Ay, la Ruta 32… ¡qué vara! Todos los que nos hemos aventurado por ella sabemos de lo que hablo. Desde tempranito, tratando de llegar a Guápiles o Puerto Limón, hasta tarde en la noche, regresando agotados, siempre hay algún susto, alguna espera interminable, alguna curva que te hace agarrarle claqueta al volante. Pero ahora, con esta roca gigante amenazando con tragarse medio camino, la cosa se puso aún más seria.
Como bien saben, el Parque Nacional Braulio Carrillo es un tesoro, sí, pero también un brete para los ingenieros. Lluvias torrenciales, pendientes pronunciadas, suelo saturado… una combinación perfecta para que la tierra decida moverse y mandarnos saludos con rocas, árboles y demás sorpresas inesperadas. Y ni hablar de los deslizamientos, que ya son pan de cada día. El Ministro Zeledón dice que el tramo más peligroso va entre los kilómetros 17 y 35, justo ahí donde te sientes como si estuvieras trepando el Himalaya, y que el 80% de los cierres ocurren entre el 28 y el 31. ¡Qué torta!
Ahora, resulta que el Lanamme – esos profes listos de la UCR – han encontrado decenas de taludes inestables. Más de cien puntos, dicen, con indicios de que la cosa puede irse al traste. Acumulación de agua, erosión, piedras cayéndose… parece que la montaña quiere sacudirse como un perro mojado. Y claro, todos estamos pensando: ¿cuánto tiempo más tendremos que aguantar estas broncas?
Lo que me da más cosquillas es que aparentemente, la roca gigante que está causando tanto alboroto no era considerada un área de alto riesgo. Imaginen, todo este problema, toda esta preocupación, y nadie vio venir la mole que nos está bloqueando el camino. Uno se pregunta qué tan seguido revisan estos lugares, ¿o es que esperamos a que pase algo grave para empezar a movernos?
El MOPT, obviamente, dice que están trabajando en soluciones. Dicen que van a hacer cosas durante la temporada seca para disminuir el riesgo de deslizamientos. Esperemos que esas acciones sean efectivas, porque sinceramente, la paciencia de muchos ya está al límite. Ya basta de madrugones para quedar atascados en un embotellamiento kilométrico, de perder horas de trabajo y de estar con el corazón en la boca cada vez que llueve.
Y no hablemos del impacto económico, ¿eh? El turismo, el transporte de mercancías, el comercio… todo se ve afectado cuando la Ruta 32 decide ponerse rebelde. Las empresas pierden dinero, los turistas se frustran, y nosotros, los usuarios, terminamos pagando la cuenta. Una verdadera pena, porque la zona norte tiene mucho potencial, pero la infraestructura sigue siendo un cuello de botella.
Lo peor de todo es que esta no es la primera vez que pasa. Hemos visto cierres por deslizamientos, derrumbes, inundaciones… la Ruta 32 es como un gato maullador que siempre encuentra la forma de recordarnos que necesita atención. Parece que necesitamos una solución definitiva, algo que vaya más allá de parches temporales y promesas vacías. Quizás un túnel nuevo, quizás mejorar los sistemas de drenaje, quizás reforestar las laderas… ¡lo que sea para dejar atrás estos desastres recurrentes!
En fin, la situación es complicada y no pinta para volverse más fácil pronto. Con tanta incertidumbre y tantos problemas, me pregunto: ¿cree usted que realmente vamos a ver mejoras significativas en la seguridad y operatividad de la Ruta 32 en los próximos años, o seguirá siendo el eterno dolor de cabeza para conductores y viajeros?
Como bien saben, el Parque Nacional Braulio Carrillo es un tesoro, sí, pero también un brete para los ingenieros. Lluvias torrenciales, pendientes pronunciadas, suelo saturado… una combinación perfecta para que la tierra decida moverse y mandarnos saludos con rocas, árboles y demás sorpresas inesperadas. Y ni hablar de los deslizamientos, que ya son pan de cada día. El Ministro Zeledón dice que el tramo más peligroso va entre los kilómetros 17 y 35, justo ahí donde te sientes como si estuvieras trepando el Himalaya, y que el 80% de los cierres ocurren entre el 28 y el 31. ¡Qué torta!
Ahora, resulta que el Lanamme – esos profes listos de la UCR – han encontrado decenas de taludes inestables. Más de cien puntos, dicen, con indicios de que la cosa puede irse al traste. Acumulación de agua, erosión, piedras cayéndose… parece que la montaña quiere sacudirse como un perro mojado. Y claro, todos estamos pensando: ¿cuánto tiempo más tendremos que aguantar estas broncas?
Lo que me da más cosquillas es que aparentemente, la roca gigante que está causando tanto alboroto no era considerada un área de alto riesgo. Imaginen, todo este problema, toda esta preocupación, y nadie vio venir la mole que nos está bloqueando el camino. Uno se pregunta qué tan seguido revisan estos lugares, ¿o es que esperamos a que pase algo grave para empezar a movernos?
El MOPT, obviamente, dice que están trabajando en soluciones. Dicen que van a hacer cosas durante la temporada seca para disminuir el riesgo de deslizamientos. Esperemos que esas acciones sean efectivas, porque sinceramente, la paciencia de muchos ya está al límite. Ya basta de madrugones para quedar atascados en un embotellamiento kilométrico, de perder horas de trabajo y de estar con el corazón en la boca cada vez que llueve.
Y no hablemos del impacto económico, ¿eh? El turismo, el transporte de mercancías, el comercio… todo se ve afectado cuando la Ruta 32 decide ponerse rebelde. Las empresas pierden dinero, los turistas se frustran, y nosotros, los usuarios, terminamos pagando la cuenta. Una verdadera pena, porque la zona norte tiene mucho potencial, pero la infraestructura sigue siendo un cuello de botella.
Lo peor de todo es que esta no es la primera vez que pasa. Hemos visto cierres por deslizamientos, derrumbes, inundaciones… la Ruta 32 es como un gato maullador que siempre encuentra la forma de recordarnos que necesita atención. Parece que necesitamos una solución definitiva, algo que vaya más allá de parches temporales y promesas vacías. Quizás un túnel nuevo, quizás mejorar los sistemas de drenaje, quizás reforestar las laderas… ¡lo que sea para dejar atrás estos desastres recurrentes!
En fin, la situación es complicada y no pinta para volverse más fácil pronto. Con tanta incertidumbre y tantos problemas, me pregunto: ¿cree usted que realmente vamos a ver mejoras significativas en la seguridad y operatividad de la Ruta 32 en los próximos años, o seguirá siendo el eterno dolor de cabeza para conductores y viajeros?