¡Aguántense, pura vida! La Junta de Protección Social acaba de repartir unos ochomillones de colones en premios de la lotería, y la cosa se puso bien chiva. Tenemos tres historias que parecen sacadas de un cuento de hadas, pero ojo, que también hay que tener los pies en la tierra, ¿eh?
Como ven, el Primer Sorteo Extraordinario de Consolación le dio una patada al destino a tres afortunados. Primero, un señor de 60 años, originario de San José, se levantó con ¡800 millones! Cambió 20 fracciones del premio mayor y se dice que los números estaban basados en la edad de un familiar, ¡qué vaina, pero funcionó! Luego, en Heredia, otro vecino, este entre los 46 y 50 años, se hizo de 40 millones con una sola fracción. Él, fiel a sus costumbres, compró el boleto a un vendedor de toda la vida, y parece que ese número le tenía cariño desde hace tiempo.
Y para rematar, un jovencito de entre 18 y 25 años, fresquito como dicen, se estampó un entero completo del primer premio, ¡cuatrocientos millones! Este mae, pa’ darle sabor a la cosa, reinvirtió un premio menor que había agarrado antes y confiesa que tuvo un sueño que lo guio. La verdad, a veces estos sueños sí valen oro… o en este caso, ¡colones!
Ahora, la Junta nos cuenta que ya se rifaron 31 fracciones del primer premio, sumando ¡mil doscientos cuarenta millones! Además, cincuenta fracciones del segundo premio –unos cuatrocientos millones– y unas cuantas de tercero, que suman ya varios millones más. De los treinta y dos mil ciento treinta y siete premios que habían asignados, casi el noventa y nueve por ciento ya se fueron cambiando por el fruto esperado.
Pero aquí viene la reflexión, mi gente. Ocho cientos millones, cuatrocientos millones, cien millones... Son cantidades que hacen agua en los ojos. Te cambian la vida de un día para otro. Pero, ¿hasta dónde llega esa felicidad? Porque sabemos que muchos de estos premios terminan siendo un brete, un lío peor que el que tenías antes.
Ya hemos visto casos de gente que se fue por las ramas, gastando en chinchorros, carros lujosos y viajes que nunca necesitaban. Unos se pelean con parientes, otros caen en manos de estafadores... La verdadera plata es la que te da tranquilidad, no la que te llena de preocupaciones.
Por eso, es importante recordar que manejar una suma tan grande requiere cabeza fría y buenos consejeros. Buscar asesoría financiera, invertir sabiamente, pensar en el futuro de los hijos y, sobre todo, no olvidar de dónde viniste. Que la suerte no te suba demasiado, porque luego la caída duele más que el golpe inicial. Una cosa es soñar, otra es convertirse en víctima de tus propios deseos.
Así que, felicidades a los ganadores, que la plata les traiga bienestar verdadero, no solo aparentes. Pero ahora, díganme ustedes: ¿Si ganaran un premio millonario, cuál sería su primera decisión inteligente y cómo evitarían que la fortuna se les fuera al traste?
Como ven, el Primer Sorteo Extraordinario de Consolación le dio una patada al destino a tres afortunados. Primero, un señor de 60 años, originario de San José, se levantó con ¡800 millones! Cambió 20 fracciones del premio mayor y se dice que los números estaban basados en la edad de un familiar, ¡qué vaina, pero funcionó! Luego, en Heredia, otro vecino, este entre los 46 y 50 años, se hizo de 40 millones con una sola fracción. Él, fiel a sus costumbres, compró el boleto a un vendedor de toda la vida, y parece que ese número le tenía cariño desde hace tiempo.
Y para rematar, un jovencito de entre 18 y 25 años, fresquito como dicen, se estampó un entero completo del primer premio, ¡cuatrocientos millones! Este mae, pa’ darle sabor a la cosa, reinvirtió un premio menor que había agarrado antes y confiesa que tuvo un sueño que lo guio. La verdad, a veces estos sueños sí valen oro… o en este caso, ¡colones!
Ahora, la Junta nos cuenta que ya se rifaron 31 fracciones del primer premio, sumando ¡mil doscientos cuarenta millones! Además, cincuenta fracciones del segundo premio –unos cuatrocientos millones– y unas cuantas de tercero, que suman ya varios millones más. De los treinta y dos mil ciento treinta y siete premios que habían asignados, casi el noventa y nueve por ciento ya se fueron cambiando por el fruto esperado.
Pero aquí viene la reflexión, mi gente. Ocho cientos millones, cuatrocientos millones, cien millones... Son cantidades que hacen agua en los ojos. Te cambian la vida de un día para otro. Pero, ¿hasta dónde llega esa felicidad? Porque sabemos que muchos de estos premios terminan siendo un brete, un lío peor que el que tenías antes.
Ya hemos visto casos de gente que se fue por las ramas, gastando en chinchorros, carros lujosos y viajes que nunca necesitaban. Unos se pelean con parientes, otros caen en manos de estafadores... La verdadera plata es la que te da tranquilidad, no la que te llena de preocupaciones.
Por eso, es importante recordar que manejar una suma tan grande requiere cabeza fría y buenos consejeros. Buscar asesoría financiera, invertir sabiamente, pensar en el futuro de los hijos y, sobre todo, no olvidar de dónde viniste. Que la suerte no te suba demasiado, porque luego la caída duele más que el golpe inicial. Una cosa es soñar, otra es convertirse en víctima de tus propios deseos.
Así que, felicidades a los ganadores, que la plata les traiga bienestar verdadero, no solo aparentes. Pero ahora, díganme ustedes: ¿Si ganaran un premio millonario, cuál sería su primera decisión inteligente y cómo evitarían que la fortuna se les fuera al traste?
