Maes, a veces uno va por la calle, sobre todo en chepe o alrededores, y de la nada le llega ese olor a humo denso, a quemado, que hasta pica en la garganta. Uno normalmente piensa que es un charral o algún incendio, pero resulta que la vara puede ser mucho más turbia. El Ministerio de Salud finalmente le está poniendo el ojo a un problema que lleva años cocinándose a fuego lento y envenenándonos a todos: las carboneras ilegales. Y el despiche que están encontrando no es jugando.
Para que entiendan la magnitud de la torta, esta semana cayeron en El Roblar de Desamparados y clausuraron uno de estos chantes. No hablamos de un señor haciendo carbón para el asado del domingo. No, mae. Estamos hablando de estructuras clandestinas que operan sin ningún permiso, quemando madera a lo loco y tirando una cantidad de cochinadas al aire que ni se imaginan. Esto no solo jode el ecosistema, sino que es un veneno directo para los pulmones de la gente que vive cerca, especialmente para los adultos mayores y los güilas. El negocio es redondo para ellos: sacan hasta 60 sacos por tanda, los venden a siete rojos cada uno en el mercado negro y se echan casi medio millón de colones a la bolsa. Platales a costa de la salud de todos.
Y diay, parece que la ministra de Salud, Mary Munive, ya se cansó del jueguito. Salió con un discurso de mano dura, diciendo que van a actuar con firmeza y que no van a permitir que “prácticas ilegales pongan en riesgo la salud de las familias”. La acción en Desampa es la prueba. El problema, como suele pasar en este país, es que cuando las autoridades llegaron al chunche, el responsable ya se había hecho humo, literalmente. Clásico. Ahora lo andan buscando para recetarle una multa que, con suerte, le duela, y hasta una posible causa penal por contaminación. A ver si así aprenden.
Ojo, que este no es un esfuerzo aislado. Aparentemente, el brete viene desde antes. En febrero ya se habían volado cuatro carboneras y hasta un botadero ilegal en El Huazo de Salitrillos, otra zona caliente para estas movidas. Según el ministerio, con eso lograron recuperar un área que estaba hecha leña y ahora la tienen bajo vigilancia. La promesa es que estos operativos van a seguir cayendo de sorpresa en diferentes comunidades del país. ¡Qué bueno que lo hagan!, porque la verdad es que ya era hora. La pregunta es si realmente es suficiente para detener un negocio tan lucrativo y tan fácil de esconder.
Al final, y aquí es donde nos toca a nosotros, la misma ministra lo dice: el Gobierno no puede solo. La colaboración de la gente es la clave para erradicar esta plaga. Si usted vive cerca de un lugar y le llega un olor raro, ve humaredas sospechosas a horas extrañas o sabe de un chante donde queman madera sin control, hay que denunciar. No es ser sapo, es cuidar la salud de su familia y la de sus vecinos. De nada sirve que el ministerio cierre una si a los quince días abren otra a la par. Entonces, la pregunta del millón para el foro es: ¿Creen que con estos operativos se soluciona el problema de raíz, o es solo tapar el sol con un dedo? ¿Qué más se les ocurre que se podría hacer para frenar esta vara de una vez por todas? Los leo, maes.
Para que entiendan la magnitud de la torta, esta semana cayeron en El Roblar de Desamparados y clausuraron uno de estos chantes. No hablamos de un señor haciendo carbón para el asado del domingo. No, mae. Estamos hablando de estructuras clandestinas que operan sin ningún permiso, quemando madera a lo loco y tirando una cantidad de cochinadas al aire que ni se imaginan. Esto no solo jode el ecosistema, sino que es un veneno directo para los pulmones de la gente que vive cerca, especialmente para los adultos mayores y los güilas. El negocio es redondo para ellos: sacan hasta 60 sacos por tanda, los venden a siete rojos cada uno en el mercado negro y se echan casi medio millón de colones a la bolsa. Platales a costa de la salud de todos.
Y diay, parece que la ministra de Salud, Mary Munive, ya se cansó del jueguito. Salió con un discurso de mano dura, diciendo que van a actuar con firmeza y que no van a permitir que “prácticas ilegales pongan en riesgo la salud de las familias”. La acción en Desampa es la prueba. El problema, como suele pasar en este país, es que cuando las autoridades llegaron al chunche, el responsable ya se había hecho humo, literalmente. Clásico. Ahora lo andan buscando para recetarle una multa que, con suerte, le duela, y hasta una posible causa penal por contaminación. A ver si así aprenden.
Ojo, que este no es un esfuerzo aislado. Aparentemente, el brete viene desde antes. En febrero ya se habían volado cuatro carboneras y hasta un botadero ilegal en El Huazo de Salitrillos, otra zona caliente para estas movidas. Según el ministerio, con eso lograron recuperar un área que estaba hecha leña y ahora la tienen bajo vigilancia. La promesa es que estos operativos van a seguir cayendo de sorpresa en diferentes comunidades del país. ¡Qué bueno que lo hagan!, porque la verdad es que ya era hora. La pregunta es si realmente es suficiente para detener un negocio tan lucrativo y tan fácil de esconder.
Al final, y aquí es donde nos toca a nosotros, la misma ministra lo dice: el Gobierno no puede solo. La colaboración de la gente es la clave para erradicar esta plaga. Si usted vive cerca de un lugar y le llega un olor raro, ve humaredas sospechosas a horas extrañas o sabe de un chante donde queman madera sin control, hay que denunciar. No es ser sapo, es cuidar la salud de su familia y la de sus vecinos. De nada sirve que el ministerio cierre una si a los quince días abren otra a la par. Entonces, la pregunta del millón para el foro es: ¿Creen que con estos operativos se soluciona el problema de raíz, o es solo tapar el sol con un dedo? ¿Qué más se les ocurre que se podría hacer para frenar esta vara de una vez por todas? Los leo, maes.