la imagen de la U? ¡Los leo!
El meollo del asunto, y aquí es donde la cosa se pone técnica pero se las traduzco, es que usaron “muestras no probabilísticas”. En tico simple: el sondeo fue como poner una encuesta en un grupo de Facebook y que la responda el que le dé la gana. Esto genera un sesgo de autoselección gigante, porque obviamente los que responden son los que ya tienen una opinión súper formada o un interés particular. El dato que mata es este: el 92% de los que respondieron la encuesta tenían estudios universitarios, cuando la realidad nacional, según la Encuesta de Hogares, es de apenas un 22,8%. ¡O sea, la encuesta entrevistó a una burbuja que no representa a Costa Rica ni a la vuelta de la esquina! Con esa metodología, es imposible calcular márgenes de error y, peor aún, se presta para que la gente responda mil veces o se usen bots. Se jalaron una torta monumental.
Lo más delicado de este despiche no es solo un pleito de pasillo académico. La Escuela de Estadística está diciendo, con todas las letras, que este tipo de “investigaciones” le quitan credibilidad a la UCR y, por extensión, a la ciencia en general en el país. ¡Y con toda la razón! Si nuestra principal universidad, que debería ser el faro de la rigurosidad, empieza a publicar estudios que parecen hechos a la carrera, ¿en qué quedamos? Se corre el riesgo de que la gente piense que cualquier encuesta es igual de válida, lo cual es un peligro enorme en un año preelectoral. Esto no es un juego, es desinformación que puede influir en cómo la gente percibe la realidad política y tomar decisiones equivocadas.
Y para que vean que la cosa va en serio, los de Estadística no se anduvieron por las ramas. Le mandaron una carta al Rector y a las Vicerrectorías pidiendo medidas concretas y durísimas. Están exigiendo una retracción pública del sondeo presentado por el CIOdD (¡imaginen el colerón!), que la U se comprometa a seguir las mejores prácticas internacionales para no volver a meter las patas, y que la Oficina de Comunicación se ponga las pilas para filtrar mejor lo que se publica. Básicamente, les están diciendo que dejen de hacer el ridículo y que se tomen el brete científico con la seriedad que merece. Es un manotazo en la mesa en toda regla.
Al final, este no es un simple encontronazo académico. Es un llamado de atención fuertísimo sobre la responsabilidad que tienen las instituciones, y más una como la UCR, de no jugar con la opinión pública ni con su propio prestigio. Las encuestas bien hechas son una herramienta valiosísima para la democracia, pero las que se hacen mal son veneno puro. La ciencia exige rigor, y cuando se falla, hay que tener la valentía de señalarlo, aunque el error venga de la misma casa. Diay, maes, la pregunta del millón: ¿Ustedes qué piensan? ¿Hace bien la Escuela de Estadística en tirarse al agua y señalar el error de sus propios colegas para proteger la ciencia? ¿O es sacar los trapos sucios en público y dañar más la imagen de la U? ¡Los leo!