¡Ay, patético! Quién iba a decir que íbamos a ver el día de despedirnos de Soda Castro en Plaza Víquez. Un lugar que para muchos, incluyendo este reportero, era mucho más que una simple soda; era un viaje directo a la infancia, a los domingos en familia, a esos helados que te enfriaban hasta los pies en un día caluroso.
Después de 28 años sirviendo ensaladas de fruta, batidos bien rifados y paletas que eran pura felicidad, la soda anunció su cierre el pasado domingo a través de sus redes sociales. La reacción no se hizo esperar, pues cientos de personas expresaron su tristeza y agradecimiento por tantos años de sabor y buenos momentos. Desde jóvenes que recuerdan ir con sus padres hasta familias enteras que crecieron comiendo ahí, todos lamentan la partida de este ícono de la gastronomía capitalina.
Recuerdo vívidamente cuando era chamaco, pedirle a mi abu una ensalada de fruta de Soda Castro después de jugar fútbol en el Barrio Amón. Era el premio, la recompensa perfecta. Y no era cualquier ensalada, ¡era especial! Con frutas frescas, cortadas en cubos perfectos y un toque secreto que nadie entendía. Doña Sara y Don Abel, los fundadores, tenían la magia en sus manos, creando recetas que trascendían generaciones.
Las reacciones en redes sociales son prueba de la conexión que Soda Castro tenía con la gente. Mensajes como “Gracias, doña María. Fueron años disfrutando de tan ricos helados” o “Toda una tradición…”, inundaron las plataformas digitales. Incluso aquellos que ya no viven en el país se manifestaron, expresando su añoranza por el sabor único que solo se encontraba en ese rincón de Plaza Víquez. Era un pedacito de casa para muchos emigrantes.
CRHoy intentó contactar a la administración para saber qué había motivado esta decisión, pero prefirieron mantener silencio. En un comunicado publicado en Facebook, agradecieron a sus clientes, proveedores, empleados y amigos por estos 28 años de trayectoria, reconociendo que fue un privilegio formar parte de la vida de tantas personas. Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Falta de rentabilidad, problemas personales, alguna otra cosa?
Si bien el cierre afecta a la sede de Plaza Víquez, vale destacar que las otras dos sodas Castro –una en San Francisco de Dos Ríos y otra cerca de la Avenida 10– continúan operando normalmente, manteniendo viva la llama de esta tradición familiar que nació en 1950, cuando Don Abel y Doña Sara abrieron su primer local. Uno se queda con la esperanza de que esto no signifique el fin definitivo de Soda Castro, sino simplemente un paréntesis en su historia.
Es innegable que Soda Castro representa mucho más que comida rápida y postres refrescantes. Simboliza la esencia de Costa Rica, la calidez de una soda familiar, la alegría de compartir con seres queridos. Es un recuerdo imborrable en la memoria de muchísima gente, especialmente de aquellos que vivimos nuestras primeras experiencias culinarias entre sus paredes. Se va un espacio lleno de historias, risas y sabores que quedarán grabados en nuestra memoria colectiva. Ahora, solo quedan los recuerdos y las fotos, tratando de revivir esos momentos felices.
Con Soda Castro cerrando sus puertas, nos preguntamos: ¿Qué otros lugares emblemáticos de nuestra infancia corren peligro de desaparecer debido al paso del tiempo y las cambiantes circunstancias económicas? ¿Cómo podemos preservar esas tradiciones y espacios que forman parte esencial de nuestra identidad cultural?
Después de 28 años sirviendo ensaladas de fruta, batidos bien rifados y paletas que eran pura felicidad, la soda anunció su cierre el pasado domingo a través de sus redes sociales. La reacción no se hizo esperar, pues cientos de personas expresaron su tristeza y agradecimiento por tantos años de sabor y buenos momentos. Desde jóvenes que recuerdan ir con sus padres hasta familias enteras que crecieron comiendo ahí, todos lamentan la partida de este ícono de la gastronomía capitalina.
Recuerdo vívidamente cuando era chamaco, pedirle a mi abu una ensalada de fruta de Soda Castro después de jugar fútbol en el Barrio Amón. Era el premio, la recompensa perfecta. Y no era cualquier ensalada, ¡era especial! Con frutas frescas, cortadas en cubos perfectos y un toque secreto que nadie entendía. Doña Sara y Don Abel, los fundadores, tenían la magia en sus manos, creando recetas que trascendían generaciones.
Las reacciones en redes sociales son prueba de la conexión que Soda Castro tenía con la gente. Mensajes como “Gracias, doña María. Fueron años disfrutando de tan ricos helados” o “Toda una tradición…”, inundaron las plataformas digitales. Incluso aquellos que ya no viven en el país se manifestaron, expresando su añoranza por el sabor único que solo se encontraba en ese rincón de Plaza Víquez. Era un pedacito de casa para muchos emigrantes.
CRHoy intentó contactar a la administración para saber qué había motivado esta decisión, pero prefirieron mantener silencio. En un comunicado publicado en Facebook, agradecieron a sus clientes, proveedores, empleados y amigos por estos 28 años de trayectoria, reconociendo que fue un privilegio formar parte de la vida de tantas personas. Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Falta de rentabilidad, problemas personales, alguna otra cosa?
Si bien el cierre afecta a la sede de Plaza Víquez, vale destacar que las otras dos sodas Castro –una en San Francisco de Dos Ríos y otra cerca de la Avenida 10– continúan operando normalmente, manteniendo viva la llama de esta tradición familiar que nació en 1950, cuando Don Abel y Doña Sara abrieron su primer local. Uno se queda con la esperanza de que esto no signifique el fin definitivo de Soda Castro, sino simplemente un paréntesis en su historia.
Es innegable que Soda Castro representa mucho más que comida rápida y postres refrescantes. Simboliza la esencia de Costa Rica, la calidez de una soda familiar, la alegría de compartir con seres queridos. Es un recuerdo imborrable en la memoria de muchísima gente, especialmente de aquellos que vivimos nuestras primeras experiencias culinarias entre sus paredes. Se va un espacio lleno de historias, risas y sabores que quedarán grabados en nuestra memoria colectiva. Ahora, solo quedan los recuerdos y las fotos, tratando de revivir esos momentos felices.
Con Soda Castro cerrando sus puertas, nos preguntamos: ¿Qué otros lugares emblemáticos de nuestra infancia corren peligro de desaparecer debido al paso del tiempo y las cambiantes circunstancias económicas? ¿Cómo podemos preservar esas tradiciones y espacios que forman parte esencial de nuestra identidad cultural?