¡Ay, Dios mío! Parece que nos estamos tragando el mundo entero a base de plástico. Un nuevo reporte del MEIC nos cayó como balde de agua fría: ¡casi 300 mil nuevas tarjetas de crédito volaron del banco en medio año! Eso sí que es un ritmo acelerado, diay. Con esto, ya tenemos más de tres millones de “plásticos” dando vueltas por ahí, buscando víctimas… perdón, clientes.
Si le sumamos las tarjetas de débito, que tampoco andan quietas, llegamos a unos siete millones de ejemplares circulando por Costa Rica. Imagínense la cantidad de chuches y chereques que se pueden comprar con todo eso. El Ministro de Economía anda diciendo que esto es bueno para la economía, que impulsa el consumo y bla, bla, bla... Pero yo me pregunto, ¿hasta dónde vamos a llegar?
Según el estudio, entre diciembre pasado y julio de este año, la emisión de tarjetas creció casi un once por ciento. ¡Once por ciento! A este paso, pronto vamos a tener más tarjetas que gente en el país. Y hablando de números redondos, la deuda total acumulada por los costarricenses con estas tarjetas ya rebasó el billón de colones – ¡más de ¢1.61 billones! Eso es una suma que hasta a Don Olman Madrigal le habría dado un ataque.
Claro, los expertos aseguran que la deuda no ha aumentado tanto, que incluso bajó un poquito gracias a “factores operativos y estacionales”. ¡Qué manera de disimular!, vaya. ¿Acaso nadie se da cuenta de que estamos creando una bomba de tiempo financiera? Cada vez más gente endeudándose para comprar cosas que ni siquiera necesita, solo porque “lo tienen a meses sin intereses”.
Y ojo, que la cosa no pinta mucho mejor si miramos quiénes controlan el negocio. Tres bancos – Banco Popular, BAC San José y Banco Promerica – se comen el sesenta y tres por ciento del pastel. ¡Eso es una concentración de poder que da escalofríos! Menos competencia, precios más altos y más facilidades para que te endeudes hasta las cejas. Una verdadera carga, diay.
Ahora bien, no quiero ser solamente aguafiestas. Hay quienes argumentan que las tarjetas ofrecen comodidad y seguridad, que facilitan las compras online y permiten acceder a créditos para emprender proyectos. Sí, puede ser cierto en algunos casos, pero hay que tener cuidado. No todas las ofertas son lo que parecen, y caer en manos de los prestamistas abusivos es más fácil de lo que uno cree. Ya hemos visto demasiados casos de gente desesperada por pagar sus deudas, terminando vendiendo hasta la camisa que llevan puesta.
Además, no olvidemos que la mayoría de nosotros seguimos siendo bastante ingenuos cuando se trata de temas financieros. Poco entendemos de tasas de interés, comisiones ocultas y condiciones contractuales. Por eso, es fundamental educarnos y aprender a manejar nuestro dinero con responsabilidad. Buscar asesoría financiera, comparar ofertas y evitar gastar más de lo que podemos pagar son algunas medidas básicas que debemos tomar.
En fin, amigos, la situación es preocupante. El auge de las tarjetas de crédito en Costa Rica es un fenómeno complejo que requiere atención y reflexión. ¿Será que estamos caminando hacia una crisis financiera a causa de nuestra obsesión por el consumismo? ¿Deberíamos regular más estrictamente el mercado de tarjetas y proteger a los consumidores vulnerables? ¡Diganme qué piensan ustedes! ¿Se sienten atrapados en el laberinto del crédito o saben manejarlo con inteligencia?
Si le sumamos las tarjetas de débito, que tampoco andan quietas, llegamos a unos siete millones de ejemplares circulando por Costa Rica. Imagínense la cantidad de chuches y chereques que se pueden comprar con todo eso. El Ministro de Economía anda diciendo que esto es bueno para la economía, que impulsa el consumo y bla, bla, bla... Pero yo me pregunto, ¿hasta dónde vamos a llegar?
Según el estudio, entre diciembre pasado y julio de este año, la emisión de tarjetas creció casi un once por ciento. ¡Once por ciento! A este paso, pronto vamos a tener más tarjetas que gente en el país. Y hablando de números redondos, la deuda total acumulada por los costarricenses con estas tarjetas ya rebasó el billón de colones – ¡más de ¢1.61 billones! Eso es una suma que hasta a Don Olman Madrigal le habría dado un ataque.
Claro, los expertos aseguran que la deuda no ha aumentado tanto, que incluso bajó un poquito gracias a “factores operativos y estacionales”. ¡Qué manera de disimular!, vaya. ¿Acaso nadie se da cuenta de que estamos creando una bomba de tiempo financiera? Cada vez más gente endeudándose para comprar cosas que ni siquiera necesita, solo porque “lo tienen a meses sin intereses”.
Y ojo, que la cosa no pinta mucho mejor si miramos quiénes controlan el negocio. Tres bancos – Banco Popular, BAC San José y Banco Promerica – se comen el sesenta y tres por ciento del pastel. ¡Eso es una concentración de poder que da escalofríos! Menos competencia, precios más altos y más facilidades para que te endeudes hasta las cejas. Una verdadera carga, diay.
Ahora bien, no quiero ser solamente aguafiestas. Hay quienes argumentan que las tarjetas ofrecen comodidad y seguridad, que facilitan las compras online y permiten acceder a créditos para emprender proyectos. Sí, puede ser cierto en algunos casos, pero hay que tener cuidado. No todas las ofertas son lo que parecen, y caer en manos de los prestamistas abusivos es más fácil de lo que uno cree. Ya hemos visto demasiados casos de gente desesperada por pagar sus deudas, terminando vendiendo hasta la camisa que llevan puesta.
Además, no olvidemos que la mayoría de nosotros seguimos siendo bastante ingenuos cuando se trata de temas financieros. Poco entendemos de tasas de interés, comisiones ocultas y condiciones contractuales. Por eso, es fundamental educarnos y aprender a manejar nuestro dinero con responsabilidad. Buscar asesoría financiera, comparar ofertas y evitar gastar más de lo que podemos pagar son algunas medidas básicas que debemos tomar.
En fin, amigos, la situación es preocupante. El auge de las tarjetas de crédito en Costa Rica es un fenómeno complejo que requiere atención y reflexión. ¿Será que estamos caminando hacia una crisis financiera a causa de nuestra obsesión por el consumismo? ¿Deberíamos regular más estrictamente el mercado de tarjetas y proteger a los consumidores vulnerables? ¡Diganme qué piensan ustedes! ¿Se sienten atrapados en el laberinto del crédito o saben manejarlo con inteligencia?
