¡Ay, Dios mío, qué chimba de fin de semana vivimos en la capital! Después de tanto apagón y preocupación, San José le dio una probadita de pura tradición con el II Festival de Cimarronas y Mascaradas “Nuestros Espantos”. Se respiraba un aire diferente, pura alegría y nostalgia a la vez; pa’ esos que dicen que ya se nos olvidaron nuestras raíces, esto les cayó como anillo al dedo.
La idea era linda: traer de vuelta esas festividades ancestrales, ese choque de tambores y trompetas que hacían temblar la tierra. Y vaya que lo lograron. Desde tempranito, la Municipalidad de San José, echándose hombros con varias agrupaciones culturales, puso a andar la maquinaria para que la ciudad entera sintiera el calor de nuestras costumbres. No fue un esfuerzo cualquiera, se nota que le metieron ganas para rescatar eso que corre peligro de perderse en medio del fastidio moderno.
Como si fuera magia, a partir de las diez de la mañana, las cimarronas salieron rugiendo desde el Parque La Merced. Imagínatelo, ¡ese bullicio, esa algarabía! Avanzaban por el bulevar de la Avenida 4, como un río de colores y sonidos, hasta llegar a la Plazoleta de la Soledad, en el Paseo de los Estudiantes, que ya estaba tomada por montones de gente esperando ver el espectáculo. Parecía que hubieran sacado a todos los abuelitos de sus casas, ¡y qué bueno!, pa' que recuerden tiempos aquellos.
Kathia Mora, la jefa de Servicios Culturales, nos soltó que contaron con unas quince cimarronas acompañadas por mascaradas de todas formas y tamaños. Y ni hablar de los grupos musicales que se lucieron mostrando su talento bajo el tema de conmemorar este día tan especial. Parece mentira, pero hubo de todo, desde grupos tradicionales hasta propuestas más innovadoras mezclando ritmos. ¡Un verdadero crisol de talentos!
El ambiente, mijo, era de otro mundo. Las mascaradas, con sus trajes coloridos y personajes fantásticos, eran la sensación del momento. Se veía a la gente pasar fotos, bailar al ritmo de la música y simplemente disfrutar de la tarde. Familias completas, desde los abuelos hasta los nietos, se unieron a la fiesta, compartiendo risas y recuerdos. De verdad, esto te levantaba el ánimo al instante, especialmente cuando uno anda reventado con tanta vaina que pasa en el país.
Y no solo eso, amigos. Hubo una feria de emprendimientos donde artesanos y pequeños productores mostraron sus creaciones relacionadas con las mascaradas. Artesanías hechas a mano, dulces típicos, comida tradicional… ¡una verdadera tentación para el bolsillo! Era una excelente oportunidad para apoyar a nuestros propios artistas y comprar cosas únicas que no encuentras en cualquier lugar. En resumen, se combinó la tradición con el comercio justo, ¡qué lindo!
Mora aprovechó para decirnos que tuvo un clima espectacular, lo que hizo que la gente se animara aún más a participar. Hasta quienes estaban saliendo de misa en la Parroquia Nuestra Señora de la Soledad se unieron a la diversión. Vivian Vargas, una señora de 69 años que llegó sola desde Tres Ríos, nos dijo que no pudo resistirse a las ganas de bailar y brincar al ver las mascaradas que tanto le gustan. Edy Espinoza, de Barva, vino con su pareja e hijo, quien está obsesionado con disfrazarse de alguno de esos personajes. Estas historias pequeñas son las que dan sabor a la vida, ¿verdad?
Así que, amigos, entretanto seguimos lidiando con el brete diario, no hay que olvidar nuestras raíces. Este festival fue una demostración de que todavía tenemos viva la llama de nuestras tradiciones. Pero dime tú, ¿crees que el gobierno debería invertir más recursos en fomentar estas manifestaciones culturales que nos identifican como ticos, o deberíamos enfocarnos en otras prioridades? ¡Déjame leer tus opiniones en el foro!
La idea era linda: traer de vuelta esas festividades ancestrales, ese choque de tambores y trompetas que hacían temblar la tierra. Y vaya que lo lograron. Desde tempranito, la Municipalidad de San José, echándose hombros con varias agrupaciones culturales, puso a andar la maquinaria para que la ciudad entera sintiera el calor de nuestras costumbres. No fue un esfuerzo cualquiera, se nota que le metieron ganas para rescatar eso que corre peligro de perderse en medio del fastidio moderno.
Como si fuera magia, a partir de las diez de la mañana, las cimarronas salieron rugiendo desde el Parque La Merced. Imagínatelo, ¡ese bullicio, esa algarabía! Avanzaban por el bulevar de la Avenida 4, como un río de colores y sonidos, hasta llegar a la Plazoleta de la Soledad, en el Paseo de los Estudiantes, que ya estaba tomada por montones de gente esperando ver el espectáculo. Parecía que hubieran sacado a todos los abuelitos de sus casas, ¡y qué bueno!, pa' que recuerden tiempos aquellos.
Kathia Mora, la jefa de Servicios Culturales, nos soltó que contaron con unas quince cimarronas acompañadas por mascaradas de todas formas y tamaños. Y ni hablar de los grupos musicales que se lucieron mostrando su talento bajo el tema de conmemorar este día tan especial. Parece mentira, pero hubo de todo, desde grupos tradicionales hasta propuestas más innovadoras mezclando ritmos. ¡Un verdadero crisol de talentos!
El ambiente, mijo, era de otro mundo. Las mascaradas, con sus trajes coloridos y personajes fantásticos, eran la sensación del momento. Se veía a la gente pasar fotos, bailar al ritmo de la música y simplemente disfrutar de la tarde. Familias completas, desde los abuelos hasta los nietos, se unieron a la fiesta, compartiendo risas y recuerdos. De verdad, esto te levantaba el ánimo al instante, especialmente cuando uno anda reventado con tanta vaina que pasa en el país.
Y no solo eso, amigos. Hubo una feria de emprendimientos donde artesanos y pequeños productores mostraron sus creaciones relacionadas con las mascaradas. Artesanías hechas a mano, dulces típicos, comida tradicional… ¡una verdadera tentación para el bolsillo! Era una excelente oportunidad para apoyar a nuestros propios artistas y comprar cosas únicas que no encuentras en cualquier lugar. En resumen, se combinó la tradición con el comercio justo, ¡qué lindo!
Mora aprovechó para decirnos que tuvo un clima espectacular, lo que hizo que la gente se animara aún más a participar. Hasta quienes estaban saliendo de misa en la Parroquia Nuestra Señora de la Soledad se unieron a la diversión. Vivian Vargas, una señora de 69 años que llegó sola desde Tres Ríos, nos dijo que no pudo resistirse a las ganas de bailar y brincar al ver las mascaradas que tanto le gustan. Edy Espinoza, de Barva, vino con su pareja e hijo, quien está obsesionado con disfrazarse de alguno de esos personajes. Estas historias pequeñas son las que dan sabor a la vida, ¿verdad?
Así que, amigos, entretanto seguimos lidiando con el brete diario, no hay que olvidar nuestras raíces. Este festival fue una demostración de que todavía tenemos viva la llama de nuestras tradiciones. Pero dime tú, ¿crees que el gobierno debería invertir más recursos en fomentar estas manifestaciones culturales que nos identifican como ticos, o deberíamos enfocarnos en otras prioridades? ¡Déjame leer tus opiniones en el foro!
