Ay, Dios mío, qué historia más turbia. Resulta que una señora canadiense, doña Nicole Grigorov, llegó a nuestro país buscando renovarse un poquito con una abdominoplastía, pero terminó metida en un brete que nadie se espera. Imagínate, una madre de cuatro hijos, pensando en sacarse unas fotitos bonitas para Instagram, y termina peleando por su propia vida en un hospital.
La cosa empezó a torcerse cuando le agarró una septicemia tremenda, que si no sabe qué es, es una infección súper grave. Según cuentan los periódicos allá en Canadá, la tuvieron que conectar a un respirador porque sus órganos empezaron a fallar. ¡Imagínate el susto de la familia! Tenían sus chances prácticamente nulas, solo un 5% de probabilidad de que aguantara. Qué sal!
Y ni hablar de la complicación con las extremidades. Parece que la septicemia afectó la circulación, entonces los dedos de las manos y de los pies dejaron de recibir oxígeno y comenzaron a ponerse negros. Los doctores dicen que posiblemente tengan que amputarle las manos y los pies para evitar que la infección siga propagándose. ¡Qué carga!, la pobre señora. Uno se queda pensando en cómo va a enfrentar esto toda su vida.
Para ayudarla a costear los gastos médicos, que ya van por encima de los cien mil dólares – ¡ciento mil colones, mae! –, su hijo, Nicholas, lanzó una campaña en GoFundMe. Está pidiendo ayuda a diestra y siniestra para poder pagar todas esas cuentas. Dice que su mamá está inconciente, intubada y que sus riñones están dando lata. Afortunadamente, parece que está mejorando un poco, ya despertó y puede hablar, pero todavía necesita mucho cariño y cuidados.
Ahora sí, aquí viene lo curioso. Un amigo de la familia consiguió unos 85 mil dólares para contratar una ambulancia aérea y llevarla de vuelta a Canadá. Pero resulta que no hay camas disponibles en los hospitales de Ontario, y tampoco quieren asumir el caso los médicos. Parece que así nos vemos a veces, con mucha mano amiga en papel, pero a la hora de echar la mano de verdad… ¿dónde quedamos?
Además, la señora no tenía seguro de viaje, lo que complica aún más las cosas. Ya sabemos cómo es esto, uno piensa que estando en Costa Rica, el clima, la comida... que todo está bien, pero siempre hay que estar preparado para cualquier eventualidad. Esto debería servir de ejemplo para todos los turistas que vienen a nuestros bretes a hacerse cirugías estéticas.
Este caso de doña Nicole me hace pensar en muchas cosas. Por un lado, claro, en la tragedia que está viviendo ella y su familia. Pero también en la necesidad de regular más estrictamente las clínicas de cirugía estética que operan en Costa Rica, para evitar que estas tragedias se repitan. Hay que proteger a esos extranjeros que vienen confiando en nuestros servicios, porque al final, la imagen de Costa Rica como destino turístico depende de eso: de ofrecer calidad y seguridad. Además, ¿quién se hace responsable cuando pasa algo así?
En fin, la situación de doña Nicole sigue siendo crítica, pero hay esperanza. Su familia no pierde la fe y confía en que los médicos harán todo lo posible por salvarla. Mientras tanto, yo me pregunto: ¿Deberían las autoridades costarricenses establecer algún tipo de fondo de emergencia para turistas que sufran accidentes médicos graves durante su estancia en el país, o creen que la responsabilidad recae únicamente en el viajero?
La cosa empezó a torcerse cuando le agarró una septicemia tremenda, que si no sabe qué es, es una infección súper grave. Según cuentan los periódicos allá en Canadá, la tuvieron que conectar a un respirador porque sus órganos empezaron a fallar. ¡Imagínate el susto de la familia! Tenían sus chances prácticamente nulas, solo un 5% de probabilidad de que aguantara. Qué sal!
Y ni hablar de la complicación con las extremidades. Parece que la septicemia afectó la circulación, entonces los dedos de las manos y de los pies dejaron de recibir oxígeno y comenzaron a ponerse negros. Los doctores dicen que posiblemente tengan que amputarle las manos y los pies para evitar que la infección siga propagándose. ¡Qué carga!, la pobre señora. Uno se queda pensando en cómo va a enfrentar esto toda su vida.
Para ayudarla a costear los gastos médicos, que ya van por encima de los cien mil dólares – ¡ciento mil colones, mae! –, su hijo, Nicholas, lanzó una campaña en GoFundMe. Está pidiendo ayuda a diestra y siniestra para poder pagar todas esas cuentas. Dice que su mamá está inconciente, intubada y que sus riñones están dando lata. Afortunadamente, parece que está mejorando un poco, ya despertó y puede hablar, pero todavía necesita mucho cariño y cuidados.
Ahora sí, aquí viene lo curioso. Un amigo de la familia consiguió unos 85 mil dólares para contratar una ambulancia aérea y llevarla de vuelta a Canadá. Pero resulta que no hay camas disponibles en los hospitales de Ontario, y tampoco quieren asumir el caso los médicos. Parece que así nos vemos a veces, con mucha mano amiga en papel, pero a la hora de echar la mano de verdad… ¿dónde quedamos?
Además, la señora no tenía seguro de viaje, lo que complica aún más las cosas. Ya sabemos cómo es esto, uno piensa que estando en Costa Rica, el clima, la comida... que todo está bien, pero siempre hay que estar preparado para cualquier eventualidad. Esto debería servir de ejemplo para todos los turistas que vienen a nuestros bretes a hacerse cirugías estéticas.
Este caso de doña Nicole me hace pensar en muchas cosas. Por un lado, claro, en la tragedia que está viviendo ella y su familia. Pero también en la necesidad de regular más estrictamente las clínicas de cirugía estética que operan en Costa Rica, para evitar que estas tragedias se repitan. Hay que proteger a esos extranjeros que vienen confiando en nuestros servicios, porque al final, la imagen de Costa Rica como destino turístico depende de eso: de ofrecer calidad y seguridad. Además, ¿quién se hace responsable cuando pasa algo así?
En fin, la situación de doña Nicole sigue siendo crítica, pero hay esperanza. Su familia no pierde la fe y confía en que los médicos harán todo lo posible por salvarla. Mientras tanto, yo me pregunto: ¿Deberían las autoridades costarricenses establecer algún tipo de fondo de emergencia para turistas que sufran accidentes médicos graves durante su estancia en el país, o creen que la responsabilidad recae únicamente en el viajero?