Mae, póngale atención a esta vara porque está para sentarse a llorar. Uno siempre ha escuchado el cuento de que hay que acabar con el hambre en el mundo, y diay, en eso hemos avanzado un poco. Pero mientras estábamos enfocados en ese brete, se nos metió un golazo por la otra escuadra. Un nuevo informe de Unicef acaba de soltar una bomba que debería ponernos a todos a pensar: por primera vez en la historia, en este 2025, la obesidad es oficialmente la principal forma de malnutrición en niños y adolescentes en todo el planeta. Sí, leyó bien. Ahora hay más güilas con sobrepeso que güilas con bajo peso. ¡Qué despiche!
La cosa es que esta no es una de esas varas que pasó de la noche a la mañana. Los números son un baldazo de agua fría. Entre el 2000 y el 2022, la cantidad de jóvenes de 5 a 19 años con sobrepeso se duplicó, pasando de 194 millones a 391 millones. ¡Se duplicó! Y lo peor es que la obesidad más grave, esa que ya viene con tiquete para la diabetes y un montón de problemas de salud y hasta depre, se cuadruplicó en el mismo tiempo. Uno se pregunta, ¿cómo llegamos a esto? Y la respuesta, según Unicef, no es tan complicada: estamos viviendo en un "entorno tóxico" creado por la industria de la comida chatarra, que nos bombardea con publicidad hasta en la sopa.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Unicef es clarísimo: la culpa no es de los papás ni mucho menos de los güilas. El problema es que como sociedad nos estamos jalando una torta monumental. Los alimentos ultraprocesados, llenos de azúcar y grasa, son más baratos y fáciles de conseguir que una ensalada o una fruta. Las empresas le meten millones a la publicidad para que los chiquitos pidan la cajita feliz y no el picadillo de arracache. Y para rematar, nos venden el mito de que todo se arregla con ejercicio. Unicef lo dice sin pelos en la lengua: es imposible "escapar de las consecuencias para la salud" de la comida basura "sólo a través de la actividad física". O sea, de nada sirve mandarlos a mejenguear si a la salida los espera una gaseosa de litro y medio.
Lo más salado de todo es que este ya no es un problema de "países ricos". Antes uno pensaba en el chiquito gringo de las películas, pero ahora la procesión va por dentro en todo el mundo. Islas del Pacífico como Niue tienen tasas de obesidad juvenil de casi el 40%, porque la comida importada y empacada barrió con la dieta tradicional. Y en muchos países, ahora tienen el doble problema: chiquitos desnutridos en una zona y chiquitos con obesidad en otra. Es un fracaso del sistema por donde se le vea, un desbalance que demuestra que algo se fue al traste en cómo producimos y consumimos nuestros alimentos.
Al final, la vara nos explota en la cara a todos. No se trata de satanizar una hamburguesa de vez en cuando, se trata de entender que el sistema está diseñado para que nuestros hijos coman mal. Unicef pide a los gobiernos que se pongan las pilas: ponerle impuestos a las bebidas azucaradas, restringir la publicidad engañosa y mejorar el etiquetado. Medidas que aquí en Costa Rica se han intentado a medias, pero que siempre chocan con un paredón. La pregunta es si vamos a seguir dejando que las grandes corporaciones decidan la salud de nuestros güilas o si vamos a hacer algo al respecto.
Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Es pura culpa de las empresas y la publicidad o los papás también tenemos que asumir más responsabilidad? ¿Cómo le hacemos frente a esta torta aquí en Tiquicia?
La cosa es que esta no es una de esas varas que pasó de la noche a la mañana. Los números son un baldazo de agua fría. Entre el 2000 y el 2022, la cantidad de jóvenes de 5 a 19 años con sobrepeso se duplicó, pasando de 194 millones a 391 millones. ¡Se duplicó! Y lo peor es que la obesidad más grave, esa que ya viene con tiquete para la diabetes y un montón de problemas de salud y hasta depre, se cuadruplicó en el mismo tiempo. Uno se pregunta, ¿cómo llegamos a esto? Y la respuesta, según Unicef, no es tan complicada: estamos viviendo en un "entorno tóxico" creado por la industria de la comida chatarra, que nos bombardea con publicidad hasta en la sopa.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Unicef es clarísimo: la culpa no es de los papás ni mucho menos de los güilas. El problema es que como sociedad nos estamos jalando una torta monumental. Los alimentos ultraprocesados, llenos de azúcar y grasa, son más baratos y fáciles de conseguir que una ensalada o una fruta. Las empresas le meten millones a la publicidad para que los chiquitos pidan la cajita feliz y no el picadillo de arracache. Y para rematar, nos venden el mito de que todo se arregla con ejercicio. Unicef lo dice sin pelos en la lengua: es imposible "escapar de las consecuencias para la salud" de la comida basura "sólo a través de la actividad física". O sea, de nada sirve mandarlos a mejenguear si a la salida los espera una gaseosa de litro y medio.
Lo más salado de todo es que este ya no es un problema de "países ricos". Antes uno pensaba en el chiquito gringo de las películas, pero ahora la procesión va por dentro en todo el mundo. Islas del Pacífico como Niue tienen tasas de obesidad juvenil de casi el 40%, porque la comida importada y empacada barrió con la dieta tradicional. Y en muchos países, ahora tienen el doble problema: chiquitos desnutridos en una zona y chiquitos con obesidad en otra. Es un fracaso del sistema por donde se le vea, un desbalance que demuestra que algo se fue al traste en cómo producimos y consumimos nuestros alimentos.
Al final, la vara nos explota en la cara a todos. No se trata de satanizar una hamburguesa de vez en cuando, se trata de entender que el sistema está diseñado para que nuestros hijos coman mal. Unicef pide a los gobiernos que se pongan las pilas: ponerle impuestos a las bebidas azucaradas, restringir la publicidad engañosa y mejorar el etiquetado. Medidas que aquí en Costa Rica se han intentado a medias, pero que siempre chocan con un paredón. La pregunta es si vamos a seguir dejando que las grandes corporaciones decidan la salud de nuestros güilas o si vamos a hacer algo al respecto.
Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Es pura culpa de las empresas y la publicidad o los papás también tenemos que asumir más responsabilidad? ¿Cómo le hacemos frente a esta torta aquí en Tiquicia?