Bueno, pues fíjate que la cosa está más caliente que gallina pochada. Álvaro Ramos, el candidato del PLN, anda tratando de darle vuelta al anzuelo después de los últimos resultados de la encuesta Idespo-UNA. Con un magrito del 6.2%, parece que necesita un milagro, o por lo menos convencer a la masa de 'indecisos' que todavía andan dando vueltas como persianas en día ventoso.
La encuesta, pa’ ponerlos en clima, deja clarito que Laura Fernández de Pueblo Soberano sigue liderando la carrera con un 28.1%. Sí, señores, casi el doble de Ramos. Pero él, lejos de echarse unas lágrimas y pedirle perdón a la patria, salió a decir que la cosa está “muy complacida” porque, según él, la pelea ahora se da entre el oficialismo y ellos. Una manera interesante de ver la realidad, díganme.
Pero vamos al grano: Ramos le está apuntando directamente a ese abigado grupo de votantes que todavía no se han decidido. Un pastel jugoso, sin duda, pero conseguirlo va a ser más difícil que encontrar asiento en el Parque Metropolitano durante un campeonato de billar. Su estrategia, al parecer, es tocar fibras sensibles… y ahí es donde entra la parte de ‘escuchar al pueblo’, esa que todos prometen pero pocos cumplen.
En su discurso, Ramos pintó un panorama oscuro: mujeres preocupadas por la seguridad al salir a la calle, familias angustiadas porque no tienen acceso a atención médica decente. Cosas que todos sabemos que existen, ¿eh? No es que él inventó la pólvora. Buscó conectar con esas inquietudes básicas, esa sensación de abandono que muchos sienten. Como diciendo: 'Yo sí me doy cuenta de lo que les pasa, a diferencia de otros.'
Y luego vino el discurso a la juventud, el segmento del electorado que siempre es presa fácil de promesas vacías. Ramos les habló de oportunidades, de construir una Costa Rica donde puedan estudiar, trabajar y emprender. Que suena lindo, pero necesitamos ver cómo piensa convertir esas palabras en acciones concretas. Porque, seamos honestos, hemos escuchado discursos similares antes y terminaron siendo pura paja.
Ahora bien, lo que preocupa a mucha gente –y a mí también– es esa promesa constante de defender la ‘dignidad’ de los votantes. ¿Dignidad en qué sentido? ¿En tener acceso a vivienda digna? ¿En recibir un salario justo por el trabajo? ¿En no vivir con miedo a la inseguridad? Necesitamos definiciones claras, porque esa palabra se presta a muchas interpretaciones y puede terminar siendo otra herramienta de marketing político.
Por otro lado, no podemos olvidar la salida explosiva de Fernando Berrocal del PLN, denunciando “graves errores” y una campaña “errática”. Ese tipo de declaraciones sacuden el barco y dejan entrever fisuras internas que Ramos preferiría mantener ocultas. Además, la justificación de Pilar Cisneros sobre las promesas incumplidas, alegando falta de diputados, tampoco ayuda a mejorar la imagen del partido. Parece que andan con la soga al cuello, ¿verdad?
Así que, ahí tenemos a Ramos buscando desesperadamente ese voto indeciso. Apelando a las emociones, prometiendo soluciones mágicas y tratando de minimizar el impacto de los malos momentos. La pregunta que queda en el aire, amigos del Foro, es esta: ¿será suficiente con todo eso para convencer a los indecisos y darle una sorpresa al país, o se seguirá arrastrando detrás de Fernández como quien lleva una piedra atada al tobillo?
La encuesta, pa’ ponerlos en clima, deja clarito que Laura Fernández de Pueblo Soberano sigue liderando la carrera con un 28.1%. Sí, señores, casi el doble de Ramos. Pero él, lejos de echarse unas lágrimas y pedirle perdón a la patria, salió a decir que la cosa está “muy complacida” porque, según él, la pelea ahora se da entre el oficialismo y ellos. Una manera interesante de ver la realidad, díganme.
Pero vamos al grano: Ramos le está apuntando directamente a ese abigado grupo de votantes que todavía no se han decidido. Un pastel jugoso, sin duda, pero conseguirlo va a ser más difícil que encontrar asiento en el Parque Metropolitano durante un campeonato de billar. Su estrategia, al parecer, es tocar fibras sensibles… y ahí es donde entra la parte de ‘escuchar al pueblo’, esa que todos prometen pero pocos cumplen.
En su discurso, Ramos pintó un panorama oscuro: mujeres preocupadas por la seguridad al salir a la calle, familias angustiadas porque no tienen acceso a atención médica decente. Cosas que todos sabemos que existen, ¿eh? No es que él inventó la pólvora. Buscó conectar con esas inquietudes básicas, esa sensación de abandono que muchos sienten. Como diciendo: 'Yo sí me doy cuenta de lo que les pasa, a diferencia de otros.'
Y luego vino el discurso a la juventud, el segmento del electorado que siempre es presa fácil de promesas vacías. Ramos les habló de oportunidades, de construir una Costa Rica donde puedan estudiar, trabajar y emprender. Que suena lindo, pero necesitamos ver cómo piensa convertir esas palabras en acciones concretas. Porque, seamos honestos, hemos escuchado discursos similares antes y terminaron siendo pura paja.
Ahora bien, lo que preocupa a mucha gente –y a mí también– es esa promesa constante de defender la ‘dignidad’ de los votantes. ¿Dignidad en qué sentido? ¿En tener acceso a vivienda digna? ¿En recibir un salario justo por el trabajo? ¿En no vivir con miedo a la inseguridad? Necesitamos definiciones claras, porque esa palabra se presta a muchas interpretaciones y puede terminar siendo otra herramienta de marketing político.
Por otro lado, no podemos olvidar la salida explosiva de Fernando Berrocal del PLN, denunciando “graves errores” y una campaña “errática”. Ese tipo de declaraciones sacuden el barco y dejan entrever fisuras internas que Ramos preferiría mantener ocultas. Además, la justificación de Pilar Cisneros sobre las promesas incumplidas, alegando falta de diputados, tampoco ayuda a mejorar la imagen del partido. Parece que andan con la soga al cuello, ¿verdad?
Así que, ahí tenemos a Ramos buscando desesperadamente ese voto indeciso. Apelando a las emociones, prometiendo soluciones mágicas y tratando de minimizar el impacto de los malos momentos. La pregunta que queda en el aire, amigos del Foro, es esta: ¿será suficiente con todo eso para convencer a los indecisos y darle una sorpresa al país, o se seguirá arrastrando detrás de Fernández como quien lleva una piedra atada al tobillo?
