¡Ay, Dios mío, qué barbaridad! Aquí en Costa Rica seguimos sacudiéndonos con la historia de Renata, la perrita que encontraron en esas peores condiciones dentro de un búnker abandonado en Alajuela. La neta es que este caso te llega al alma, ¿eh?
Todo empezó hace unos días, cuando las autoridades hicieron un allanamiento a ese lugar del Invu. Imagínate, ahí estaba Renata, amarradita al fondo, aterrada como nunca, y clarísimo que había sufrido maltrato. Uno se queda pensando cómo pudo llegar hasta ahí, qué crueldad.
Lo primero que dijeron los veterinarios es que Renata estaba en una situación crítica. Tenía una hinchazón terrible en la zona íntima y estaba súper asustada, casi sin reaccionar. Se dieron cuenta que tenía piometra, una infección gravísima en el útero que, si no la trataban rápido, le habría costado la vida. ¡Qué sal!
El viernes pasado la llevaron corriendo al Hospital Veterinario Santamaría. Ahí la revisaron y, bueno, estaba bastante depre. No quería comer ni moverse mucho, apenas aceptó un pedacito de pollo, pero al final lo rechazó. La verdad, parecía que el mundo se le venía encima, la pobre.
Por la noche decidieron operarla urgentemente, porque no había tiempo que perder. Existía el riesgo de dejarlo para el sábado, pero con la gravedad de la situación, tenían que actuar de inmediato. ¡Imagínate la tensión de esos momentos!
Afortunadamente, la cirugía fue todo un éxito. Renata despertó estable, aunque todavía estaba un poco nerviosa y tensa. Poco a poco va recuperándose, comiendo un poquito más cada día y mostrando más interés en su entorno. Los que la cuidan le llevan comida casera, como pollito hervidito, para animarla y devolvérle la confianza. Cada pequeño avance es motivo de celebración, ¿verdad?
Lo más triste de todo es que hay gente que sabía lo que le pasaba a Renata dentro de ese búnker, pero por miedo a los dueños no se atrevió a hacer nada. ¡Qué despache! Ahora, por suerte, está recibiendo toda la atención y el cariño que necesita. Está rodeada de gente buena que quiere verla feliz otra vez. Este caso nos recuerda que todos tenemos la responsabilidad de cuidar a los animales y denunciar cualquier acto de maltrato.
Renata, cuyo nombre significa “renacida”, está demostrando que sí se puede salir adelante, incluso de las situaciones más difíciles. Su historia es un ejemplo de esperanza y resiliencia. Pero, fíjate tú, aún queda mucho camino por recorrer para que se recupere totalmente. Entonces, quiero preguntarte, compa: ¿qué crees tú que podemos hacer como comunidad para prevenir casos como el de Renata y asegurar el bienestar animal en nuestro país?
Todo empezó hace unos días, cuando las autoridades hicieron un allanamiento a ese lugar del Invu. Imagínate, ahí estaba Renata, amarradita al fondo, aterrada como nunca, y clarísimo que había sufrido maltrato. Uno se queda pensando cómo pudo llegar hasta ahí, qué crueldad.
Lo primero que dijeron los veterinarios es que Renata estaba en una situación crítica. Tenía una hinchazón terrible en la zona íntima y estaba súper asustada, casi sin reaccionar. Se dieron cuenta que tenía piometra, una infección gravísima en el útero que, si no la trataban rápido, le habría costado la vida. ¡Qué sal!
El viernes pasado la llevaron corriendo al Hospital Veterinario Santamaría. Ahí la revisaron y, bueno, estaba bastante depre. No quería comer ni moverse mucho, apenas aceptó un pedacito de pollo, pero al final lo rechazó. La verdad, parecía que el mundo se le venía encima, la pobre.
Por la noche decidieron operarla urgentemente, porque no había tiempo que perder. Existía el riesgo de dejarlo para el sábado, pero con la gravedad de la situación, tenían que actuar de inmediato. ¡Imagínate la tensión de esos momentos!
Afortunadamente, la cirugía fue todo un éxito. Renata despertó estable, aunque todavía estaba un poco nerviosa y tensa. Poco a poco va recuperándose, comiendo un poquito más cada día y mostrando más interés en su entorno. Los que la cuidan le llevan comida casera, como pollito hervidito, para animarla y devolvérle la confianza. Cada pequeño avance es motivo de celebración, ¿verdad?
Lo más triste de todo es que hay gente que sabía lo que le pasaba a Renata dentro de ese búnker, pero por miedo a los dueños no se atrevió a hacer nada. ¡Qué despache! Ahora, por suerte, está recibiendo toda la atención y el cariño que necesita. Está rodeada de gente buena que quiere verla feliz otra vez. Este caso nos recuerda que todos tenemos la responsabilidad de cuidar a los animales y denunciar cualquier acto de maltrato.
Renata, cuyo nombre significa “renacida”, está demostrando que sí se puede salir adelante, incluso de las situaciones más difíciles. Su historia es un ejemplo de esperanza y resiliencia. Pero, fíjate tú, aún queda mucho camino por recorrer para que se recupere totalmente. Entonces, quiero preguntarte, compa: ¿qué crees tú que podemos hacer como comunidad para prevenir casos como el de Renata y asegurar el bienestar animal en nuestro país?