¡Ay, Dios mío! ¿Quién lo iba a decir? Resulta que esos pitiños y esos vapores que andamos tragándonos no solo le hacen cosquillas a los pulmones, sino que también le están jugando sucio al cerebro. Sí, así como lo escuchan, amigos. Las investigaciones más recientes nos dan en la cara que estamos poniendo en riesgo nuestra capacidad de recordar dónde dejamos las llaves o hasta de armar una conversación decente. ¡Qué despache!
Una banda de científicos de la University College de Londres (UCL), unos puros cerebritos, hicieron un estudio que dio que hablar. Agruparon información de casi nueve mil quinientos personas de varios países –incluyendo algunos europeos, gringos y claro, nosotros– y descubrieron algo preocupante: quienes dejaron de fumar antes de los cuarenta años parecen tener el cerebro más joven, mientras que los que siguen con el vicio se les empieza a oxidar la neurona más rápido. ¡Menuda vara!
Andrew Steptoe, el epidemiólogo jefe de este batallón científico, explica que esta diferencia podría significar el futuro de nuestra salud mental. A ver, piénsenlo bien: un cerebro que funciona más o menos bien significa menos posibilidades de sufrir demencia cuando lleguemos a la edad de disfrutar de nuestro brete de jubilados. Entonces, ¿ya vieron por qué apagar el cigarro es más importante que encontrar el control remoto?
Y ahora hablemos de los vapeadores, esos que se creen listos porque piensan que están aspirando vapor de agua. ¡Error garrafal, mi pana! La American Cancer Society nos pone en aprietos, diciendo que lo que realmente inhalamos es una mezcla peligrosa de nicotina, metales pesados y otras sustancias que le dan un buen golpe al corazón, a los pulmones y al sistema nervioso. ¡Qué carga!
Los cigarrillos electrónicos, aunque no estén quemando nada como los de toda la vida, siguen siendo pegajosos como chicle en verano. Te atrapan con la nicotina y te dejan secuelas que ni siquiera conocemos todavía. Aquí en Costa Rica, el Ministerio de Salud ya anda gritando que hay que ponerle freno al avance de estos aparatos y que no se crean que son inofensivos. ¡No se confíen, chunches!
Si vamos a poner las cosas en perspectiva, el tabaquismo sigue siendo el número uno en muertes que podríamos evitar. Según la American Cancer Society, un fumador pierde alrededor de diez años de vida en comparación con alguien que nunca probó un cigarrillo. Imagínense eso… diez años menos para disfrutar de las olas en Jacó, para comerse un casado gigante en algún rancho o simplemente para echarse unas risas con los amigos. ¡Qué sal!
Pero ojo, que no todo está perdido. Dejar el cigarro, aunque sea una torta difícil, trae recompensas desde el primer día. Después de unas horitas, el cuerpo empieza a recibir oxígeno de nuevo; luego de unas semanitas, el olfato y el gusto vuelven a funcionar como deberían; y con los años, el riesgo de infartos, cáncer y achaques cerebrales baja considerablemente. ¡Así que no hay pretexto, mae!
Aquí en Costa Rica, donde cada vez fuman menos pero los vapeadores se multiplican como conejos, tenemos que enfocarnos en educar a los jóvenes. Mostrarles cuáles son los verdaderos peligros del vapeo y del tabaco, antes de que se conviertan en una nueva generación enganchada a estas artimañas. ¡Vamos a ponerle atención a esto, porque el futuro de nuestras mentes depende de ello! Ahora dime, ¿crees que las campañas anti-tabaco y anti-vaping actuales están llegando a los jóvenes de manera efectiva, o necesitamos buscar formas más creativas de llegar a ellos?
Una banda de científicos de la University College de Londres (UCL), unos puros cerebritos, hicieron un estudio que dio que hablar. Agruparon información de casi nueve mil quinientos personas de varios países –incluyendo algunos europeos, gringos y claro, nosotros– y descubrieron algo preocupante: quienes dejaron de fumar antes de los cuarenta años parecen tener el cerebro más joven, mientras que los que siguen con el vicio se les empieza a oxidar la neurona más rápido. ¡Menuda vara!
Andrew Steptoe, el epidemiólogo jefe de este batallón científico, explica que esta diferencia podría significar el futuro de nuestra salud mental. A ver, piénsenlo bien: un cerebro que funciona más o menos bien significa menos posibilidades de sufrir demencia cuando lleguemos a la edad de disfrutar de nuestro brete de jubilados. Entonces, ¿ya vieron por qué apagar el cigarro es más importante que encontrar el control remoto?
Y ahora hablemos de los vapeadores, esos que se creen listos porque piensan que están aspirando vapor de agua. ¡Error garrafal, mi pana! La American Cancer Society nos pone en aprietos, diciendo que lo que realmente inhalamos es una mezcla peligrosa de nicotina, metales pesados y otras sustancias que le dan un buen golpe al corazón, a los pulmones y al sistema nervioso. ¡Qué carga!
Los cigarrillos electrónicos, aunque no estén quemando nada como los de toda la vida, siguen siendo pegajosos como chicle en verano. Te atrapan con la nicotina y te dejan secuelas que ni siquiera conocemos todavía. Aquí en Costa Rica, el Ministerio de Salud ya anda gritando que hay que ponerle freno al avance de estos aparatos y que no se crean que son inofensivos. ¡No se confíen, chunches!
Si vamos a poner las cosas en perspectiva, el tabaquismo sigue siendo el número uno en muertes que podríamos evitar. Según la American Cancer Society, un fumador pierde alrededor de diez años de vida en comparación con alguien que nunca probó un cigarrillo. Imagínense eso… diez años menos para disfrutar de las olas en Jacó, para comerse un casado gigante en algún rancho o simplemente para echarse unas risas con los amigos. ¡Qué sal!
Pero ojo, que no todo está perdido. Dejar el cigarro, aunque sea una torta difícil, trae recompensas desde el primer día. Después de unas horitas, el cuerpo empieza a recibir oxígeno de nuevo; luego de unas semanitas, el olfato y el gusto vuelven a funcionar como deberían; y con los años, el riesgo de infartos, cáncer y achaques cerebrales baja considerablemente. ¡Así que no hay pretexto, mae!
Aquí en Costa Rica, donde cada vez fuman menos pero los vapeadores se multiplican como conejos, tenemos que enfocarnos en educar a los jóvenes. Mostrarles cuáles son los verdaderos peligros del vapeo y del tabaco, antes de que se conviertan en una nueva generación enganchada a estas artimañas. ¡Vamos a ponerle atención a esto, porque el futuro de nuestras mentes depende de ello! Ahora dime, ¿crees que las campañas anti-tabaco y anti-vaping actuales están llegando a los jóvenes de manera efectiva, o necesitamos buscar formas más creativas de llegar a ellos?
