Maes, ¿se acuerdan de esa vara del cafetín de los diputados que sonaba más a leyenda urbana que a realidad? Diay, resulta que la fiesta se acabó. Desde este lunes, los pasillos del Congreso amanecieron más tristes y, sobre todo, sin olor a café recién chorreado ni a galletitas de paquete. La Contraloría General de la República le puso el candado al bufé libre de los legisladores, un chistecito que nos estaba costando a todos la módica suma de 27 MILLONES de colones al año. ¡Qué despiche con la plata de uno!
Pongamos esto en perspectiva, porque el número así, en frío, puede que no diga mucho. Con 27 melones al año se pagan varios salarios base, se arreglan un montón de huecos en las calles (de los de verdad, no los del presupuesto) o se equipa un aula escolar hasta el techo. Pero no, aquí se usaban para tener a los 57 diputados contentos con fruticas picadas y bocadillos, no vaya a ser que les diera una fatiga en medio debate. La noticia, que soltó CRHoy, confirma que la Contraloría, haciendo su brete, les dijo que ese gasto era "improcedente". O sea, en buen tico: que ya estuvo bueno de la comedera con plata ajena.
Lo más increíble de toda esta vara es la justificación que se le había dado. Resulta que, desde una resolución del 2024 impulsada por Rodrigo Arias, el cafetín se convirtió en una herramienta estratégica para "sostener el quórum". Leen bien. Para asegurarse de que los diputados no se largaran del Plenario y rompieran la sesión por falta de gente, la solución fue ponerles un puesto de comida. Es como tratar de que un chiquito no haga un berrinche dándole un confite. Una lógica que, francamente, ofende la inteligencia de cualquiera que paga impuestos en este país. Se ve que se jalaron una torta monumental pensando que nadie se iba a dar cuenta o que a nadie le iba a importar.
El comunicado del Departamento de Protocolo es una joya de la burocracia. Hablan de una "suspensión temporal" hasta que "cumplan con las condiciones exigidas por el ente contralor". Esto deja la puerta abierta. No es un cierre definitivo, es un "pórtense bien y vemos si les devolvemos los snacks". Mientras tanto, los diputados tendrán que hacer lo que hace el resto de la humanidad: llevar su propia merienda, comprarla en la soda o, quién sabe, aguantarse el hambre hasta llegar a la casa. Un sacrificio durísimo, me imagino, para quienes deciden el futuro de toda una nación.
Ahora, la pregunta del millón, maes, y aquí es donde quiero leerlos. ¿Creen que esto es un verdadero paso hacia la austeridad y la responsabilidad en el gasto público? ¿O es solo un manotazo de ahogado, un regaño para calmar las aguas mientras buscan otra forma de justificar el gasto o algún otro privilegio? Porque si la única manera de que nuestros legisladores hagan su brete es teniéndolos a galleta y café, ¡qué sal la nuestra! ¿Realmente era necesario gastar el equivalente al salario anual de una persona en bocadillos para mantener el orden en el Plenario? Los leo.
Pongamos esto en perspectiva, porque el número así, en frío, puede que no diga mucho. Con 27 melones al año se pagan varios salarios base, se arreglan un montón de huecos en las calles (de los de verdad, no los del presupuesto) o se equipa un aula escolar hasta el techo. Pero no, aquí se usaban para tener a los 57 diputados contentos con fruticas picadas y bocadillos, no vaya a ser que les diera una fatiga en medio debate. La noticia, que soltó CRHoy, confirma que la Contraloría, haciendo su brete, les dijo que ese gasto era "improcedente". O sea, en buen tico: que ya estuvo bueno de la comedera con plata ajena.
Lo más increíble de toda esta vara es la justificación que se le había dado. Resulta que, desde una resolución del 2024 impulsada por Rodrigo Arias, el cafetín se convirtió en una herramienta estratégica para "sostener el quórum". Leen bien. Para asegurarse de que los diputados no se largaran del Plenario y rompieran la sesión por falta de gente, la solución fue ponerles un puesto de comida. Es como tratar de que un chiquito no haga un berrinche dándole un confite. Una lógica que, francamente, ofende la inteligencia de cualquiera que paga impuestos en este país. Se ve que se jalaron una torta monumental pensando que nadie se iba a dar cuenta o que a nadie le iba a importar.
El comunicado del Departamento de Protocolo es una joya de la burocracia. Hablan de una "suspensión temporal" hasta que "cumplan con las condiciones exigidas por el ente contralor". Esto deja la puerta abierta. No es un cierre definitivo, es un "pórtense bien y vemos si les devolvemos los snacks". Mientras tanto, los diputados tendrán que hacer lo que hace el resto de la humanidad: llevar su propia merienda, comprarla en la soda o, quién sabe, aguantarse el hambre hasta llegar a la casa. Un sacrificio durísimo, me imagino, para quienes deciden el futuro de toda una nación.
Ahora, la pregunta del millón, maes, y aquí es donde quiero leerlos. ¿Creen que esto es un verdadero paso hacia la austeridad y la responsabilidad en el gasto público? ¿O es solo un manotazo de ahogado, un regaño para calmar las aguas mientras buscan otra forma de justificar el gasto o algún otro privilegio? Porque si la única manera de que nuestros legisladores hagan su brete es teniéndolos a galleta y café, ¡qué sal la nuestra! ¿Realmente era necesario gastar el equivalente al salario anual de una persona en bocadillos para mantener el orden en el Plenario? Los leo.